18: Beso deseado.

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-¡¿A dónde estás, Lauren?

El grito inesperado de Derek la sobresaltó y borró todo rastro de su sonrisa. El tiempo con Leo se le había pasado volando y ella no estaba acostumbrada a tener que darle explicaciones a nadie o incluso a avisar su paradero. Esas eran cosas que las había dejado atrás con la adolescencia. Adoptó una seria expresión, al igual que su voz.

Leo sólo la observó, parecía preocupado y Lauren no quería eso. Así que se levantó, dejando de jugar y caminó hacía la ventana para poder alejarse un poco y tener privacidad.

-Responderé esa pregunta cuando bajes ese tono, Derek.

-¿Estás tomándome el pelo, Lauren? Te vas a una fiesta en no sé dónde, no vuelves en la noche y ni siquiera te molestas en avisarme que no regresaras. ¡No tengo idea de dónde estás o con quién pasaste la noche! -Derek comenzó a gritar otra vez y ella pudo escuchar como luchaba por mantener el control. Aunque no le estaba saliendo bien-. ¿Cómo te sentirías si la situación fuese al revés?

Lauren abrió la boca para contestar pero las últimas palabras de Derek calaron hondo en su mente. En eso él tenía razón, a ella no le habría gustado nada y eso era porque Derek no sabía nada acerca de su pequeño desliz con el príncipe misterioso la noche anterior. Ni va a saber, susurró aquella vocecita molesta otra vez, ¿desde cuándo eres tan egoísta que no sólo lo engañas, sino que también te vas a pasar la noche con el hombre que en realidad amas sin siquiera decirle? Las lágrimas aparecieron en el rostro de Lauren, quién se había quedado en silencio. Leo, quién nunca dejó de mirarla, se acercó a ella preocupado por su expresión. Lauren alzó su mano en una súplica de que se detuviera, aún no había terminado con Derek.

-Tienes razón... -su voz se quebró e hizo un intento desesperado por recomponerse. La culpa la comía por dentro. Carraspeó y continuó-. Yo... Lo siento mucho, Derek. Volveré a casa y hablaremos, estas cosas no se discuten por teléfono.

Dicho esto, cortó sin esperar contestación. Iría rápidamente a su casa e intentaría solucionar las cosas, se lo debía. Diablos, ¿cómo cometía tantas estupideces tan seguidas? Limpió su rostro de una vez y agarró la cartera que había llevado. Dio gracias a que Victoria le había prestado ropa porque moriría si tenía que volver vestida con ese estúpido disfraz. O peor: con ropa de Leo. De seguro no ayudaría nada en su situación.

-Alto, ¿ya te vas? Pero, ¡espera! ¿Por qué llorabas?

Lauren le dirigió una sonrisa triste y se detuvo para mirarlo.

-No estoy siendo justa con Derek, Leo. No se merece lo que le hice, nadie lo hace.

Leo caminó hasta ella una vez más y tomó entre sus manos el rostro de Lauren, como si sostuviera lo más preciado del mundo.

-Hey, está bien, no es lo más grave del mundo, a cualquiera puede pasarle... Solamente fue un pequeño beso, no hay de qué alarmarse...

-Leo... -Lauren rodó los ojos y se quitó las manos de su amigo-. Escucha lo que dices, por favor, no tiene sentido. Si supieras que otra persona lo hizo, que no fuera tan cercano a ti, ¿pensarías lo mismo -ella lo miró atentamente y el rostro de Leo contestó por sí sólo-. Exacto, no está bien. Nos vemos, Leo, gracias por todo, nos estaremos hablando -besó su mejilla antes de salir por la puerta.

Leo se quedó ahí en el lugar, sin saber qué pensar. No se arrepentía de nada de lo que había hecho. ¡Por favor! ¡Había besado a la chica que amaba! ¿Cómo podía arrepentirse de eso? Sin embargo, se sentía egoísta. Él lo había disfrutado a expensas de ella. Lauren se sentía culpable, se sentía mal y todo porque era un cobarde que no se animaba a entregar su corazón a su mejor amiga por miedo al rechazo. Aún sabiendo que ella sentía algo por él antaño... Lauren quería a Derek, había visto en sus ojos lo mucho que le dolía lastimarlo y eso era más que lo que Leo podía soportar.

Los amigos no mienten ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora