1: La invitación.

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Leo Brewer esbozó una sonrisa satisfecha en cuánto aquella rubia candente dejó su apartamento. Brittany había sido su conquista de la fiesta de anoche y aunque no repetía más de una vez con la misma chica, la rubia de ojos verdes sí que era una fiera en la cama.

De todas formas, ya no volvería a llamarla. Jamás lo hacía. Río por la ingenuidad de todas las mujeres al creer eso mientras tiraba el papelito con el número de Britt en su cesto de la basura. Luego, se recostó en su cama con una sonrisa de feliz cumpleaños. Esa tarde tenía que reunirse con la única mujer que vería una y mil veces: Lauren. Su mejor amiga en todo el mundo.

Ella era diferente a todas, ella no era una chica fácil. Era especial, tenía su carácter. Leo jamás la hubiera podido seducir. Ni él ni nadie, y eso lo alegraba más de lo que estaba dispuesto a admitir. En eso, se le dió por girar su rostro hacía el reloj que tenía colgado en la pared de su apartamento, completamente confiado del tiempo que tenía cuando casi se cae de la cama al ver que faltaban 30 minutos para la hora acordada entre ellos.

¡Diablos, maldita sea! Lauren lo iba a colgar de algún árbol en cuánto llegara tarde. Pero era mil veces mejor eso que no ir. Así que se levantó de un salto y corrió a ducharse lo más rápido posible. Al salir, se vistió con una simple camisa negra a cuadros, jeans ajustados y su chaqueta de cuero negra. Acomodó su cabello castaño algo mojado de la mejor manera posible, se colocó un poco de perfume, sólo porque sabía que a Lauren le encantaba, y le sonrió al chico de ojos avellana que le devolvía la mirada en el espejo antes de salir.

Afuera del departamento, subió a su camioneta, su objeto más preciado y condujo rápidamente hasta la plaza en dónde habían quedado en verse. Ella lo había citado allí porque en ese lugar se celebraría una Feria de Libros y le había pedido que la acompañara. Aunque él no era precisamente fan de los libros, aceptó. Pero cobraría su venganza, ya que él también necesitaba que ella lo acompañara a cierto evento social.

Con diez minutos de retraso, estacionó el vehículo y corrió a buscarla por el lugar. La encontró, obvio, con un libro en mano, sentada en un banco blanco. Aunque quiso negarlo, se veía realmente bonita. Con un suelto vestido floreado, sandalias blancas y sus ondas de pelo negro y largo al viento. Se acercó a ella por detrás y le tapó los ojos con sus manos, para agacharse a su oído y susurrar:

—Si prometes no matarme, te diré quién soy.

Él pudo ver como ella esbozó una amplia sonrisa.

—No lo haré pero no creas que no identifiqué tus palabrerías de siempre.

Leo soltó una carcajada ante sus palabras y besó su mejilla antes de destaparle los ojos y sentarse a su lado, dejando su brazo descansar sobre los hombros de ella.

—¿Y bien, nena? ¿Cuáles dijiste que eran los planes para hoy?

Lauren le dirigió su mejor mirada de ¿Hablas enserio, idiota?

—Te dije que iríamos a la feria y prometiste acompañarme, Leo, más te vale que no estés pensando en echarte atrás —Ella le proporcionó un leve golpe en el hombro al tiempo que decía esto.

Él, aún ríendo, le contestó—: Claro que no, tonta, solamente te estoy molestando —Volvió a besar su mejilla—. Cuando tú digas, nos vamos.

Y tan solo decir ello, Lauren tomó su mano antes de partir junto a él hacía la carpa en dónde se celebraría la feria.

* * *

Lauren paseaba por los diferentes stands, admirando cada libro que veían sus ojos como si fueran el tesoro perdido de la Atlántida. Él nunca entendió esa fascinación que tenía por los libros, lo único que le gustaba de ellos era lo feliz que la hacían y ese bonito brillo que aparecía en sus ojos al hablar de ellos.

Leo, mientras tanto, solo se disponía a acompañarla y a hacer los comentarios necesarios, como para que supiera que aún estaba allí. Quería hacer buena letras ya que debía pedirle un favor y sabía que le costaría convencerla. Entonces, podría poner esto en su contra...

—¡Leo, mira! Es el que te dije que no creía que lo publicara la editorial —Se volteó a él, con un libro de portada negra en el cual se veía un corazón blanco hecho con cadenas dónde ponía "Forbidden" dentro—. ¡Y aquí está!

—Alto. ¿No es el mismo que dijiste que trataba sobre los hermanos que se enamoraban? —Hizo una extraña mueca—. Sinceramente, a veces no entiendo las cosas que lees, Lauren.

Ella rodó los ojos, frustrada. Él rió ante eso.

—Es romántico y lo compraré...

Negó con su cabeza, divertido, y esperó a que esa felicidad que aparecía cada vez que ella obtenía un nuevo libro hiciera acto de presencia. En cuanto fue así y ella pagó el morboso libro, rodeó sus hombros con su brazo, poniendo su mejor cara de ángel. La cual ella no se tragaba ni un poco.

—Diablos, no. —Ella se detuvo al ver su expresión y Leo no pudo más que soltar una estruendosa carcajada—. ¿Qué es lo que quieres, Brewer? Habla rápido mientras pienso en la mejor forma de decirte que no.

Lauren sonrió con altanería mientras cruzaba los brazos debajo de su pecho mientras seguía caminando a su lado y miraba al frente. Leo sabía que lo hacía para no dejarse convencer.

—Mi padre se casa... De nuevo y sí, Lauren Ross, debes acompañarme porque yo he venido así que ya no tienes escapatoria. —Mencionó aquello último en su oído al tiempo que disfrutaba viendo primero la expresión de fastidio y luego la de resignación que aparecían en su rostro.

—Eres un idiota y te odio. Viniste porque querías que aceptara... —La castaña se detuvo para girarse y verlo de frente—. Sabes lo mucho que ya odio ir a las bodas de tu padre. ¿Cuantas van ya? ¿Como siete?

—Esta sería la novena.

Lauren rodó los ojos.

—Ahí lo tienes. Siempre llega el momento incómodo. Ya sea por tu madre armando escándalos, porque llega la policía debido a lo jóvenes que son las novias o porque no cree el hecho de que jamás hemos tenido sexo y siempre está preguntando cuándo le daremos un nieto —Ella frunció el ceño al decir aquello.

Leo suspiró y pasó una mano por su melena de color chocolate. Sabía que ella era un hueso duro de roer... Colocó sus manos a ambos lados de sus mejillas y enfocó su mirada pura y exclusivamente en ella. ¿Había notado antes los hermosos ojos miel que Lauren poseía?

—Escucha, sé que no es tu mejor formar pasar un sábado y la mía tampoco. La boda es mañana y juro, por nuestra bella amistad de años, que será la última vez que ambos asistiremos, ¿trato? —al ver que ella aún tenía sus dudas, él ladeó su cabeza y sonrió de lado. Eso jamás fallaba—. ¿Puedes, por favor?

Lauren puso una vez mas sus ojos en blanco y Leo supo que se la había ganado. Pero no quería cantar victoria antes de tiempo, así que se limitó a esperar el veredicto de ella.

—Ya, de acuerdo, deja de mirarme como a todas las que te follas. Iré y más te vale que a la vuelta me compres un pote bien grande de helado o no hay trato, Brewer —Dijo mientras lo señalaba con el dedo índice.

Él sonrió complacido y volvió a poner su brazo alrededor de sus hombros para reanudar su marcha.

—Solo si hacemos una de nuestras pijamadas, sabes que son muy únicas y como que las extraño, pequeña.

Lauren se echó a reír a carcajadas.

Los amigos no mienten ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora