Capítulo 6

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Sonrojado, el menor se alejó con nerviosismo de donde estaba, causando confusión en su superior. Diablos, aquello era demasiado vergonzoso para el joven Shinomiya. Su corazón estaba como loco, queriendo salirse de su pecho de tantas emociones que tenía acumuladas. Eso estuvo muy cerca, podía sentir la respiración tranquila de Mutsumi, y sin saber por qué entró en pánico.

El castaño esperó pacientemente a que el pelinegro dejase de beber de la malteada para poder hacerlo él, y que así no se repitiera una escena como la anterior. Su cabeza era un remolino de pensamientos. Se suponía, que su deseo era compartir una malteada –o cualquier otra cosa– Con Serinuma-senpai, porque ella le gustaba, ¿no?

Entonces, ¿Por qué es que todo lo que quería hacer con ella lo estaba haciendo con Mutsumi-senpai? Y lo peor del caso no era precisamente eso, si no que no le molestaba en lo absoluto que también Asuma compartiera con él esos momentos. Se sentía, bien, no incómodo, ni molesto, ni aburrido. Solo se sentía bien, y en paz, tranquilidad y calma.

– Shinomiya-kun – La voz de aquel chico que no dejaba a su mente tranquilizarse llegó hasta sus oídos. Le miró confundido mientras dejaba de beber de la malteada, solo para concentrarse para lo que sea que su senpai le hubiese llamado – Te ves muy lindo – Aquel comentario, hizo que la cara de Shinomiya quedase peor que semáforo.

– ¿eh? – Fue lo único que atinó a decir. ¿Qué se supone que debes decir en una situación como esa? No sabía ni qué pasaba. ¿Por qué Mutsumi-senpai le había dicho eso? Solamente sentía las mejillas ardiendo por la vergüenza, y las ganas de salir huyendo de ahí y alejarse lo más posible hasta que sus piernas le dolieran. La mano del pelinegro se dirigió a su mejilla.

– Aquí – Le dijo mientras le acariciaba delicadamente con sus dedos su mejilla derecha. No entendió muy bien a lo que se refería, y teniendo la mente revuelta, jamás lo iba a entender. De no ser porque el mismo Mutsumi se lo hizo saber – Te has machado con la malteada, te ves muy lindo de esa manera – Le sonrió el mayor. Y Shinomiya no supo si aliviarse o ponerse peor.

– N-No diga cosas tan vergonzosas, M-Mutsumi-senpai – Le recriminó, aun abochornado por el suceso, y frunciendo levemente el ceño, apenas y se le notaba su molestia, ya que era mucho más la vergüenza. Aun con su pequeña queja, Hayato no hizo ningún intento por apartar la mano que acariciaba su mejilla. La acariciaba con el pulgar, lenta y tentadoramente.

– Está bien, yo la quito – Le informó, pues hasta el momento, parecía que el pelinegro solo se había encargado de acariciarle la mejilla. El chico de tercero se apresuró en llevar su pulgar a las pequeñas gotas cafés que estaban manchando la tersa, suave y pálida piel del niño. Porque para él, Shinomiya seguía siendo un niño, al cual había que proteger.

Las limpió cuidadosamente, asegurándose de que ninguna rebelde osara quedarse ahí; Pasó su pulgar –en donde las manchas habían llegado a parar– Cerca de los labios rosados del menor, casi por la comisura, solo para después desviarse apenas hasta el inicio del labio inferior de Shinomiya, pasando el pulgar suavemente, temiendo que con un movimiento brusco, le rompa los labios.

El castaño se había quedado quieto, pero sentía un cúmulo de sensaciones inexplicables en su interior. Estaba atento a todo lo que Mutsumi-senpai estaba haciendo, pero al mismo tiempo se sentía perdido ante su toque. Diablos, eso no le había pasado nunca, ¿Por qué ahora? No fue hasta que el pelinegro separó su mano de su mejilla –y su dedo de sus labios– para dirigir su pulgar a su propia boca, saboreando las pequeñas gotas de chocolate que quitó del rostro de Hayato.

– Listo – Le dijo el chico con una sonrisa inocente, las mismas que siempre ponía, como si nada de eso hubiera pasado, o no hubiese tenido demasiada importancia. El gesto que Mutsumi hizo al llevarse el dedo a los labios y lamerlo de forma tan... sensual, había hecho estragos en la pobre mente de un sonrojado Shinomiya.

No fue hasta que sintió flash y escuchó el sonido de las cámaras de celular, que cayó en la cuenta de que ellos dos no estaban solos, y de que nunca lo habían estado...

¡Me Gustas, Senpai!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora