****ADRI****
—Buenos días princesa—me despertó una voz. Abrí los ojos esperando encontrarme a Aeron, pero en vez de ello unos bonitos ojos color avellana me miraban desde lo alto.
La realidad cayó sobre mi como un balde de agua helada. No estaba en mi cama del castillo con mi familia y amigos cerca de mí. La nostalgia se redujo al recordar mi conversación de ayer por la noche con Elric; me acompañaría todo el camino hasta casa. Sobre ese tema tenía sentimientos encontrados. Por un lado agradecía la compañía durante todo el trayecto, pero por otro lado odiaba poner a gente en peligro por mi culpa.
—Buenos días Elric—respondí mientras me estiraba. De repente me alarmé ante sus palabras—. ¿Princesa? ¿Por qué me llamas así?—pregunté intentando ocultar la intranquilidad en mi voz. Se rió ante mi pregunta.
—Ya te lo expliqué la otra noche. Yo soy tu caballero andante, por lo que tu eres una princesa.
—No necesito tu ayuda—repliqué alzando la ceja izquierda. La verdad era que su respuesta me había tranquilizado.
—Por más que te cueste reconocerlo sabes de sobra que sin mi no puedes vivir, princesa—me respondió con una sonrisa de lado.
—He vivido diecisiete años sin ti felizmente.
—Pero ahora que me has conocido ya no puedes vivir sin mí—me contestó con esa sonrisa de lado aún en su rostro. Sus ojos brillaban de diversión y se podía ver suficiencia en su cara. La verdad es que esa sonrisa revolvió algo dentro de mí. No podía negar que era muy apuesto.
—Tienes razón, si paso más de un segundo sin ti a mi lado me muero—respondí con sarcasmo mientras ponía los ojos en blanco. Un beneficio de no ser ahora mismo la princesa Adrienne era que no tenía que preocuparme por poner o no los ojos en blanco, gesto que molestaba siempre a mi madre.
Echó la cabeza hacia atrás soltando una melodiosa carcajada. Me levanté ignorándole y me arreglé la ropa que llevaba mientras comenzaba a trenzarme el pelo de lado. Fijó sus ojos en mí para luego centrarse en sacarse las tabas de los dedos de las manos. No le conocía casi, pero sabía que algo le preocupaba.
—¿Qué problema hay?
—Eee...¿problema? ¿Qué problema?—se mordió el labio inferior.
—Estás nervioso por algo—le miré fijamente para sacarle que era lo que le preocupaba. Suspiró.
—¿Te acuerdas de el plan de enviar una carta a mis padres para que estuvieran tranquilos?
—Si me acuerdo—respondí confusa. Seguía sin comprender cual era el problema.
—Pues que con la emoción del momento no me acordé de que no se escribir ni leer, y mis padres lo mismo—dijo bajando los ojos al suelo y mordiéndose otra vez el labio. Debía de ser un tic nervioso.
Estuve unos segundos sopesando mentalmente todas las posibilidades y sus consecuencias e inconvenientes. Elric al ver que no respondía levantó la vista hacia mí. Abrió la boca para decir algo pero se debió de dar cuenta de que estaba maquinando un plan, así que guardó silencio para no interrumpirme.
—¿En tu aldea hay alguien que sepa leer?—pregunté a Elric.
—Sii, hay un anciano que antes vivía en la capital ¡Además es gran amigo de mis padres!
—Pues entonces problema solucionado. Mandaremos una carta a ese anciano y que él le explique su contenido a tus padres. Tenemos que ser cuidadosos con las palabras que usemos para no poner en peligro a tus padres—expliqué con una sonrisa de suficiencia en la cara.
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La Princesa de Hielo
FantasyEl continente de Erelín está dividido en cinco reinos que mantienen la paz. ¿Pero será esta paz duradera? Las familias que gobiernan cada reino lucharán por tener mayor poder que las demás. Un juego peligroso en el cual participan personas dispuesta...