Capítulo XXXV

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*ELRIC*

Al igual que yo, Aeron a mi lado aplaudía sin gana alguna tras el triunfo de Damon como campeón del torneo de justa. Si aquel pavo real no se creía ya superior a todos aquella victoria definitivamente incrementaría su ego.

El rey Günther coronó al príncipe Damon con una corona exactamente igual a la que llevaba Adri en esos momentos. El principito comenzó a dar la vuelta de la victoria sonriendo con una sonrisa llena de superioridad. Las doncellas caían en suspiros cuando el joven príncipe les dedicaba una simple mirada. No entendía como aquellas muchachas no podían ver más allá de las riquezas y el aspecto. 

Paré ya de aplaudir puesto que algunos nobles habían ya dejado de hacerlo. La verdad que la falsedad de la corte no iba nada conmigo. Esa era una de las razones por las que me había costado aceptar la propuesta del rey Iulianus. Pero soportaría encantado la falsedad de la corte si Adri estaba a mi lado. 

Fijé mi vista en Adri que se encontraba unas cuantas filas por delante mío hacia la izquierda. Se había sentado con una princesa de otro de los reinos según me había contado Aeron. Adri mantenía su espalda recta y aplaudía educadamente, aunque yo sabía perfectamente que preferiría dar otro uso a esas manos como ahogar al príncipe Damon y no alabar su estúpida victoria en el torneo de justa. 

El príncipe Damon estaba terminando de dar la vuelta de la victoria, pero antes paró su caballo junto a un paje para coger una rosa roja y dirigirse hacia la grada principal. No conocía las costumbres de la corte, pero si aquella, puesto que numerosas historias llegaban a las aldeas acerca de las justas y el momento de coronar a la reina de la hermosura. Sentía curiosidad por saber a quien se la entregaría. Seguramente que a alguna noble del reino de Gasilia, siempre habían corrido rumores de que pocas noches las pasaba solo. Aunque igual se le entregaba a alguna princesa de otro reino para intentar ganarse si favor y así ir consiguiendo aliados en contra del reino de Arkadia. 

Mi corazón se saltó un latido cuando el príncipe Damon con su sonrisa prepotente se paró justo delante de Adri. No podía ser tan cara dura como para darle la rosa a Adri después de todo por lo que la había hecho pasar. Seguro que estaba equivocado y se lo daría a la princesa sentada junto a Adri para así humillar indirectamente a Adri en ese juego mental que había entre ellos dos. 

—Os entrego esta rosa como a la mujer más hermosa de todo el torneo y todo el continente— comenzó su patético discurso con una sonrisa inocente entregando la rosa a Adri. Apreté los puños fuertemente a mi lado. 

—Será malnacido—juró por lo bajo Aeron al lado mío.

Al parecer a ninguno de los dos nos había hecho ninguna gracia aquel gesto. No es que fueran celos, si no el hecho de que Damon parecía divertirse jugando con Adri. Aquello me molestaba y mucho. Tenía una fijación por Adri que no me gustaba nada. Solo los dioses sabían de lo que sería capaz de hacer ese bastardo. 

—Que ambos seamos los grandes ganadores de este torneo debe ser una señal, ¿no creéis princesa Adrienne?—continuó falsamente. Una señal de los dioses no te jode pensé para mis adentros—. Me rindo ante vuestra belleza solo comparable con la de los dioses y os dedico esta rosa con toda mi admiración. Sería todo un honor que la aceptarais princesa Adrienne—ofreció para terminar con su discurso adulador. No estaría mal que los dioses oyesen aquel comentario. Sería interesante conocer cual era su opinión de que un mortal comparase su belleza con la de otro mortal de manera tan abierta y delante de tanta gente. 

Me hubiera gustado ver el rostro de Adri en ese momento y ver que pensaba, pero por desgracia estaba de espaldas a mí. Aunque ahora que lo pensaba bien no creo que hubiera sido muy diferente el hecho de ver el rostro de Adri o no en ese momento para saber lo que pensaba. En ese momento, quien se encontraba sentada en aquellas gradas ante el príncipe Damon era Adrienne Borela, la princesa de hielo, y no mi Adri. Tendría puesta su máscara fría no dejando pasar ningún tipo de emoción. 

La Princesa de HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora