De su incongruencia

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—Chikane maneja la tierra. De otra forma a la usual. Es una rama, o tal vez de ello viene la tierra
—¡Bájenme!
—su energía se canaliza en la gravedad. Es capaz de alterarla, manejarla a su gusto, y no se limita a levantar tristes piedras.
—¡Agre! ¡Ayúdame cabrón!
—¡No loco! ¡Si hago algo Chikane me va a desgraciar a mí!
—¡No seas marica!
—¡El marica eres tú!
—¡Sí, pero al menos yo te ayudaría!
Manu continuaba hablando entre los gritos de auxilio de Seifer y la discusión que Agregor tenía con él para justificar el no ayudarle. Chikane se mantenía con su mano en el aire, se reía dulcemente, cubriendo su boca con su mano izquierda, observando la situación.
—Pero su mente trabaja diferente a la nuestra, sufre de cambios de humor, es bipolar. Qué gran condición la suya para alguien que controla las polaridades de las cosas.
—¡Vamos Manu! Sabes que soy genial. —gritó Chikane, mientras hacía a Seifer dar vueltas por el aire y continuaba riéndose.
—Bájalo ya, niña — Le pidió Manu.
—¡me dijiste que sería mi trabajo entrenarlo!
— Claro, pero el pobre diablo acaba de despertar, dale un respiro —Manu empezaba a caminar, acercándose a Chikane — Tranquilizate. Ya. — Moviendo su mano con delicadeza, tocó la nuca de la chica, y ésta inmediatamente cayó inconsciente, provocando que Seifer azotara una vez más contra el suelo, mareado y despeinado, mientras Agregor corría a ver cómo estaba.
—Lo lamento chicos, ella es así. — Agregor y Seifer se quedaron viéndolo, dejó inconsciente a Chikane con apenas un toque
—¡La mataste loco!
Manu se rió ligeramente
—No. Está bien, está dormida.
—¿Ese es tu poder? — preguntó Seifer, levantándose y quitándose el polvo del cabello por tercera vez ese día.
—Algo así.
—Muy bien. Ahora, ¿a qué se refería con entrenar?
—Ella es ideal para ti. Te ayudará a controlar tus poderes.
—Es una lástima que mis métodos sean tan duros — llegó diciendo Chikane, con toda la tranquilidad del mundo, mientras Agregor la veía sorprendida.
—¡Qué demonios loca! ¡Estabas inconsciente! —Le dijo.
—Desperté — dijo sonriendo Chikane. — Vamos, Seifer. Es tiempo de tu entrenamiento.

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