El calor del día se disipaba mientras una corriente helada se acercaba con cada paso del desconocido. Los miraba cínicamente, no apartaba sus ojos de ellos y seguía caminando con una tranquilidad tan fría como la que le rodeaba. Mantenía una mano en un bolsillo y tres pedazos de hielo flotando en la otra.
- La llanura es de quien la toma. Lo saben. - Dijo el elemental, dando escalofríos en los oídos de quien escuchara.
Manu seguía mirando el cuerpo del cachorro mientras el hombre se acercaba. Parece molesto, su rostro siempre es serio pero el fruncir de sus cejas y el arquear de sus labios era algo que hasta entonces no veían. Manu estaba furioso.
Los pasos se hacían más fuertes mientras más cerca estaba. Sonaba distintivo, bajo sus pies podían ver pedazos de hielo rebotar unos centímetros con cada paso. Era hielo quebrándose con su caminar. Paso tras paso, quiebre con quiebre e incomodidad helada que aumentaba y se expandía como el frío que su presencia causaba.
Quedó a su lado. Dejó de caminar, se paró junto a Manu con el mismo cinismo con el que usó para mirarlos antes.
- Apenas lo saludaba. - Le dijo Manu sin cambiar su compostura.
- Cuando yo lo intento ya no vienen por mí.
- Hoy es día de Nuestro Sol, unas horas más y habrían salido todos. Pudiste esperar para matar cuantos quisieras en ese entonces.
- Quería matar a ese, llevo todo un día persiguiéndolo. Algunos hacen piedras hermosas.
Manu se levantó y se giró sin contestarle. Se reunió con sus compañeros y el disgusto seguía marcado en su rostro. Chikane parecía intranquila, Agregor y Seifer tenían el pulso acelerado y la piel helada.
- No pasa nada. - Le dijo Chikane.
- ¿Quién es ese tipo? - Preguntó Seifer, pero pareciera que Manu prefería ignorar que cualquier cosa ocurrió.
- Sigamos caminando, no hablen mucho, pueden atacarnos. - Les contestó, y sin esperarles, retomó el camino. No le miró la cara al extraño, quien sonreía y se mantenía mirándole.Chikane caminó hacia el cachorro y se agachó a su lado sin darle importancia al elemental de hielo.
- ¿Lo necesitas? - Preguntó al aire.
- ¿Me lo preguntas a mí? - Dijo el extraño unos segundos después.
Chikane no le contestó. Se mantuvo hincada sobre sus piernas mirando al cachorro.
- No. Su piedra está lejos. Iré por ella más tarde. - Le contesta finalmente.
- Me parece bien. - Le dice Chikane, acercando sus manos al cuerpo sin vida del cachorro. Empieza a tocarle el pelaje, lo acaricia tiernamente.
- Eres de tierra. - Comenta el extraño.
- Gravedad. - Le contesta sin apartar la vista, deteniendo sus dedos en el costado y en la herida del cachorro. Un brillo café comienza a rodearle.
- Eso es inusual.- No ha habido ni una persona que no me lo diga.
El brillo café se concentró en las manos de Chikane. De pronto envolvió el cuerpo sin vida del cachorro y su pelaje negro fue endureciéndose lentamente mientras la herida sanaba y su pequeño cuerpo parecía endurecerse. De pronto el brillo cegó a Seifer y Agregor, el extraño había tenido sus ojos cerrados desde hacía unos segundos.
Lo próximo que vieron fue a Chikane de pie, mirando una piedra negra donde el cachorro reposaba muerto, había desaparecido. Chikane derramaba lágrimas sobre la piedra y la piedra parecía igual a todas aquellas que había en la llanura, negra, pero pequeña y libre de polvo
- Está hecho entonces. - Dijo el extraño.
- ¿Lo planeabas dejar aquí?
- Ese era el plan. Gracias por limpiar mi desastre.
- Está bien. Es algo que tenemos que hacer.Chikane seguía llorando sin apartar la mirada de la piedra pero sin que su voz se quebrara.
- Vámonos. - Volvió a decir al aire, y empezó a caminar.
Seifer y Agregor la siguieron y dejaron al extraño a un lado de aquella piedra. Cuando se habían ido, el extraño notó como la humedad que había caído en la roca se extendía. Empezaba a teñirla de blanco. Se sorprendió y miró a los tres chicos que ya se alejaban.
-¡Me llamo Zaul! - Les gritó.
La piedra terminó por cubrirse de blanco. La tierra entre la que estaba enterrada empezó a moverse y Zaul se agachó. Un cachorro como aquél que mató empezó a salir escarbando de la tierra. Era muy pequeño, sus ojos estaban cerrados y a diferencia del primero, era completamente blanco. Un bebé.
Encantando, el hombre lo tomó en sus manos mientras el pequeño bostezaba. Con dulzura, empezó a acariciarlo mientras una sonrisa se pintaba en sus labios pálidos.
- Hola amiguito. - Dijo, volviendo la vista a la dirección por la que Agregor, Chikane y Seifer se habían ido. - Parece que eres todo un milagro.
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Brisas
RandomUn cristal invoca una tormenta, Fernando y Orlando terminan siendo arrastrados a un mundo en el que sus nombres ya no les sirven. Conocen a grandes personas mientras desvelan las incógnitas de éste lugar desconocido, empezando por un detalle muy imp...