Será así siempre

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Manu movía las manos con miedo e intentaba que su rostro estuviera siempre frente al de Chikane. Repetía su nombre y ella seguía llorando. Cada respirar de falta de aliento levantaba un poco el mundo y el mundo caía cuando exhalaba. Eran quejidos honestos acompañados con gemidos y palabras entre unos y otros. Le tiritaba la piel y sus manos no sabían bien dónde quedarse así que se movían en lapsos de temblor.

— Tenemos que irnos, Manu. — Dijo Seifer, viéndole moverse sin saber qué hacer, asustado y mostrándose de la manera más improbable. No se podía ver su seriedad. Estaba perdido y lejano de aquél conocimiento sobre todo que había dejado ver.

— No puedo moverla, no puedo tocarla. — Tenía una altura en la voz antes de terminar las palabras. La exhaltación le producía un sonido turbio al hablar y la frente le sudaba hasta la barbilla. — Voy a hacerla enloquecer de nuevo. Va a tomarme a mí, usará mi poder y terminará matando a alguien más.

El suelo parecía querer moverse. Las tablas seguían levantándose un poco y cayendo al poco tiempo. La taberna de Kozo se había convertido en un lugar de movimiento incesante sin tranquilidad y el ir y venir del poder de Chikane se juntaba con su respiración y todo ello se volvió un corazón que latía con ella y la intranquilidad parecía mecerse fuerte.

— Manu — Logró decir entre aires.

Tanto él como Seifer le dieron toda la atención que se puede prestar a una persona. Y volvió Chikane a Hablar.

— Kozo — En un suspiro. — Todos están bien
—Tienes que calmarte.
— No puedo. No puedo.
— Necesito que aligeres tu cuerpo. Que respires tranquila. Sólo mira lo alterada que estás, apenas y hablas.
— Cada vez que lo intento me siento mal.

— Inténtalo, por favor.

Se quedó callada y una pared se derrumbó a la vez que fruncía la cara y se le quedaban un poco marcadas las arrugas en la frente. Gritó un poco.
— No puedo. — Dijo llorando.

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