Capítulo XIX

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****ELRIC****

Agarré la mano de Adri mientras me dirigía hacia la cama. Me tumbé hacia un lado invitándole así a que se tumbara junto a mí.

—Ahora es hora de que nos tomemos un descanso después de tantos días intensos. Relájate Adri y disfruta de la vista.

Adri asintió y sin dudarlo se tumbó junto a mi. Pareció conseguir relajarse al fin. Sus preciosos ojos de color hielo se encontraban perdidos en el horizonte. Aunque la vista era preciosa yo no podía apartar mis ojos de ella. Era la muchacha más hermosa que conocía. La había visto cansada, sudando, con el pelo revuelto y manchada y aún así mi opinión sobre su belleza no cambiaba. Adri debió de notar mi mirada porque se giró hacia mi.

—Esta vista es aún mejor—no pude evitar que una gran sonrisa cruzara mi cara. Para mi sorpresa, Adri me devolvió la sonrisa—. Eres preciosa Adrienne.

Era la primera vez que la llamaba por su nombre. La verdad es que me gustaba como sonaba. Una sonrisa aún mas grande apareció en su hermosa cara. Era preciosa. No podía apartar la vista de ella. Sentí como unas mariposas en el estómago. De golpe recordé lo que me había respondido mi madre cuando le pregunté como sabía uno que estaba enamorado. Ella me dijo que sentías mariposas en el estómago. Me asusté. No podía enamorarme de Adri. Ella era de la nobleza, y nada menos que la futura heredera de Arkadia. ¿Y yo? Yo era un simple campesino que trabajaba en la posada de sus padres en un pequeño pueblo de Gasilia.

—Ahora te toca hablarme un poco sobre ti—interrumpió mis pensamientos con una gran sonrisa. ¡Dioses! ¡¿Cómo iba a poder olvidarme de ella con esa preciosa sonrisa?!

—No, no, no—respondí recobrando la compostura—. Antes tengo un par de preguntas para ti. Ésta vez no las vas a poder evitar—sonreí de lado. Tenía muchas preguntas para ella que antes no había podido preguntarle.

Adri puso los ojos en blanco pero no hizo ningún comentario. Me tomé eso como que aceptaba mis preguntas.

—Cuando escribiste la carta a mis padres, no escribiste con tu mejor letra, ¿verdad?—su letra no me parecía la de una princesa. No entendía mucho de ello pero había visto libros, a pesar de no poder leerlos, con letra más bonita.

Adri negó con la cabeza antes de responder.

—Mi caligrafía es más elegante y pequeña. Suelo escribir en cursiva. Pero si escribía con mi caligrafía habitual cualquier que lo viera se iba a dar cuenta de que mi tapadera no era creíble.

Asentí pensativamente. Chica lista. De esta manera no relacionarían a mis padres con Adri. Se había preocupado de no ponerles en peligro.

—Te acuerdas de...—me paré. Las palabras no me salían al rememorar aquella escena. Adri frunció el ceño por la confusión pero apoyó una mano sobre mi hombro para darme ánimos. Cogí aire—. ¿Te acuerdas de nuestra pelea contra Piers? Yo jamás había matado a nadie antes, pero tu hablaste como si ya lo hubieras hecho. ¿Cuándo fue tu primera vez?

Adri apartó la vista de mi mirando al techo del camarote. Sus ojos adquirieron un tono más frío al rememorar aquel momento. Quizás no había sido muy buena idea hacer que rememorara aquel momento, aunque sabía de sobra que Adri era fuerte y nada podía con ella.

—Tenía quince años. Salí con Amarok y Strategos al campo. Era la primera nevada del año. Tengo un estúpido ritual. En Arkadia existen dos colinas que son igual de altas, en una de ellas se encuentra Belmona, mientras que en la otra, que se encuentra a una hora a caballo, hay un obelisco en honor a la diosa Arsya. Cada año, con la primera nevada, voy allí a contemplar los bosques nevados y praderas. Y ese año no fue una excepción. Estaba perdida observando las preciosas vistas cuando oí relinchar a Strategos. Me giré y vi a un joven que tendría tan solo un año más que yo intentando robarme a Strategos. Pero mi caballo no se dejó. Fui a ahuyentarle pero el muchacho se me encaró. Sacó un cuchillo y me amenazó. Estaba dispuesto a matarme a cambio de robar a Strategos y sacar una buena cantidad de dinero. No le iba a dejar robarme mi caballo. Muchos no lo entienden, pero Amarok y Strategos son para mi parte de mi familia. Les quiero mucho. Así que me tuve que enfrentar a él. Amarok no estaba para defenderme. Le avise de que se fuera, que no quería matarle, y que le daría una buena cantidad de dinero, pero no me hizo caso y me atacó. En un instante sangre comenzó a caer por su boca abierta. Le había atravesado el estómago con mi espada. Ni siquiera le maté conscientemente, fue mi instinto y años de entrenamiento con la espada. Vi como la luz se extinguía en sus ojos. Tuve pesadillas continuas con su muerte durante más de un año, hasta que vino mi segunda muerte. A partir de ahí las pesadillas cesaron. Ya sólo las tengo esporádicamente. 

La Princesa de HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora