Llegué a la escuela con actitud positiva, pensando en que todo se arreglaría, pero dos horas de tortura en química me indicaban que no todo iba a salir tan bien como esperaba durante el día. No entendía nada de lo que hablaba el profesor, sobre todo porque me pone histérica cuando me observa, pues yo no entiendo nada de química y él lo sabe.
Salí abrumada de esa clase y caminé hacia la cafetería para desayunar. Vi a Amy a unos cuantos metros y cuando hice el ademán de acercarme, ella se giró y me ignoró por completo. Al parecer, de verdad nuestra amistad se había ido al carajo.
Mi apetito desapareció y salí de la cafetería. Genial. Estaba nuevamente sola.
Me senté en las gradas mirando a las personas de la escuela jugando un partido de futbol improvisado con una botella de plástico. Intenté no pensar demasiado en que prácticamente lo había perdido todo con Amy. De pronto, mi vista se nubló y divisé que en frente a tres chicas. Una de ellas, que parecía ser el líder del séquito, alta, de nariz respingada y bonitas facciones.
—¿Pascal? —me habló.
—¿Sí? —respondí mirándola. No entendía que hacía ahí, jamás la había visto en mi estadía en la escuela.
Al parecer era muy extraño que yo conversara con alguien porque todas las miradas se habían posado en nosotras. Pero pronto me percaté de que lo extraño era que ella le hablara a una persona.
—Así que Fabregas ¿eh? —sonrió con ironía.
Mi mandíbula se tensó. ¿Quién era ella?
—¿De qué hablas? —intenté preguntar sin que se me notaran los nervios. Si ella sabía algo, iba a morirme, aún faltaban tres meses para que terminara el año, no podía golpear a alguien para que me expulsaran tan rápido.
—No te hagas la desentendida —se burló.
—Mira... no sé quién eres, ¿Así que puedes ser rápida diciéndome quién diablos eres y por qué estás fastidiándome? —mi voz sonó molesta.
—No soporto que una persona como tú entre a esta escuela a mitad de año.
Me reí.
—¿Una persona como yo?
—Si. La hija de Tony Fabregas. Todos sabemos ahora que ese imbécil mató al tío de Amy.
Por un momento pensé si era una buena idea fingir un desmayo o fingir que me moría ahí mismo, pero no. Sólo me mantuve tensa mientras todos se voltearon para mirarme.
—Eso no es asunto tuyo —fue lo único que me salió de la garganta.
—¿No? ¡Eres la hija del puto apostador más grande del país! —gritó consiguiendo que más personas nos miraran. Sentía los ojos de todos en mi cara roja. Hasta el partido de futbol se había detenido para ver la escena.
¿Acaso era tan terrible ser apostador clandestino?
—Cierra la boca —dije con enfado. Me puse de pie con el fin de alejarme.
—¡Tu padre es un puto asesino! —gritó una vez más mientras yo caminaba para escaparme de ese lugar.
Ella me siguió mientras hablaba cosas sin sentido hasta que me volteó de un brazo consiguiendo que mi rostro se pusiera más rojo si es que eso era posible.
—¿Qué diablos pasa contigo? —la observé. No quería pelear, no quería golpearla... no quería convertirme en esa Pascal que a nadie le gustaba. —Mi padre no asesinó a nadie.
Toda la atención de los estudiantes seguía puesta en nosotros y yo no soportaba tantas miradas sobre mi cara.
—Quizá, pero tu padre sigue siendo una mierda.
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INTERNACIONALES
AçãoTony Fabregas no es una metáfora. Es un hombre real. Tony Fabregas es brillante, tanto que no te escapas de su entrecejo hasta que te tiene sentado frente a él. Es peligroso, frío como un témpano de hielo y el rey de las calles que piso a diario. ...