Derek McCallum colgó el teléfono en cuanto terminó la llamada de negocios que lo había tenido ocupado toda la mañana. Mientras Lauren se reunía con un posible organizador de su boda, él se dedicaba a seguir dirigiendo su empresa desde lejos.
Exhaló el aire contenido y cerró sus ojos antes de masajearse las sienes. Estaba muy estresado, el trabajo lo estaba volviendo loco y su situación sentimental no era muy optimista. Natalie le había enviado un mensaje que decía que había visto a Lauren y Leo hablando...demasiado juntos.
Miles de sentimientos lo embargaron en el momento en el que se enteró, pero había uno que predominaba: la ira. La rabia, la furia. ¿Qué diablos hacía su prometida hablando con él si se supone que estaba empezando a organizar su boda? O eso era lo que le había dicho a él. ¿Y si lo estaba engañando? ¿Y si la pelea había sido todo un truco para tapar que se veían a escondidas?
No, alto. No iría por ahí. Intentó recordar sus clases de manejo de la ira... ¿Cómo iba el ejercicio? Ah, sí. Contar... 1, 2, 3, 4, 5... Respiró profundamente y logró calmarse.
El breve episodio trajo muchos recuerdos a su memoria, esta no era la primera vez que le pasaba. Sus problemas de manejo de la ira empezaron en su adolescencia, hacía desastres con cada cosa que no era de su agrado. Incluso llegó a hacer estupideces de las que se arrepentía bastante... Pero eso había quedado atrás. En cuanto se comprometió con Lauren, juró que ella jamás vería esa faceta. Juró que ella jamás conocería su pasado.
En ese momento, el celular volvió a sonar, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos y lo sobresaltó. Se fijó quién era y vio que Natalie llamaba así que decidió atender, quizá tenía más noticias sobre lo que su prometida estaba haciendo.
—Dime.
—Pues, al parecer solo fue una charla. No los he vuelto a ver juntos... Luego de que hablaron, ella se fue a esa reunión de la que me hablaste —La voz de la castaña sonaba algo cansada desde el otro lado de la línea.
Derek sonrió. Sabía que su amada no lo engañaría con ese idiota y se odió por haber pensado así de ella.
— ¿En serio los estás siguiendo?
—Te dije que había que mantener un ojo en ellos, así es como estás un paso adelante.
—Tienes razón, lo admito —Contestó el rubio, sin abandonar su sonrisa. —Nos estamos hablando, Natalie.
Y luego colgó. Mucho más tranquilo y relajado, se dedicó de lleno al trabajo, esperando que Lauren llegara. Había salido temprano y aún no regresaba. Sólo por eso aún le rondaba cierta idea en la mente sobre a dónde rayos estaría ella.
***
Leo Brewer sonrió satisfecho a su mejor amigo.
—En serio, juro que aún no sé cómo lo lograste.
Mateo Martínez soltó una carcajada y se encogió de hombros simulando indiferencia.
—Muy simple, amigo. Te dije que te ayudaríamos y aquí estamos –El morocho palmeó el hombro de su amigos, sonriendo aún más ampliamente.
—Ustedes son increíbles, de verdad.
Leo miraba hasta con adoración a su mejor amigo, pero supo que debía concentrarse. Si bien sentía la victoria cerca, era de su amiga de toda la vida de quién estaban hablando. Y la cosa pintaba demasiada seriedad.
Mateo había venido a su apartamento hacía unas horas para contarle todo lo que habían logrado descubrir sobre el sospechoso escocés y prometido de Lauren. Al parecer, Dylan tenía parientes lejanos allí (Leo debería haberlo supuesto por el cabello pelirrojo) y viajó hasta Escocia en esos días en los que estuvo peleado con Lauren. Una vez allí, empezaron su investigación.
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Los amigos no mienten ©
Romance[GANADORA DE LOS WATTYS 2017 CATEGORÍA INNOVADORES] [GANADORA DEL PRIMER LUGAR DE LOS LOST WORDS AWARDS CATEGORÍA ROMANCE] De la amistad al amor, hay un solo paso. O al menos eso le pasó a Lauren Ross, una profesora sustituta de música que está perd...