17: Pelea inesperada.

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Leo se quitó la máscara y golpeó con el puño la pared más cercana. Sabía que era ridícula la idea del admirador, sabía que podía estropearlo todo, ¿por qué rayos se había dejado arrastrar a esa loca idea? Dejo su mano apoyada contra el muro y cerró los ojos, tratando de calmarse. Aun así, ella no tenía idea de que todo el tiempo había sido él.

Un momento, ¿y si por eso había huido? ¿Y si se había dado cuenta y no quería saber nada con él? El pánico comenzó a apretar su pecho con fuerza. Se giró bruscamente al tiempo que las amigas de Lauren corrían a consolarla.

—Fantástico, torpe. Eres un genio en el romance —Le soltó Victoria.

Él la detuvo, tomándola del brazo, y le dedicó una mirada suplicante.

—Tienes razón, soy un asco. Pero debes ayudarme, tú y las otras chicas —dijo.

Victoria enarcó una de sus perfectas cejas.

— ¿Qué quieres?

—Averigua si sabe que fui yo, averigua todo lo que puedas. Dime si sigo con esto o si no, si pude lograr algo...

—Está bien, Brewer —Victoria se soltó de su agarre—. Pero lastímala o haz algo peor y te irá muy mal.

Y se fue hacía donde estaba su amiga. Leo soltó un suspiro. No estaba siendo para nada como había tenido planeado las cosas. Aunque tampoco es que lo hubiera pensado mucho pero definitivamente no esperaba ese cachetazo por su parte, él creía que era mejor en el arte de conquistar. Al parecer, estaba perdiendo su toque.

Billy llegó y lo palmeó en la espalda.

—Tranquilo, hermano. Me parece que tiene que volver Leo, ¿no crees?

Él asintió y corrió dentro a cambiarse. Lauren necesitaba a su mejor amigo.

***

Lauren Ross nunca se había sentido tan sucia. Luego de huir del lugar, había corrido de nuevo hacía el balcón. Aún trataba de descifrar qué era lo que sucedía en el fondo de su cabeza. Y no era solamente por su descarado beso a un completo extraño, sino también por aquel estúpido disfraz de nudista.

¡Estaba comprometida! ¿Cuál era la parte que no comprendía de ello? Se acabaron las noches de comportarse como una colegiala ingenua y hormonal, ¡era una adulta! ¿Qué era lo que buscaba enseñando tanta carne? ¿Qué pretendía? ¿Qué por vestir así Leo mágicamente se le declarara? No, no era tan fácil. Él la veía hasta como una hermana porque se había puesto todo guardabosques cuando la vio así. Era hora de que despertara, que dejara de guardar aquellas tontas esperanzas porque no iba a suceder. Era hora de que se comportara como una mujer que estaba a punto de casarse.

—Hey, nena... ¿Qué pasó ahí? —Tania apareció y le pasó uno de sus brazos por los hombros.

—Sucede que estoy en modo idiota, es todo —Contestó y se limpió una de las lágrimas.

— ¿Quién era él? —Preguntó Ashley, entrando, mientras Lauren dejaba descansar su cabeza en el hombro de Tania.

—Sinceramente, no tengo idea —sorbió por la nariz—. Y creo que eso lo hace peor.

 — ¿Lo dices por el beso? -Lauren asintió—. Está bien, nena, estás entre amigos, nadie te va a juzgar...

—Ashley...

— ¡En serio! Siempre puedes decir que estabas un poco pasada de copas o algo así.

Aquello hizo reír a Lauren.

— ¿Quieres contarnos qué pasó? -Tania acarició su brazo.

—Van a decir que estoy loca -respondió ella con una sonrisa ladina.

Los amigos no mienten ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora