La música de la ciudadela guiaba hacia un día repleto de festividades. Mercaderes y actos callejeros por doquier, una feria de eventos y juegos que se extendía entre cada calle moldeada en forma de medio círculo. Las casas se alzaban detrás de las carpas en las que la gente ofrecía sus productos, desde pescado fresco de colores naranjas rojo y azul neón, hasta enormes jaulas llenas de aves pequeñas con pelaje, hocico, patas y orejas de conejo enano.
A cada rincón había un niño, una madre preocupada buscaba al suyo, las personas sostenían en su mano una jarra con una bebida dulce, entre dulce y amarga que derramaba espuma celeste dejando manchas de humedad en las piedras que amoldaban el suelo.
Seifer y Agregor habían llegado a la ciudadela por sí mismos. La Armadura de hojas se había mantenido todo el camino, el sol seguía marcado con aquél símbolo negro y continuaba irradiando luz dorada que terminaba justo al empezar el suelo oscuro de la ciudad. Algunas personas se despedían y agradecían a un par de hombres con trajes y cascos de colores blancos apagados y negro que hacían guardia en la entrada. Seifer y Agregor entraron saludando amigablemente, en aquél momento, las hojas que cubrían la piel y cabeza de Seifer se cayeron.
Wow — Dijo bromista y sorprendido Agregor.— La primera ciudad, las primeras personas que vemos y tú tienes que dejar basura en la entrada.
— Loco pero yo no hice eso, no a propósito. — Contestó Seifer— Claro, salen solas, se van solas. Sólo espero que el sol no te haga lo que a mí.
—¿Te puso azul?— Lo dices tú que estás verde.
Aquellos guardias que veían la escena se echaban a reír al verlos discutir. Eran una rutina de pareja que ponía de buen humor. Cuando se dieron cuenta que se reían de ellos, los observaron un momento de lejos hasta que el guardia con el traje blanco empezó a hablar.
— Muchachos insensatos. Aquí no hace falta guardarse de Nuestro Sol. Para eso estamos los elementales de sombra y de luz.
Seifer y Agregor se miraron el uno al otro y asintieron.
—¿Vieron pasar a una chica muy linda y a un tipo alto fuerte y amargado por aquí? — Les preguntó Agregor.
— Debe hablar de Manu y la chica blanca con problemas en la cabeza — Con una voz más gruesa que expresaba autoridad le contestó el guardia de negro.
— Eres un grosero Agre, recién llegamos y tú directamente preguntas tonteras. — Decía Seifer.
— Al menos no les tiro hojas en la entrada. — Agregor le contestó y con ello los guardias volvían a reír.— No pasa nada chico, estamos para eso. De igual forma, gastar energía para mantener contenta a la gente termina cansando si no pasa algo interesante. — En contraste con el guardia de traje oscuro, la voz de éste era dulce y familiar. — Pasaron por aquí hace como diez minutos. La chica lo derribó y se la pasaron tirados y gritando un rato. — Añadió a su respuesta.
—¿Osea que ustedes son elementales de sombra y luz? — Preguntó Seifer mientras la música de adentro de la ciudadela hacía un resonar extraño que parecía incitar a la gente. Alegre y sonoro.— Claro. Yo soy Luz, Haziel es sombra. — Dijo el guardia vestido de negro.
— Oh, eso sorprende. — Agregor dijo.—¿Por qué? ¿Porque me gusta el negro, hablo fuerte y tengo mal humor se supone que debo ser el de sombra? — Le dijo agresivamente, acercándose a su rostro y frunciendo el ceño. Dejando ver unos brillantes dientes blancos.
— No, ¡no! ¡el no quiso decir eso!
— Dices que es idiota, que no comprende lo que la gente le dice — Se unía a la conversación el guardia de blanco, levantando su mano frente a su pecho y dejando salir una sombra amenazadora que la rodeaba.
—¡Chico, lo siento, no creí que te ofendería! — La disculpa de Agregor era sincera, no esperaba algo así tan de repente y sus intenciones habían sido amigables. Él no era capaz de pelear y mucho menos en un mundo en el que hasta la luz y las sombras se pueden moldear.
— Está bien, no se asusten. — Dijo el guardia de blanco mientras bajaba la mano y empezaba a reírse apoyándose del hombro de su compañero.
— Todo bien chicos de colores, pero no pueden ir por el mundo diciendo cosas racistas. — El guardia de negro les decía con una sonrisa y una mirada tranquila, mientras se agachaba y recogía aquellas hojas que Seifer había dejado en el suelo. — Entren a la ciudad, Manu suele ir al bar de Kozo. Ya nos encargamos nosotros de tu desastre, es normal que cosas así pasen en ésta entrada.
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Brisas
RandomUn cristal invoca una tormenta, Fernando y Orlando terminan siendo arrastrados a un mundo en el que sus nombres ya no les sirven. Conocen a grandes personas mientras desvelan las incógnitas de éste lugar desconocido, empezando por un detalle muy imp...