6: Nuevos amoríos.

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A la mañana siguiente la resaca no fue lo único con lo que se encontró Leo Brewer.

Natalie Bacon, la chica que recordaba vagamente del proyecto X que festejó con sus amigos la noche anterior, dormía plácidamente a su lado. Desnuda. Y así supo que había metido la pata hasta el fondo y más allá.

Se había prometido no emborracharse, no involucrarse con nadie y, como siempre, hizo exactamente lo contrario. A decir verdad, esa había sido su peor semana.

Luego de que Lauren se fuera, unos tres días después, intentaron llamarse y jamás coincidían con el horario. Así que Leo decidió esperarla hasta tarde para que pudieran hablar pero no tenía idea de en dónde se encontraba su amiga porque la señal era pésima.

Resulta que cerca de las cuatro de la mañana, su teléfono sonó y gracias al cielo que lo escuchó porque estaba al borde de quedarse dormido. Atendió y su corazón dio un vuelco al escuchar la voz de Lauren.

—¡Leo! ¿Me... escu...? Librerí... Torm....

—Lauren, ¿qué? No te escucho nada, ¡no te entiendo nada!

—¡Tormenta! Me qued.... libr... luz....

—¿Que hay una tormenta? Okey, eso lo entendí. Pero, no sé qué más, nena... Habla fuerte y claro.

—Te estoy perd... ¡Leo! ¿Pued.... me...?

Y fin. La línea se cortó luego de eso. Leo tuvo que hacer esfuerzos antinaturales para no reventar el teléfono contra la pared. Tres días después, junto con esa chica que a decir verdad no tenía ni idea de quién era, se sentía aún peor por todo. La verdad era que lo estaba llevando pésimo y se maldijo por millonésima vez el no haberse dado cuenta desde antes lo que sentía por Lauren.

Se levantó de la cama, con cuidado porque no tenía ganas de hablar con Natalie, se vistió, le dejó dinero a la chica para un desayuno y un taxi, y se marchó directo a la casa de Mateo, quien lo había invitado a comer.

***

Tres meses después de haber dejado L.A, Lauren podía decir que su vida había cambiado totalmente. Casi ni se acordaba de Leo, hablaba poco y nada con sus amigas de California (aunque eso sí le dolía) y hasta podía decirse que ya era una escocesa más. Había pasado cada día de su estancia en Europa junto a Derek, él no la había dejado sola jamás y la había ayudado a adaptarse mejor que nadie. Hizo nuevos amigos, adoraba su trabajo y le encantaba su vida.

No es que hubiera olvidado a Leo, pero por primera vez en mucho tiempo pensaba en él como un buen amigo que estaría contenta de ver a su regreso. Pero, ahí estaba el problema, no quería volver. Sabía que tendría que hacerlo, había firmado un contrato de solo dos meses, pero allí se sentía distinta. Quizá el cambio, la nueva gente... No sabía qué era, pero se sentía renovada y feliz. Extrañaba su hogar, eso sin dudas, pero amaba Escocia.

Y quizá estaba empezando a amar otra cosa... ¿o persona?

Al parecer, mientras más tiempo pasaba con su amigo europeo, más le gustaba. Derek había estado en todo momento, la acompañó más que nadie y parecía siempre estar pendiente de ella. Era atento, divertido, inteligente y hasta romántico. Lo que ella siempre había querido. Y parecía estar interesado en ella, así que... ¿por qué no? Ya era sabido que Leo no le prestaría atención y seguiría con sus innumerables conquistas. Lauren se dijo a dijo a sí misma que dejaría de sufrir y eso mismo iba a hacer.

Ya sé lo que están pensando, seguro dicen... ¿Acaso Lauren no se iba solo por dos meses? El caso es que tuvo tanto éxito en su desempeño que le solicitaron quedarse por cuatro meses más. Así que, en resumen, estaría seis meses en Escocia. No tuvo mucho tiempo de comentárselo a sus amigos y familia, pues en el segundo que aceptó le llovieron nuevas responsabilidades y tareas en las que se esforzaba cada día más por cumplir. Pero esa noche, saldría con Derek. Él le pidió que se vieran unos diez minutos antes del atardecer en Princes Street Gardens, el parque urbano más importante del centro de Edimburgo. Estaba emocionada, alterada, nerviosa, ansiosa... Hace mucho que no se sentía de esa manera.

Los amigos no mienten ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora