Capítulo 4

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-Buenos días...-canturrea alguien que ha entrado en mi habitación.-Vaya, es la primera vez que duermes doce horas desde que estás aquí.

Abro los ojos lentamente para encontrarme con un sonriente Eric que me mira dulcemente.

-Hey...-susurro aun medio dormida.

-Debo decirte que tu perrita se comporta muy bien. No sé de dónde la has sacado, pero desde luego no creo que se vaya a ir de esta casa.

Me desperezo tranquilamente mientras pienso en lo que acabo de oír. ¿Cuándo han estado juntos? Entonces, me doy cuenta de que Babieca no está en mi cuarto, y de que anoche dejé la puerta abierta. Bravo, April, a eso se le llama responsabilidad.

-Creo que la voy a sacar a dar un paseo.

-Genial. Aaron colgó su correa en el perchero de la entrada.

Bajo en pijama para desayunar. Veo a mi perrita en el comedor dando vueltas para intentar alcanzar su cola. Sonrío ampliamente, es una escena adorable. Oigo la puerta de la entrada abrirse, y la única persona que falta en la casa aparece tras ella.

-No os lo vais a creer,-dice Aaron-pero Olivia ha preparado pastel de carne y nos está esperando en su porche para que comamos con ella.

Espera, ¿comer? Si he dormido doce horas, ¿cuándo me dormí anoche? Miro el reloj del comedor, son las dos de la tarde. Vaya, no recuerdo haberme acostado tan tarde.

Todos esos pensamientos se desvanecen en cuanto el olor del pastel cruza la puerta de entrada y llega hasta mis fosas nasales. Olivia vive en la casa de al lado, si el pastel está en el porche no me extrañaría que toda esta zona pueda olerlo.

De pronto, Babieca sale de casa corriendo, seguramente atraída por el olor.

-Oh, no... ¡Oh, no! ¡Babieca, vuelve aquí!

Salgo a la calle deprisa y la veo caminando en dirección a la comida. No puedo dejar que se vaya más lejos. Si Deanna la ve me pedirá explicaciones, y aun no he pensado qué le voy a decir.

-Eh, Babi... Ven aquí. Yo te traeré un trozo de pastel cuando volvamos de casa de Olivia.

Ella me ignora completamente, y tengo que acelerar el paso para intentar alcanzarle. El animal se da cuenta y empieza a correr.

-¡Mierda!

Voy corriendo detrás suya durante varios metros, llamándola sin parar para que pare y vuelva conmigo, pero no lo consigo. Es entonces cuando mi pie y un bordillo se topan y caigo de cara al suelo. Por suerte he puesto las manos antes de chocar, por lo que solo tendré algunos rasguños en ellas, sin embargo no me levanto, estoy tan cansada de la carrera que lo único que quiero es volver a dormir. Decido levantar la cabeza por un momento, y no sé si reír o llorar cuando veo la escena que tengo delante.

A pocos metros de mí, Babieca ladra contenta mientras un hombre le acaricia y juguetea con ella. El hombre de la ballesta, el de la comadreja destripada, el que aun no se ha duchado, ese hombre. Ambos se giran cuando notan que les estoy observando y empiezan a caminar hacia mí, así que decido dar media vuelta para quedarme mirando al cielo. No puedo creerme que le esté haciendo más caso a él que a mí. Cuando llegan a mi altura, pasa algo anormal, el hombre me habla.

-¿Es tuya?

Yo abro la boca de golpe. ¿Enserio, acaba de ver cómo he caído y eso es lo primero que me pregunta?

-Estoy bien, gracias.-respondo.

-¿Es tuya o no?

Refunfuño durante unos segundos, pero finalmente asiento. Entonces él extiende su mano y tira de la mía para ayudarme a levantarme. Le sonrío sarcásticamente en agradecimiento, él solo dirige su vista hacia mi pijama de conejitos para después mirar hacia otro lado. Creo que es hora de marcharme, y una vez más intento que Babieca se venga conmigo. Para mi sorpresa, esta vez si me hace caso, así que empezamos a caminar alejándonos.

Until Death Do Us Apart |Daryl Dixon|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora