LUCK
Miré la hora en mi móvil cuando desperté: 12:43PM. Maldición. No debí haberme quedado hasta las cuatro de la madrugada mensajeándome con Pascal. Cuando iba a ponerme de pie, mi móvil comenzó a sonar con agresividad, o eso creía.
—¿Hola? —contesté intentando parecer normal.
—¿Estás durmiendo?
—Claro que no, ya salí a correr tres veces.
—Soy Jean. Lo sabes ¿no?
—Claro que lo sé ¿Qué ocurre?
—Vente al bar de Tanner en una hora ¿puedes?
¿Tanner?
—¿Qué mierda haces ahí? —me puse de pie, cogí una toalla y ropa, salí de la habitación dirigiéndome al baño con más prisa de la habitual.
—Cerraremos un trato con otro apostador ¿te vienes o no?
—Si voy. Me daré una ducha.
Él colgó.
Todo lo que involucraba al bar de Tanner me ponía de mal humor, pues no había nada legal en ese lugar. No entendía cómo mi padre podía manejar ese sitio con tanta facilidad si los únicos clientes eran tipejos con armas, dinero y con unas incontrolables ganas de matar a alguien. Siempre que iba salía golpeando a alguien por algún u otro motivo y esperaba que esta vez fuera la excepción.
Tanner estaba alejado de todo, no cualquiera llegaba ahí. De hecho, sólo los idiotas iban a pasearse para beber un simple trago. Ni siquiera la policía se atrevía a entrar al lugar y eso que eran bastante escandalosos con todo.
Apagué el cigarrillo en el cemento y luego lo lancé a un basurero. Vi a Jeff en la distancia apoyado en la pared fingiendo ver algo en su móvil. Sólo lo saludé moviendo la cabeza y entré al bar.
Todo era oscuro, incluso de día. La música estaba al mismo volumen de siempre, casi de ambiente y sólo se oían las voces de las personas que les encantaba hablar fuerte, los demás sólo jugaban póquer con cara de asesinos en serie. Ya me conocían, sabían quién era y no recibí más miradas de la cuenta cuando me encontré con Jean en una mesa alejada de la barra, en donde descansaba mi padre observando con detenimiento las personas que entraban.
—¿Todo bien? —me senté a su costado.
Seguía a solas.
—Viene atrasado.
—Típico.
—Un minuto más y nos largamos de aquí y no cerramos ni un puto trato.
—Estoy de acuerdo.
Me encendí un cigarrillo mientras Jean me observaba con cara de asco tipo: ¿cómo puedes estar fumando a la hora de almuerzo?
—Contextualízame —le pedí antes de que fuera demasiado tarde.
—Apostará por ti en la carrera del miércoles un gran monto de dinero, quiere conocerte para saber de qué estás hecho.
—¿Estás diciendo que vine aquí sólo a poner la cara de imbécil?
—Cada uno pone la cara que puede...
—No jodas, Jean —bufé.
—Le hizo firmar a Tony que, si tenías la posibilidad de perder, matara al otro tipo.
—Es sólo un idiota, obviamente le ganaré.
De pronto, alguien se acercó a la mesa. Era un hombre mayor, de cabello blanquecino y vestía una camisa oscura, venía fumando un cigarrillo y cuando se sentó frente a nosotros lo apagó en la mesa. Me percaté de que lo seguían dos personas vestidas de negro, pero se quedaron a unos costados, fingiendo no conocernos en lo absoluto. Pero yo conocía demasiado a las personas que frecuentaban el lugar.
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INTERNACIONALES
ActionTony Fabregas no es una metáfora. Es un hombre real. Tony Fabregas es brillante, tanto que no te escapas de su entrecejo hasta que te tiene sentado frente a él. Es peligroso, frío como un témpano de hielo y el rey de las calles que piso a diario. ...