Capítulo 31

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Estoy sentada en el comedor de la casa de los Grimes y Michonne, Negan ha preparado espaguetis para comer, pero yo tengo el estómago cerrado, más cuando esa estúpida comida me hace pensar en mis amigos, que ahora mismo están desaparecidos.

Negan ha pasado un par de horas con Carl y yo he estado cuidando a Judith ese tiempo, la pequeña ha conseguido evadirme de mi realidad durante un instante, hasta que el líder de los Salvadores nos ha llamado a la mesa.

Olivia rellena nuestros vasos con limonada mientras Carl pone la mesa, Negan ha insistido en que yo no haga nada, pues según él "las princesas no se encargan de eso". Su cambio de actitud respecto a hace un par de días me lleva a dos sitios, o bien se está volviendo más loco de lo que ya está, o bien está pensando en matarme en breves instantes e intenta hacerme disfrutar de lo que me queda de vida.

Una vez todos sentados, esperamos a alguna señal que nos diga que Rick ha llegado a Alexandria, pero nada de eso sucede. Pasados unos minutos, Negan se rinde.

-No voy a esperarle más, no sé dónde diablos está pero Lucille tiene hambre. Carl, pásame los panecillos...-el chico no le hace caso.-...por favor.

Sin ganas de montar una escena, decido coger yo la cesta y entregársela. Más tarde, todos empezamos a servirnos y a comer. El tiempo pasa y nos mantenemos en silencio, la tensión podría cortarse con un cuchillo, pero me vale sabiendo que estoy en casa. Justo cuando estoy a punto de terminar mi plato escucho a Judith empezar a hacer ruiditos un tanto desagradables, a la misma vez un olor del mismo tipo inunda el lugar.

-¡Joder!-se queja Negan con cara de asco.-Me parece que el angelito ha ido al baño. Carl, cámbiala. Olivia, friega todo esto. Tú te vienes conmigo.

Me levanto y el hombre me obliga a coger a Lucille, acto seguido salimos al porche para volver a sentarnos. Me siento poderosa con el bate entre las manos, y por un segundo tengo la tentación de golpear la cabeza de Negan con él, tan fuerte como aquella noche vi que lo hacía con Abraham, pero ahora, rodeada de Salvadores, sería una acción estúpida.

-O sea que aquí has estado viviendo estos dos años.

-Sí.-respondo.

-Es un buen lugar, parece el típico barrio silencioso lleno de buenos vecinos.

-Lo era.

-¿Era?

-Sí, hasta que vosotros llegásteis.

-¡Vaya! Es una lástima porque este sitio me gusta y no me importaría vivir en él.

-Vale.

Estoy completamente segura de que mi indiferencia le pone de los nervios, sobre todo cuando le veo incorporarse.

-No seas así, estoy intentando ser amable contigo, podríamos volver a ser lo que éramos, volver a formar una...

-No, tú lo dijiste, nosotros ya no somos nada.

Él me mira y una pícara sonrisa aparece en sus labios.

-No sabes lo sexy que te vuelves cuando te pones a la defensiva.

Se acerca peligrosamente hacia mí y yo aparto mi rostro del suyo antes de que puedan hacer contacto. Definitivamente está perdiendo la cabeza.

-Iré a por más limonada.-dice sonriendo justo antes de levantarse y marcharse hacia el interior de la casa.

En cuestión de un mes he pasado de ser la hija de Negan, a una de sus esposas, y ahora a su nueva enemiga "sexy". Quizás si estuviera en otra situación, si no tuviera nadie a quien proteger, le plantaría cara y no dejaría que jugase conmigo como lo está haciendo, pero supongo que decir a las mujeres del Santuario que luchen por las personas a las que quieren es mucho más fácil que hacerlo yo misma.

Until Death Do Us Apart |Daryl Dixon|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora