****ADRI****
Salí al patio del castillo donde estaban esperando 50 hombres armados y a caballo. Yo no llevaba armadura, puesto que mi madre defendía que al ir yo de representante estaría mal visto que fuera armada. Se podría interpretar que en realidad lo que buscaba era la guerra. Además estaba mal visto que una mujer luchara y llevara armadura. Por lo que llevaba un vestido azul marino con detalles en plata, debajo de éste, un pantalón de cuero para que me fuera más cómodo montar a caballo. Vestía unas botas de cuero marrón altas y una capa gris oscura con pelo de oso en la parte del cuello para que me abrigara.
—¡Adriii!—gritó una conocida voz.
Me giré y vi como mi hermana pequeña se dirigía hacia mi corriendo. Su pelo dorado rizado se movía suelto a su alrededor y sus mofletes estaban rosados debido a su carrera. Sus pequeños ojos verdes me miraban con preocupación. Cuando se acercó a mi la agarré y aupé en brazos.
—No quiero que te vayas —balbuceó mientras me abrazaba.
—Tranquila pequeña, enseguida estaré de vuelta—respondí para tranquilizarla mientras le acariciaba el pelo—. ¿Me perdonas si te traigo un regalo, Aileen?—pregunté mientras jugaba la baza del regalo. Se parecía mucho a Alyssa físicamente, pero de personalidad eran completamente distintas.
—¡Siii!—exclamó mientras sus verdes ojos se iluminaban—. Pero vuelve pronto Adri.
—Oye, ¿quién te estaba cuidando?—la pregunté. Solo tenía cinco años, por lo que siempre había alguien cuidando de ella.
Aileen se puso roja y enterró la cara en mi cuello. La iba a volver a preguntar cuando aparecieron Lorelei y Damara, otras de mis hermanas pequeñas. Eran gemelas. Las dos tenían el pelo de color marrón chocolate y ondulado, y sus ojos eran marrón avellana. La única diferencia entre ellas era que Damara tenía un lunar pequeño al lado del ojo derecho.
—Chicas...—empecé regañándolas.
—La teníamos vigilada Adri, lo que pasa es que al final del pasillo ha empezado a correr hacia ti como una loca—intervino Lorelei.
—Y no hemos corrido detrás de ella porque te hemos visto en el patio y sabíamos que iba a ir hacia ti—terminó Damara la explicación que había comenzado su hermana gemela.
—¿Y si se llega a encabritar algún caballo y va hacia ella?—repliqué. Sabía que me estaba poniendo en el peor de los casos y que estaba regañando aún más que mi madre a mis hermanas, pero siempre había sido muy protectora con todas mis hermanas—. Tener más cuidado la próxima vez—dije esta vez con un tono más dulce mientras pasaba a Aileen a los brazos de Damara.
—Cuídate—me advirtió Damara.
Asentí y sonreí a mis dos hermanas mientras ellas me devolvían la sonrisa. Me iba a girar para dirigirme hacia mi caballo cuando vi que por el pasillo venían mi madre, con mi hermana Selene a su lado agarrándole la mano y Alyssa al otro lado de mi madre. Parecía que iba a tener una reunión familiar. Solo faltaba mi padre para estar toda la familia al completo. Parecía que el hecho de que saliese sin la compañía de mi padre de la ciudad ponía nerviosos a todos. Selene, que tenía ocho años, soltó la mano de mi madre y se me acercó. Me agaché para estar a su altura. Me abrazó fugazmente y se separó de mi. Sus ojos verdes miraban al suelo, mientras su mano trazaba círculos en un mechón de su pelo negro.
—¿Volverás pronto?—sollozó Selene.
—En seguida estaré de regreso en casa—dije mientras le ponía una mano en el hombro. Selene levantó su mirada hacía mi y pude ver como sus ojos verdes estaban encharcados. La atraje hacia mi y la abracé—. En cuanto vuelva jugaremos todas al escondite por el castillo, pero no se lo digas a madre eeeh.
Se apartó de mi con una pequeña sonrisa y volvió al lado de mi madre. La reina me miró y asintió, noté en su mirada que confiaba en mi plenamente. Asentí de vuelta hacia ella y me dirigí hacia mi caballo haciendo caso omiso de Alyssa. Pero de repente algo se me hechó encima y me tiró al suelo. Me giré mientras recibía lametazos en la cara.
—¡Amarok, ya vale!—dije entre risas mientras me levantaba apartando a mi mascota de encima. El inmenso lobo blanco tenía fijos sus ojos azules en mi. Quería venir conmigo pero mi madre lo había prohibido, no quería que algún soldado enemigo hiciera algún gesto amenazante hacia mi y que mi lobo lo atacara provocando la guerra—. Tienes que quedarte aquí pequeño, no puedes venir conmigo—dije dulcemente mientras le acariciaba la cabeza—. Quédate aquí — dije con un tono más autoritario.
Tenía a Amarok desde los 12 años. Un día mi padre había salido de caza y se encontró a una cría de lobo herida y sola. Como no había rastro de su madre la trajo al castillo para curarla y para que yo la viera. Mi padre sabía que siempre había querido ver a un lobo. Además no era un lobo corriente, era un lobo del norte. Una raza más grande. Amarok medía de alto alrededor de 190 centímetros, y su longitud era algo mayor a dos metros y medio. Pesaba alrededor de 100 kilos. Me había encariñado rápido del lobo, por lo que cuando se curó mi padre dejó que me lo quedara. Además Amarok tampoco quería separarse de mi. Esto a mi madre no le hizo mucha gracia, decía que porqué no podía tener una mascota de señorita como mi hermana mayor, la cual tenía una lechuza de nieve. Pero mi padre intervino a mi favor, siempre he guardado la sospecha de que él también se encariñó de el lobo enseguida.
Me dirigí hacia mi caballo dando la espalda a un triste Amarok. Me subí en Strategos, mi caballo desde hace seis años. Es uno de los más grandes del reino y muy veloz. Su pelaje era negro oscuro con una mancha blanca con forma de rombo en la frente. Sus crines negras largas las llevaba sueltas en ese momento. Hice girar a Strategos para ponerme de cara a toda la tropa, que eran cincuenta hombres.
—¡En marcha!—ordené con voz autoritaria — Nos quedan cuatro días largos de camino.
Volví a girar a mi caballo en dirección a la puerta de salida mientras que los soldados de la muralla subían la reja de ésta. A mi lado se puso el joven conde Wymond, segundo general del ejército. Cruzamos la puerta pero no me giré a mirar una última vez a mi familia antes de irme. Tenía que demostrar que estaba segura de mi misma y que podía encargarme del asunto sin problemas. La verdad era que no estaba nada nerviosa para ser la primera vez que guiaba a una tropa sola. Era raro pero estaba bastante confiada y tranquila. Me erguí completamente en la silla y encabecé mi primera misión sola.

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La Princesa de Hielo
FantasiaEl continente de Erelín está dividido en cinco reinos que mantienen la paz. ¿Pero será esta paz duradera? Las familias que gobiernan cada reino lucharán por tener mayor poder que las demás. Un juego peligroso en el cual participan personas dispuesta...