Capítulo 4: Lucky Luck

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Al salir de la escuela noté que había una motocicleta aparcada idéntica a la que le había visto a Luck en la calle y también en la fiesta, pero no lo vi a él por ningún sitio, así que continué mi camino muy rápidamente. Tenía la sensación de querer encontrármelo, pero a la vez sabía que estaba muy mal, pues era todo lo contrario a los chicos en los que en realidad debería fijarme.

Me detuve para revisar algo en mi móvil mientras iba calle arriba cuando escuché un motor a mi costado. Alcé mi vista de pronto y choqué con los claros ojos cafés de Luck, de inmediato me sobresalté consiguiendo que el móvil se azotara contra el pavimento y resoplé mientras lo recogía.

—¿Cuál es tu problema? —le pregunté deteniéndome en seco.

—Tranquila, Rocky ¿Cómo estás?

—¿Qué ocurre? —resoplé ignorando su pregunta.

—Sólo estoy esperando que te subas a la moto para que salgas conmigo.

—¿Qué te hace pensar que voy a irme contigo?

Él se encogió de hombros.

—Soy optimista —comentó sonriendo con sarcasmo, pero al ver que me mantenía seria, él continuó —. De acuerdo, te sigo hasta tu mansión y me quedo afuera esperándote hasta que aceptes.

—No lo harías.

—¿Quieres apostar? —enarcó una ceja. Se veía tan seguro de sí mismo que podía creerle que estaría ahí, pero era testaruda así que...

—Necesitas mucho más que eso para salir conmigo —sonreí.

Él me observó con una sonrisa ladina, cambió el semblante de su rostro y asintió.

—De acuerdo ¿qué día es hoy? —preguntó con perspicacia.

—Lunes.

—A ver... —fingió estar pensativo por unos segundos —, el viernes saldrás conmigo, te lo aseguro.

—¿Por qué? —reí.

—Mírame —se señaló a sí mismo con soberbia —. Mi nombre es suerte, así que no apuestes conmigo.

—De acuerdo, Lucky. Suerte en tu travesía —giré sobre mis pies y comencé a caminar, lo oí avanzar lentamente con la moto.

—Hey, pero necesito algo de ayuda ¿no crees?

—¿Qué tipo de ayuda necesitaría Lucky Luck el suertudo?

—No sé... algo como ¿Cuál es tu flor favorita? Sólo eso necesito.

—Planta carnívora.

—Me la estás poniendo difícil.

Me reí.

—Margaritas.

Él me guiñó un ojo, detuvo la moto y yo me giré para verlo.

—Sólo eso necesitaba ¡Adiós Rocky! —alzó la voz, giró ágilmente la moto y se largó calle abajo.

¿Ahora en donde diablos me había metido?

— —

Ya comenzaban a picarme los pies por no haber salido ningún día a correr por las mañanas, estaba tan acostumbrada en mis otras ciudades que hacerlo un hábito fue de las mejores cosas que hice, pues podía relajarme, escuchar un poco de música y, además, conocer el entorno en el que estaba. Pese a no darme muy buena espina el lugar en el que estábamos, antes de la escuela esa mañana me desperté con más ánimo que nunca, me puse ropa deportiva, le avisé a papá que saldría a correr por un rato y puse mi playlist favorita para trotar.

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