Kozo

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La chica se fue, Seifer y Agregor se fueron hacia su misma dirección y se dieron cuenta de por qué tenía miedo. La calle que conectaba una explanada llena de alegría, vendedores y comida era vieja. Toda la ciudad parecía recibir mantenimiento periódico, la pintura de las paredes era brillante, sin grietas ni descoloradas por el sol, las ventanas estaban limpias y podías mirar al interior de las casas. En ésta calle todo era diferente, basura tirada, sin personas caminando y vidrios rotos o ventanas directamente tapadas con madera.

- Nos va a matar. - Dijo Seifer, que caminaba algunos pasos detrás de Agregor.

- Pensé que tardarías más en olvidar a Chikane.

- Te voy a convertir en flor.

- Ojalá pudieras, así me arrancarías y me regalarías a Elíz.

-¿Elíz?

- Así se llama.

- De todas las personas que pudieron encontrarnos al llegar a este mundo, nos topamos con la que me tiró a un pozo, el serio que se larga sin avisar y la.

- La niña que te pone nervioso. - Le interrumpió, sin voltear a mirar la misma cara de molestia que ponía cada vez que aquella chica estaba cerca.

El bar de Kozo era un lugar para gente apasionada, desde la entrada había personas conversando de lo que fue el espectáculo de gente de ese día. Al entrar, una sensación acogedora, un olor a hogar y el saludo de viejos conocidos. Las mesas llenas, con cuatro personas en cada una y cada persona tan propia y diferente de la otra que el doblar de los labios en una sonrisa era normal. En la barra se encontraba Kozo, un tipo moreno, alto y vestido con una camisa blanca en un chaleco negro y pulcro, sosteniendo en sus manos cuatro jarras de cristal y sobre su cabeza una llave que al girar dejaba salir un chorro del mismo líquido azul y espumoso que la gente bebía en toda la ciudadela. Venían a ésta taberna por el ambiente, la compañía, las historias y concursos o apuestas que los hombres ebrios hacían para probar un punto sin sentido. Pelotas de fuego eran lanzadas al aire y apagadas al instante por alguna corriente de viento que un elemental de aire envió o consumidas y vueltas cenizas al ser azotadas por un rayo salido del pulgar de otro.

Manu y Chikane estaban sentados en la barra del lugar, al frente y la derecha de dónde Kozo servía. Detrás de él, había una lona con un dibujo casi impreso, de colores muy vistosos y letras bien marcadas. Cuatro círculos puestos de manera simétrica al rededor de un círculo más grande, agua, fuego, viento y tierra. El agua puesta opuesta al fuego, el viento a su izquierda y la tierra a su derecha y líneas saliendo de cada uno formando ramas con círculos más pequeños que a su vez se dividían.

Chikane llamaba la atención de Kozo mientras Manu le daba un trago a su bebida. Su mente seguía revuelta, algo no normal en él. Todavía guardaba coraje sin sentido y el rencor causado por aquella tarde se depositaría en sus memorias.

- Vamos a seguir bebiendo mientras ellos llegan - Le dijo Chikane, pegándose a su oído, ya un poco ebria.

Manu no le dio respuesta alguna, continuó bebiendo mientras Chikane terminaba su jarra de un tirón.

- ¡Siempre es hermoso volver a éste lugar Kozo! ojalá nunca te oxides.

- Niña, no me retes. No más Kozo para ti. - Le contestó Kozo, quien le acercaba otra jarra pero se detenía al terminar su frase. Con su morena mano, la lanzo hacia otro cliente que levantaba su mano y la atrapaba.

- Oh... ¿¡Por qué!? ¿tenías que arruinar mi lugar favorito en ésta ciudad? Eres un idiota.

- Seré un idiota pero seguro que tu idiota favorito, niña.

- ¡Te amo mucho...! - Gritó mientras su cabeza caía y daba un golpe en la mesa.
- Nunca cambiará. - Dijo antes de suspirar y beber de su propia jarra. - No parece que te vayas a separar de ella, ¿eh, chico?

- Será que me cae muy bien o que me da mucha pena. - Le contestó Manu.

- Es una buena niña. Ojalá y no sufriera tanto.

- La cuido bien. Cuando no tiene que cuidarme ella a mí.

- ¿Hielo?

- Granizo.

- Esperaba que al menos fuera algo aislado. ¿Qué haces cuando hace frío?

- Llevo a Chikane a dónde quiera o necesite ir.

- Todo éste asunto terminará dañándote de más. - Le dijo Kozo mientras lanzaba algunas jarras a lo largo del bar. - Ya no eres un niño, ni siquiera un joven.

- Me distraeré con éste chico del que te contó Chikane. - Se acomodó el cabello con la mano izquierda, aprovechando para tocar sus párpados que se cerraban del cansancio. - De tantas personas, me tocó a mí encontrarme a uno con un cristal.

- ¿Lo vas a entregar?

- Si lo fuera a entregar lo habría hecho ya. No tardan mucho en llegar, parece que les importa un montón. - Contestó Manu antes de levantarse para estirar sus piernas y sus brazos. - Al final, él no debe tener la culpa.

El Kozo era la bebida de aquella ciudadela, Descému. Kozo era su creador y distribuidor, un elemental de óxido que fermenta jugo de una docena de bayas diferentes. Era notorio que los barrios al rededor del bar habían sido dejados de lado por la monarquía, no les agradaba Kozo y a Kozo le repugnaban. Chikane visitaba aquél lugar con frecuencia, al menos una vez por mes y a Kozo le alegraba su visita. El atardecer se acercaba mientras Seifer y Agregor se paraban en la puerta del bar, con Elíz frente a ellos y una timidez de parte de los tres que los impedía entrar.

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