Le pegó. Lo había hecho y ya no quedaba vuelta atrás. El monstruo que juró jamás dejar salir había escapado y, lo peor de todo, ahora Lauren sabía que existía. Se arrepintió en el momento en el que lo hizo y al ver a Lauren tirada en el suelo casi podía sentirse transportado al pasado. Él era su padre y ella su madre. No, no, NO. Sentía que algo se rompía dentro de él, ¿sería demasiado tarde? ¿Ya la habría perdido o ella sería capaz de perdonarlo?
Temeroso de lo que podría llegar a ocurrir, se acercó a ella y pronunció su nombre casi con desesperación. Su voz se quebró a la mitad y supo que había cometido el peor error del mundo en cuanto ella lo empujó y huyó de él. ¡De él! Que tanto la amaba. Lauren se había convertido en su único motivo para vivir, para respirar, para existir.
Ella lo comprendió, lo quiso, lo acompañó cuando nadie más. Lo aceptó tal y como era... o al menos lo que él quería que ella viera de él. Nadie salvo una persona en el mundo lo había querido así. Nadie salvo su madre había estado de esa manera. Irónicamente, la perdió de la misma forma que su padre lastimó a su madre. ¿Qué había hecho?
No, aún no era demasiado tarde, lucharía por ella. Era obvio, Lauren correría a los brazos del imbécil de Brewer. De repente, recordó cómo los había encontrado ese día en la iglesia y la furia cegadora de hace unos minutos lo volvió a inundar. El plan necesitaba comenzar con urgencia, eso les enseñaría a los dos a dónde pertenecía cada uno. Se levantó rápidamente y tomó el teléfono para marcar el número de Natalie con mucha prisa.
-¿Derek? –atendió la castaña al tercer tono.
-Pon en marcha el plan. Lo arruiné todo con Lauren, seguro estará yendo a casa de Brewer, tienes que adelantarte, ¡ve!
Natalie Bacon, al otro lado de la línea, maldijo por dentro. Se preguntó que habría hecho Derek para apresurar tanto las cosas. Al parecer, Leo había tomado las amenazas del escocés muy en serio y parecería que no haría falta hacer lo que iban a hacer. Evidentemente, algo había sucedido como para poner en marcha todo tan de repente. No permitiría que nada fallara así que corrió fuera de su casa para subirse a su automóvil. Lo encendió y partió a toda prisa al departamento de Leo.
En menos de cinco minutos, pudo estacionarse en frente del edificio. No estaba muy segura de qué haría para lograr que Leo hiciera exactamente lo que ella pretendía y además, podría ser tarde. Lauren podría haber llegado y eso arruinaría todo. Así que no perdió más tiempo y confió en sus intuiciones, subió hasta el departamento del castaño y tocó la puerta.
Un somnoliento Leo la atendió, con cabello despeinado y torso descubierto, que deformó su rostro a la sorpresa y luego a la confusión en cuanto la vio. Ella solo le dedicó una sonrisa ladina. No podía evitar suspirar, estaba tan sexy como siempre. Una lástima el destino que le espera, pensó Natalie.
-¿Puedes explicarme qué rayos estás haciendo aquí? –habló Leo con voz ronca.
-Oh, no mucho... solo pensé en venir a visitarte, ya sabes, como viejos amigos –contestó ella, haciendo ademán de entrar al lugar pero Leo le cortó el paso.
-¿Después de todo lo que has hecho? Sí, claro, Natalie.
-Oh, vamos, Leo... No sabía que eras de los resentidos –comentó ella, divertida.
-¿Tú me hablas de resentidos? –Soltó una irónica carcajada-. ¿Tengo que recordarte la bienvenida de Lauren?
-Eso fue una excepción, cariño, admite que te lo merecías.
-Como digas –Leo rodó sus ojos e intentó cerrar la puerta, pero Natalie colocó su pie-. De verdad, mujer, ¿qué es lo que quieres?
-¡Ya te dije! Acaso, ¿ex novios no pueden ser amigos?
ESTÁS LEYENDO
Los amigos no mienten ©
Romance[GANADORA DE LOS WATTYS 2017 CATEGORÍA INNOVADORES] [GANADORA DEL PRIMER LUGAR DE LOS LOST WORDS AWARDS CATEGORÍA ROMANCE] De la amistad al amor, hay un solo paso. O al menos eso le pasó a Lauren Ross, una profesora sustituta de música que está perd...