****ADRIENNE****
—Mi señora, despierte—repetía una dulce voz pacientemente por tercera vez.
Abrí los ojos parpadeando varias veces hasta conseguir acostumbrarme a la luz. Las cortinas de la cama habían sido corridas y un rayo de sol bañaba mi rostro proporcionándome algo de calor. Al contra luz pude distinguir una fina figura que conocía a la perfección, Ann, mi doncella personal, amiga y la culpable de la interrupción de mis sueños.
—¿Ocurre algo, Ann?—pregunté mientras me incorporaba e intentaba despertarme por completo.
Era inusual que Ann me despertara tan temprano por lo que debería de haberme sentido alarmada, pero tenía demasiado sueño como para pensar de manera clara. El cielo se encontraba teñido de distintos tonos de naranja y rosa. Aún estaba amaneciendo.
—Su majestad me ha ordenado traerle sus deseos. Debéis presentaros en su alcoba de inmediato, mi señora. Según el tono de su majestad se debe tratar de un asunto de extrema importancia—por más que Ann lo intentase ocultar, su rostro era la clara representación de la preocupación. Algo grave debía de estar pasando. La miré de manera inquisitiva en busca de más información acerca de ese asunto que tanto la preocupaba y tan importante era como para interrumpir mis preciadas horas de sueño—. Le he comunicado todo lo que se, mi señora—respondió Ann ante mi mirada. Asentí con la cabeza.
—Pásame la bata. No quiero demorarme preparándome para estar presentable.
Mientras salía de la cama, me estiraba y me calzaba, Ann cogió rápidamente mi bata de color azul oscuro y se acercó a mí para ayudarme a ponérmela sobre el camisón de dormir. No era muy apropiado que una princesa fuera con una simple bata cubriendo el camisón por el castillo, pero por el nerviosismo de Ann intuía que el asunto a tratar con mi madre era de suma importancia y urgencia. Además, la curiosidad era una de mis múltiples cualidades. La intriga había ganado esta batalla.
Recorrí con paso tranquilo el largo pasillo de piedra cubierto de tapices de toda temática y color hasta encontrarme ante la imponente puerta de caoba de la alcoba de mis padres. Siempre me había fascinado aquella puerta con relieves detallados y preciosos que narraban batallas importantes del pasado. Llamé a la puerta y, al instante, la doncella de mi madre, Jane, abrió la puerta de la antecámara para conducirme ante una segunda puerta algo menos imponente que llevaba a la alcoba de mis padres.
Mi madre se encontraba sentada en la silla del escritorio de mi padre. Su precioso y largo cabello dorado le caía suelto. Estaba tan perdida en sus pensamientos que no se dio cuenta de mi presencia hasta que Jane cerró la puerta de la alcoba dejándonos a mi madre y a mi solas en la habitación. Fue entonces cuando volvió su rostro hacia mí y pude distinguir el cansancio y la preocupación que bañaban sus ojos marrones claros. En aquel instante la Reina aparentaba más años de los que en realidad tenía.
—¿Me requerías, madre?—inquirí algo intranquila.
Me hizo un gesto con la cabeza para que me situara más cerca de ella. Si acaso se dio cuenta de mi vestimenta, o en realidad, falta de ella, no hizo ningún comentario al respecto.
—Ha llegado un cuervo con un mensaje desde una aldea cercana a Arsyas—informó mientras tendía un pergamino hacia mi. Lo cogí de su mano y comencé a leerlo—. Varios mensajeros acaban de partir de castillo en busca de los miembros del Consejo. He decidido convocar una reunión del Consejo. Necesitamos una solución urgentemente. Pero antes de debatir el asunto ante el Consejo, quería comunicarte la noticia individualmente y conocer tu opinión al respecto.
Mi madre esperó pacientemente hasta que terminara de leer el pergamino y formara mi opinión sobre aquel asunto.
—En lo que a mi respecta madre, opino que nos encontramos ante una de la numerosas artimañas del Rey Günther de Gasilia. No creo que la presencia de las tropas del Rey Günther supongan una amenaza real para los aldeanos de dicha zona. El Rey de Gasilia quiere probarnos y vernos fracasar. Intenta que o bien, actuemos y caigamos en sus provocaciones, o que no actuemos y nos mostremos débiles de cara al resto de reinos del continentes y también de cara a todas personas que habitan en nuestro reino. Creo que deberíamos mostrar nuestro poder, pero sin sobrepasar los límites de los Antiguos Tratados—respondí tras sopesar durante unos minutos en mi mente las distintas posibilidades y las posibles consecuencias que podrían desprenderse de ellas.
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La Princesa de Hielo
FantasyEl continente de Erelín está dividido en cinco reinos que mantienen la paz. ¿Pero será esta paz duradera? Las familias que gobiernan cada reino lucharán por tener mayor poder que las demás. Un juego peligroso en el cual participan personas dispuesta...