7: Todos con todos.

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Mientras conducía, las últimas imágenes de lo sucedido con Natalie no dejaban de repetirse en su cabeza. La chica hace rato que mostraba índices de cierta locura, pero aquello había cruzado la línea y Leo no lo podía creer. Había llegado a tomarle aprecio a la muchacha, no a amarla pero últimamente pasaba mucho tiempo con ella, se volvió importante en su vida. Pero aquello, no le agradaba decirlo, más que dolerle lo alivió. Le decepcionó, sí. Pero era un alivio, aquella relació no le hacía bien a ninguno de los dos.

Llegó a Little Bar, uno de los mejores bares de Los Ángeles después del Borderline, y encontró a sus amigos en una mesa del rincón. Saludó a todos con un cálido abrazo y esos típicos choques de manos de los hombres antes de sentarse junto aquellos.

—Billy nos contó, así que vuelto al juego, ¿no? —Mencionó Mateo con una pícara sonrisa tan usual en él antes de volver a su cigarrillo. Leo soltó una carajada.

—Se podría decir. Y la verdad, Billy, es irónico que te refirieras a ustedes como "los demás solteros" cuando hace días que no puedes despegarte de Tania.

Los demás se unieron a la carcajada. Leo podía ver que hasta Billy reía. Su amigo estaba realmente loca por esa chica que llamaban cariñosamente Mérida. Pelirroja y con una inmensa melena de rulos. Los tórtolos se habían decidido salir hace un par de semanas y desde allí que no se separaban.

—Ya, ya, compañeros. Cuando te llega el amor, te llega y tú —Señaló a Mateo con su dedo índice, si perder el tono divertido. El moreno se mostró sorprendido—. Deberías quedarte callado si no quieres que le cuente a Leo sobre tus mensajes cariñosos con cierta rubia conocida.

A Leo le tomó un segundo entender de quién hablaban.

—Oh, ¡no puede ser! ¿Victoria? ¿Sales con Victoria? —Hasta Dylan, que no había participado mucho en la conversación, se mostraba sorprendido y hasta súper divertido.

—Shh, baja el tono, idiota. No queremos matar el sueño de las demás señoritas...  —Miró a un costado y guiñó el ojo a una sexy morena que pasaba por su lado.

Leo sonrió y negó con su cabeza. Su amigo jamás cambiaba, aunque quizá Victoria podría cambiar eso—. ¿Qué tal tu, amigo? -Se dirigió a Dylan, estaba demasiado callado—. Falta que me digas que Ashley es tu razón de vivir o algo así... —Se dio cuenta algo tarde que Billy le hacía señas para que se callara y supo que, de hecho, había dado en el clavo.

Dylan los fulminó con la mirada.

—Claro, ríanse del solterón. -Leo se contuvo para no reír a carcajadas, a Dylan no le faltaban chicas. Si bien en el pasado había sido un flacucho bastante ignorado por las mujeres, cuando terminó la preparatoria comenzó a entrenar duro todos los días. No en deporte, porque era un asco en ellos. Pero le iba bastante bien en el gimnasio, o eso decía su abdomen. Era una de las personas más inteligentes que había conocido, había sido cuadro de honor en tiempos de escuela y su prolijo cabello pelirrojo, ojos verdes y adorables pecas se le hacían irresistibles a las chicas. Pero al parecer sí había alguien que podía resistirse—. ¿Qué? No me miren así, es cierto. —Suspiró antes de pasar una mano por su mata de pelo ahora despeinado antes de continuar—. ¿Se acuerdan cuando hablamos, aquella vez, sobre que Mateo no había conocido a la indicada aún y eso? Pues, yo no puedo superar a Ashley desde la secundaria...

—Diablos, amigo. Eso es mucho tiempo -Casi desde que conoció a Lauren, pensó Leo.

—Sí. Un día al salir de la escuela, la invité al baile de primavera y lógicamente me rechazó. Y jamás quise a otra mujer como a ella, de verdad que me vuelve loco. Volví a intentarlo hace pocos días, con la esperanza de que mi nuevo aspecto la hiciera reconsiderar pero su respuesta fue la misma. —Dylan tomó un gran trago de Whisky.

Los amigos no mienten ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora