4: El aeropuerto.

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Llegó aquel día al aeropuerto con un amargo sabor en la boca. Lauren se encontraba con su habitual grupo de amigas y sus dos padres. Le había comprado un dije para que se llevara con ella y no lo olvidara... Serían los dos meses más largos de su vida. 

Se acercó al numeroso grupo.

—¡Leo! ¡Qué bueno es verte aquí!— Catelyn Ross, la mamá de Lauren, lo envolvió en sus brazos apenas lo vió y el dejó un beso en su mejilla.

Esa señora lo adoraba y solo porque no tenía idea de lo que él hacía por las noches. Supo ganarse a los padres de Lauren con mucha facilidad, sabía que ellos lo preferían como candidato para su hija y aunque siempre le había hecho gracia ahora esperaba que le jugara a favor.

—Buenos días, Cathy. Ed, un placer volver a verlo —Extendió una mano hacía Edward Ross y se la estrechó.

—Lo mismo digo, Leo. Hace mucho que Lauren no te lleva a casa.

—Ya no estamos en la secundaria, papá, no estamos tan desocupados —Ella rodó los ojos.

—¿Por qué no aceptas que eres odiosa y ya? —Leo rió levemente y estampó un sonoro beso en la mejilla de ella para después saludar a cada una de sus amigas—. Si me permiten, quiero hablar con la enana a solas.

Sin esperar mucho a su respuesta, se la llevó aparte y la abrazó con todas sus fuerzas.

—Me entristece saber que ya no eres mi pequeña enana. ¡Te irás a otro continente!

Lauren devolvió el abrazo encantada y soltó una pequeña carcajada mientras se separaba de él.

—Mira que eres exagerado... Ya, superalo. Te lo dije, ni notaras mi ausencia.

—Sabes que eso no es cierto —Leo sacó una cajita de su bolsillo y la puso en las manos de ella. Adoró ver su expresión de sorpresa.

—¿Qué es esto?

—Un pequeño presente para que no me olvides allá. Se que no es mucho, pero...

Lauren lo abrió y sus ojos se iluminaron al ver el contenido. Un precioso dije en forma de L cursiva la esperaba allí, brillando para ella. Lo sacó del estuche y supo que era un collar. Alzó la mirada hacía él y no dijo ni una palabra cuando se echaba en sus brazos con lagrimas en los ojos las cuales rogaba para que no salieran.

—¿Cómo vas a decir que no es mucho? Es increíble, magnífico, no tenías por qué tomarte la molestia.

—Sí, sí tenía. No es sólo un regalo, Lauren —Leo la tomo de sus mejillas y la obligó a que mirara sus dulces ojos avellana—. Hay algo que tienes que saber antes de que te vayas, algo que no puedo esperar para decirte y la verdad lamento tanto el haberme dado cuanta tan tarde, nena.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —El corazón de Lauren comenzó a latir con fuerza. ¿Sería hoy el día? ¿Cuando ella debía dejarlo?

Pero ella jamás lo sabría porque en ese mismo instante en que quizá Leo le confesaría sus posibles sentimientos,una voz de mujer sonó por los altavoces del aeropuerto: "Pasajeros del vuelo 334 con destino a Escocia, por favor subir al avión. En cinco minutos comenzará el despegue"

Leo maldijo.

—Lauren, ¡no! ¡Espera! En serio es urgente que te diga esto, yo...

—¡Lauren Ross! ¿No escuchaste? ¡Ya despegará tu avión! —Catelyn llegó a donde ellos estaban y tomó a su hija del brazo—. Estoy segura de que Leo ya se despidió, ¡andando!

—No, mamá, espera, es que...

—¡Vamos, niña! ¡Que se te va el vuelo! —Las amigas de Lauren tampoco ayudaban.

—En serio lo siento, Leo. Prometo llamarte, ¿sí? Te quiero. —Antes de que pudiera objetar nada, ella besó su mejilla y salió disparada hacía su avión con los demás siguiéndole.

¡Maldición! La había dejado ir, había llegado demasiado tarde al aeropuerto, a descubrir sus sentimientos ¡A todo! Y ahora ella era libre de volver hasta con esposo e hijos si quería. Rezó brevemente a la virgen para que eso no ocurriera bajo ninguna circunstancias antes de golpear una pared con su puño.

¡Mierda, mierda, mierda! Se odiaba, odiaba a Lauren por haber elegido irse tan temprano, odiaba a las mujeres con las que se había acostado, odiaba a todos por haberla alejado de él ¡Odiaba al mundo que estaba en su contra!

Tomó su telefono y marcó a su mejor amigo, el cual contestó al instante.

—Amigo, ¿qué pasa?

—Lauren se fue, Billy. Se fue y no sabe que la amo, no pude detenerla... —¿Qué era aquel nudo en su garganta que de pronto no lo dejó hablar? ¿Y ese vacío que se formó en su pecho?—. Estoy loca y completamente enamorado de ella y ahora la perdí, porque volverá con alguien, estoy seguro. Ella es hermosa, divertída, inteligente... La mejor chica que conocí en toda mi vida y fui un idiota que no se dio cuenta antes.

—Mierda, Leo. Sabía que había algo entre ustedes dos y no es por echar sal a la herida pero, ella siempre te miró con otros ojos. Creíamos que te habías dado cuenta...

—¡Diablos, no! Jamás se me ocurrió hasta que... supe que podría perderla. Pero eso es algo bueno, ¿verdad? Quizá siga sintiendo cosas por mi al regreso y sino me aseguraré de que así sea.

—Esperemos que sí, amigo. De todas formas, estamos en el 2016, hallarás la forma de hablar con ella en este tiempo. Ahora ven a mi casa y distráete un poco, llamaré a los chicos.

—De acuerdo, ahí nos vemos.

Los amigos no mienten ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora