La Princesa de Hielo

Capítulo XVIII

****ADRI****

Caminaba entre la muchedumbre con mucho cuidado de no chocarme contra nadie para llamar la atención. Me era bastante difícil andar entre multitudes de esta forma. Cuando estaba entre tanta gente siempre era yo la que iba a caballo y mirando al frente. Odiaba no poder controlar todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Pero si levantaba la vista podía atraer problemas. Por los pelos evité chocarme con mercaderes en dos ocasiones. A esas horas el puerto bullía.

Recé a Dai para que nos ayudara a llegar hasta el barco sin problema alguno. Los problemas de esta última semana eran ya suficientes por un mes, o incluso por toda mi vida. Pero parecía que a Dai no le caía muy bien.

—¡Alto! Deténgase señor—ordenó una voz.

Me paré luchando con mi instinto de levantar la vista. No veía nada pero podía oír como un sonido de metales entrechocando se acercaba a nosotros. El ruido debía de ser de la armadura de los guardias.

—¿Qué es tan importante como para interrumpir mi marcha?—preguntó con arrogancia Elric. La verdad es que se había metido bastante bien en el papel y estaba consiguiendo mantener los nervios a raya.

—Ehh...son órdenes del rey que controlemos el puerto. Lo siento, pero tenemos que controlar a todos—tartamudeó el segundo soldado. El tono de Elric le había puesto nervioso.

—¿Acaso no sabéis quién soy?—continuó Elric con la actuación. Los soldados no respondieron así que Elric continuó—. Soy el Conde de Rabbitwood. Y llevo prisa, así que si no tenéis nada más que decir caballeros, me gustaría proseguir con mi marcha.

—Lo sentimos Conde Rabbitwood, no os hemos reconocido. Además no parece que haya nada inusual. Podéis continuar con vuestra marcha.

—Caballeros—se despidió Elric—. ¡Continua muchacho!—gritó en mi dirección.

Asentí sumisamente y continué con la marcha. No me lo podía creer, habíamos conseguido pasar a los guardias. Parecía que la suerte había cambiado en nuestro favor por primera vez desde hacía días. Me dirigí hacia la gran embarcación con rumbo a Arkadia. Hablé con el capitán del barco y nos dijo que tenía una habitación libre digna para el Conde de Rabbitwood. Por desgracia nos saldría bastante caro, pero era la única forma de no dejar atrás a Strategos. El capitán llamó a uno de sus marineros y se llevaron a Strategos. El mismísimo capitán nos acompañó hasta la habitación. Yo me quedé afuera esperando mientras que Elric echaba un vistazo con mirada pensativa.

—Mmmh...no es como mi habitación pero me vale para la corta estancia que vamos a pasar en el barco. Muchacho, págale—me ordenó. Yo asentí y saqué las monedas que me había pedido el capitán. Por suerte aún nos quedaban unas cuantas en caso de emergencia.

El capitán hizo una reverencia y salió de la habitación cerrando las puertas. Me dejé caer al suelo deslizándome sobre la pared. Era un alivio que por primera vez todo hubiera salido bien. Mi mirada se perdió en el enorme y único ventanal que tenía aquella habitación. Daba a la parte trasera del barco, de tal manera que se veía el barco posterior. ¡Mierda! No me podía relajar aún. Me levanté torpemente y corrí las cortinas para que así nadie desde el puerto u otro barco nos pudiera ver. Quería dejar de fingir en cuanto antes.

Elric se rió ante mi excepcional torpeza. Le lancé una mirada asesina que sólo consiguió aumentar su risa. Comenzó a despojarse de su ropa hasta quedarse en camisa y pantalón. Se lanzó sobre la cama como un niño pequeño.

—Me puedo acostumbrar a esta vida—dijo con una sonrisa de placer en la cara—. Jamás me había tumbado en una cama tan cómoda.

Eché un vistazo a la cama. La verdad es que parecía ser lo más cómodo que había dormido en días, pero sin duda no sobrepasaba la comodidad de la cama de mi alcoba. Cuando regresara a palacio me pasaría días enteros sin salir de la cama.