26: Rotos.

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—Tendré que atender, pero piénsalo –Leo se levantó de la cama y le guiñó el ojo—. ¡Vístete si vas a levantarte! ¡Nadie puede verte así!

Ni loco dejaría que alguien la viera tan ligera de ropa, a Leo le encantaba que se vistiera así luego de... Leo negó con su cabeza y sonrió. Las últimas semanas para él habían sido las más felices de su vida y si Lauren llegase a aceptar mudarse con él lo sería aún más. No había sido una idea de él pero ella lo dijo en chiste y de pronto fue una idea maravillosa.

No tenía idea de quién podía visitarlos, pues todos deberían estar en casa de Ashley festejando su cumpleaños. Es más, eran ellos quienes estaban llegando tarde. Sin embargo, nada lo preparó para ver a Natalie Bacon en la puerta de su apartamento. La sonrisa se borró del rostro de Leo.

—¿Qué diablos haces aquí?

—¿Estás solo? Necesito hablar contigo, pero realmente necesito que sea en privado.

Leo frunció el ceño. Natalie se mostraba preocupada y nerviosa. Tenía ojeras y se estaba comiendo las uñas en un gesto de ansiedad, no era la típica Natalie altanera y sarcástica a la que estaba acostumbrado, pero siempre que ella entraba en su vida era para traer problemas.

—No tenemos nada de qué hablar, vete ahora mismo –dijo bruscamente con intenciones de cerrar la puerta. Pero Natalie se le adelantó y entró en el departamento.

—Estoy embarazada de ti, Leo –anunció ella, fuerte y claro. Leo se quedó helado—. Y tengo un video que lo prueba.

—¿Qué?

Leo giró el rostro para ver a una pálida Lauren que había llegado en el momento justo para escuchar la última frase. Su novia se acercó a ellos sin dejar de mirar a Natalie, quien había abierto los ojos bien grandes al verla y parecía que estuviera temblando.

—¡Lauren! Yo... yo... no sabía que estabas aquí, lo siento... —tartamudeó nerviosa. Definitivamente, algo iba mal con ella.

—¡Natalie! –exclamó Leo—. Te he dicho que te fueras y más si vas a venir a soltar semejantes mentiras.

El castaño se encontró rogando al cielo que Lauren no creyera una sola palabra de que lo que estaba diciendo la loca Bacon, pero ella se encontraba muy seria. Natalie inspiró profundo y se dirigió sola hacia el DVD.

—¿Qué haces? –preguntó Lauren—. Te dijeron que te fueras, bastante arruinaste nuestras vidas.

Natalie encendió el aparato después de prender el televisor y colocó un video allí. Lo que se reprodujo a continuación fue como un baldazo de agua fría para los novios. Leo y Natalie tendiendo relaciones sexuales en aquella maldita habitación en donde el castaño había estado cautivo. Leo maldijo en voz alta y luego golpeó la pared con su puño. Ahora entendía todo, las piezas encajaban en su lugar y todo se resumía en que Natalie era una maldita zorra.

—¡¡MALDITA SEA, NATALIE!! ¡ERES UNA HIJA DE PERRA! –gritó Leo como nunca. La ira hervía en su sangre, estaba sacado—. ¿¡Cómo pudiste hacerme una cosa así?! ¡Sabía que tú y el maldito bastardo de Derek estaban detrás del secuestro! ¡Me inyectaste mescalina, joder! ¡Y me obligaste a acostarme contigo!

—¿Estás seguro de que yo te obligué? –murmuró ella, señalando al televisor.

Leo respiró profundamente antes de hablar, conteniéndose para no lastimarla.

—Lárgate de aquí ahora antes de que llame a la policía y te denuncie –susurró amenazadoramente.

—¿Y a quién van a creer? No tienes pruebas, no pienso dejar este vídeo en tus manos –contestó Natalie con voz llorosa. ¿Encima tenía el tupé de llorar?

Los amigos no mienten ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora