Capítulo XXXIII

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***ELRIC***

Me encontraba, al igual que el día anterior, sentado en la tribuna real junto Aeron. Nuestras miradas estaban fijas en Adrienne, la cual se erguía imponentemente en la arena de tiro. A unos escasos metros se encontraba Nael. Allí juntos, eran como el día y la noche.

Adri, de cabello oscuro como la noche, piel pálida ojos azules com el hielo, lucía un vestido similar al del día anterior en diferentes tonos de azul marino y plata. Los colores de la familia Borela. Por el contrario, Nael vestía ropajes en tonos vivos: dorado, naranja, fucsia, blanco y azul eran algunos de ellos. Estos ropajes resaltaban su cabello y piel morenos.

Me había fijado que ese día Adri se había decantado por un vestido y una capa más elegantes e imponentes que la que había lucido en la anterior fase de la competición. Adri me había explicado que quería que el mundo viera que se podía ser toda una dama y a la vez ganar el campeonato de tiro con arco.

La princesa llevaba el pelo negro medio suelto adornado con una trenza de corona atada a media nuca con lazos plateados entre ella. No era un experto en peinados, pero eso era lo que había oído comentar acerca del peinado de Adri a las damas de la alta corte de Gasilia. Ese día lucía más joyas que el anterior, pero sin excederse: unos pendientes de perla y un anillo que cuando lo había visto de cerca me había recordado a una constelación de diamantes que abrazaban un brillante zafiro solitario en el centro. Había podido apreciar que era de oro blanco.

Pero lo que más me había llamado la atención de su vestimenta, aunque en ese momento no se pudiera apreciar bien, era el broche dorado que resaltaba sobre su pecho. Un broche idéntico al que yo en este momento llevaba sobre el pecho, el cual había pertenecido a Adri antes de que me lo regalase en el barco. Al parecer había conseguido uno nuevo antes de partir hacia el reino de Gasilia. Instintivamente pase los dedos por el broche que había pretendido a Adri.

Los dos principies miraban con expectación al Rey Günther, esperando a que diese la señal para que comenzase la última fase del torneo, después de la cual uno de los dos sería coronado como campeón. Ni Nael ni Adri parecían estar nerviosos, aunque claro, a Adri siempre se le había dado genial ocultar sus sentimientos, por lo que perfectamente podría estar nerviosísima y nadie si quiera notarlo. Aunque conocía a Adri, y no era una persona nerviosa. Su postura era relajada, pero a la vez imponente, con la barbilla hacia arriba mostrando que no sentía miedo ni se encontraba intimidada por los cientos de ojos que se encontraban fijos en ella en ese momento. Esos ojos azul hielo que tan loco me volvían se posaron un segundo en mí. Le sonreí y llevé la mano de vuelta al broche que ella me había regalado. Cuando Adri no me devolvió la sonrisa no me sentí dolido, puesto que comenzaba a entender a Adri y no había esperado que me devolviera una sonrisa. Pero la mirada de Adri brilló a modo de respuesta.

Tras unos segundos, el Rey Günther se puso en pie haciendo callar a toda la gente que había ido a disfrutar de aquel duelo algo diferente de a lo que estaban acostumbrados. Ese día había bastante más gente que el día anterior, hecho que parecía imposible. Al parecer había corrido rápido la voz de que la princesa Adrienne se encontraría disputando el título de campeón del torneo.

En cuanto el Rey Günther terminó de explicar que el ganador del torneo sería quien anotase más puntos en cinco rondas, la multitud rompió en vitores. Gente gritaba el nombre de Nael, mientras que otros aclamaban el de Adri. Al parecer el gentío se encontraba dividido respecto a cual era su favorito. Pero las apuestas no solo tenían lugar en las tribunas ocupadas por los plebeyos, si no que también podía ver el dinero en movimiento en la tribuna en la que se encontraban los nobles de Gasilia. Para mi sorpresa, Aeron había apostado también. No me había parecido un hombre que le gustase gastarse el dinero en apuestas. Debió de notar mi mirada sobre él puesto que se giró en mi dirección y se encogió de hombros ante mi mirada de sorpresa.

La Princesa de HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora