24: Confesiones.

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Natalie salió del baño con el corazón latiendo a mil por hora. No podía creerlo, no podía ser cierto...

En las últimas semanas constantes vómitos la habían molestado, pero no creyó que fuera nada grave, ella siempre fue de comer cualquier cosa a la hora que quisiera y no era extraño que todo eso le cayera mal, no tenía estómago de hierro. La preocupación inició cuando el período no le vino el día que tenía que venir.

Siempre había criticado a esas chicas que esperan hasta el último día para comprobarlo y ella no quiso ser una de esas. Así que a la primera sospecha no lo pensó demasiado y se dirigió a comprar una prueba de embarazo, no quería estar los siguientes días torturándose por la intriga. Entonces corrió a su casa a hacerlo y el resultado le dio un cachetazo como ninguna otra cosa.

Estaba tan confiada en la imposibilidad de un embarazo que no pensó cómo sería la situación si el test daba positivo y ese, justamente, fue el resultado. Natalie estaba embarazada de Derek McCallum.

¿Qué diablos iba a hacer? ¿Qué haría él cuando se enterase? Porque Derek tenía que saberlo, ¡era el padre! Y ella iba a necesitar mucho de él. Aunque, si ella recordaba los últimos días que había pasado junto al escocés, él se mostraba muy cariñoso. Habían tenido relaciones numerosas veces y estaban muy pendientes uno del otro. Se habían hecho muy cercanos, de eso ella estaba muy segura. Así que quizá ella estaba preocupada por nada.

O quizá todo salía mejor de lo que ella esperaba y Derek se olvidaba de Lauren de una vez por todas. La elegiría a ella y formarían una familia. Derek siempre quiso una familia, se lo había dicho, y ella sería quien se la daría, no Lauren. Al escocés no le faltarían razones para quererla. Natalie también quería una familia. Eso es lo que siempre había querido y lo único que buscaba: alguien que la quiera y la contenga.

Mucho más animada por estos pensamientos, esbozó una sonrisa y tocó su vientre. ¡Dentro de ella crecía una vida! Un pequeño bebé que la amaría porque era su madre. ¡Ella era una mamá! De pronto, eso la hizo sentir un calor recorrer su cuerpo. Sí, definitivamente ya amaba a esa criatura y estaba segura de que su padre lo haría igual.

Con la prueba en su mano, agarró su bolso y la guardó ahí. Debía verse con Derek hace diez minutos, ya iba tarde pero llegaba con buenas noticias.

Salió de su casa y paró el primer taxi que vio. Se encontraba muy apurada y ansiosa al respecto, no podía dejar de sonreír. Finalmente el automóvil llegó a destino, así que le pagó lo que correspondía y salió directo a la casa de Derek.

En realidad, era la casa de Lauren porque desde que ellos se separaron fue ella la que se mudó temporalmente y él aún no dejaba la casa. Una vez allí, tocó la puerta nerviosa y esperó a que el rubio la atendiera.

-Cariño, al fin llegas -sonrió seductor en cuanto atendió la puerta-. Supongo que tendrás una buena explicación.

Se hizo a un lado para que ella pasara y Natalie entró dirigiéndole una sonrisa altanera. Tenía una excelente explicación. Derek cerró la puerta tras él y se dirigió a su estudio esperando que ella los siguiera.

-¿Cómo estás, querida? -preguntó una vez allí, sirviéndose un vaso de bourbon.

-Tengo excelentes noticias, creo que las cosas están saliendo cada vez mejor para nosotros, Derek -respondió ella mientras se sentaba en el borde del escritorio.

-¿Ah sí? ¿Más buenas noticias? Sabía que hoy iba a ser un buen día -dijo y tomó de la cintura a la castaña antes de devorar sus labios de una sola vez.

Cuando se separaron, la sonrisa de Natalie se amplió, cada vez se convencía más de que Derek sí querría al bebé. Dejó su bolso a un lado de ella, lo abrió y sacó la prueba de embarazo con el corazón desbocado.

Los amigos no mienten ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora