10: Reencuentros.

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-Bueno, ¿y cómo conociste a Derek?-Preguntó Leo cuando ambos iban caminando hacía dónde él tenía estacionada su camioneta.

Aquel día no estaba siendo para nada como lo había planeado. Desde que se encontró con Lauren, no podía dejar de sentir miles de sensaciones, las cuales iban desde el enojo, la impotencia, frustración hasta cariño, felicidad, emoción, amor... No había podido estar enojado con ella, nunca a decir verdad. Recordó una vez en la que ella rompió su guitarra preferida "accidentalmente". Ni siquiera en ese momento pudo enfadarse con ella, ¿por qué iba a hacerlo ahora? No podía. Y menos cuando la había extrañado tanto. Ahora que había vuelto, lo único que él quería era estar con ella.

Ah, pero Derek era otra cosa. No le caía para nada bien. Lo intentó por un nanosegundo, realmente lo intentó pero ese tipo le daba muy mala espina. Y Leo era un experto en detectar a los de ese tipo.

Lauren lo miró con cierto rubor en las mejillas y una simple sonrisa tímida. Leo no pudo evitar pensar en lo dulce y bella que se veía de esa manera.

-Pues, de hecho, en el avión cuando me dirigía a Escocia. Él iba sentado a mi lado y nos pasamos conversando todo el viaje. Desde ese momento, nos hicimos inseparables -Ella se encogió de hombros pero Leo notó que la sonrisa no desaparecía de su rostro al hablar de él-. Me ayudó mucho a adaptarme, él logró que hiciera a Edimburgo mi segunda casa.

-Oh, que... ¡Qué bueno! Qué bueno que él estuviera ahí para acompañarte, ya sabes...-¿En serio? ¿No podría haberse sentado una mujer al lado de Lauren?, pensó el castaño.

-Y dime, ¿cómo están los chicos? -Preguntó ella, cambiando de tema. Era evidente que Derek era un tema incómodo para ambos.

Sin embargo, Leo no pudo responder porque en ese momento a ella le sonó el teléfono.

-¿Hola?-Lauren puso el altavoz. Era algo que siempre hacían cuando estaban juntos, no importaba quién hubiera llamado. Entre ellos no había secretos. O eso creían, al menos.

-¡Lauren! ¡Menos mal que contestas! -La voz de Ashley resonó por los parlantes del celular-. ¿Eso quiere decir que ya arrivaste a Los Ángeles?

Lauren soltó una pequeña carcajada-. Sí, exacto. Estoy a una cuadra del Starbucks, nena. ¡Cómo te extrañé! -Contestó la castaña cuando llegaron al vehículo de Leo.

-¡Nosotras también, mujer! ¿Por qué no nos dijiste antes que habías llegado, tonta? ¡O por lo menos a qué hora ibas a llegar!

-Bueno, perdón. Se me olvidó, me entretuve con Leo -Lauren hizo una leve mueca mientras se subía al asiento de copiloto-. Pero ya estoy acá, organiza una juntada con las chicas.

-Qué raro de ti, la verdad...- Ambas rieron-. Ya me adelanté a eso. Escucha, esta noche en mi casa. ¿De acuerdo?

-Hecho, ahí nos vemos. Un beso -Y cortaron. Lauren sonrió aún más y negó con su cabeza-. Ay, cuanto las extrañaba a esas locas...

-Y ellas a ti, te lo aseguro -Leo había esperado que terminara de hablar. En ese momento, arrancó la camioneta y se dirigió hacía la casa de ella-. No estabas aquí para darles tus sabios consejos de amor así que están todas con el primero que se les apareció -Leo soltó una carajada.

-¿Qué? ¿A qué te refieres? -Lauren lo miró con una expresión divertida.

-Lo que oyes, nena. Todos mis amigos están saliendo con tus amigas, ¿puedes creer lo loco que es eso?

Ella lo miró un segundo, completamente sorprendida. Pero al instante empezó a reír a carcajadas. Leo sólo sintió que su pecho se hinchaba aún más al verla así y enseguida se contagio de ella.

Los amigos no mienten ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora