6. Bolas de arroz.

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Narra Leyla.

“pum, pum, pum”, sentía pequeños golpes en mi cabeza al igual que una luz colándose por algún lugar ahí molestando a mis párpados, los cuales me era totalmente imposible abrir, mi estómago se sentía con un gran vuelco, como si se encontrara totalmente vacío, y mis pies estaban fríos, no sentía las cobijas sobre mi cuerpo.

Comencé a tentar a mi alrededor aún con los ojos cerrados para descubrir a mis sábanas por algún lugar de la cama y seguí recorriendo a mi alrededor hasta que sentí un bulto muy suave entre mis dedos y ¡bingo! Ahí estaba la cobija. La comencé a estirar de la manera que pude con tal de sentirme calientita nuevamente y cuando lo logré una canción conocida empieza a sonar.

Quise intentar lo mismo que hice con la cobija pero no logré ubicar el celular, así que a duras penas hice todo lo posible por abrir mis ojos y cuando por fin ubiqué el pequeño objeto que ahora estaba vibrando, di todo de mis energías para extender la mano hasta mi buró y poder tomarlo.

–¿Hola? –Contesté con una voz algo ronca.

­–Leyla, hija ¿Cómo estás? Ayer no pude ni verte porque llegué y vi todo apagado y esta mañana te vi durmiendo tan plácidamente que decidí no despertarte.

–Mamá estoy muy bien ¿y tú? La noche de ayer no estuvo nada mal, me divertí.

–Me da mucho gusto hija, pues también bien, con mucho trabajo, pero ya sabes, espérame a más tardar a las 9:00, llevaré para cenar.

–Claro mami, yo te espero. Adiós, te quiero mucho.

–Hasta orita mi niña.

Cuando colgué el celular y vi la hora que era casi me da un infarto, las 3:00 p.m. y sigo sin creer que dormí tanto. 

Volví a colocar el celular en donde estaba antes y vi un pedazo de papel blanco sobre el mismo buró así que me enderecé para poder leerlo y ya meterme a dar un buen baño porque era lo que necesitaba urgentemente, después me quemaría un poco las neuronas recordando la gran fiesta de ayer, aunque si me pongo a pensar, creo que lo recuerdo todo perfectamente. Nada malo que haya pasado, ¿O sí?

Quité mi cara de pánico y me senté en la orilla de la cama aún con la nota en mis manos, ésta se encontraba con letras de marcador permanente.

Buen día Leyla:

Espero y hayas amanecido bien y libre de resaca, la pastilla que te di anoche tuvo que surgir algún efecto. Tuve que regresar a casa antes de que llegara tu mamá anoche, pero orita voy a tu casa para contarte como estuvo y de paso ver como sigues. Come algo, lo necesitaras.

Kyle.

Y ahí fue como de un momento a otro un sonido extraño llegó a mis oídos un pequeño sonido que luego te deja sorda y entonces me puse a pensar que no recordaba cómo es que había llegado a mi casa, luego vi que me encontraba en mi pijama y pensar en Kyle trayéndome anoche en un estado deplorable y teniendo que vestirme hizo que mil colores se subieran a mi rostro, quedando un rojo en mis mejillas.

No sé porque pero fue entonces cuando pensé que debí de haber hecho algo malo, digo, para que Kyle quiera venir a ver cómo estoy y contar detalles, sinceramente no siento que pinte algo bueno.

Decidida me metí al baño, ahí vi mi vestido que me había puesto anoche para el baile, estaba todo arrugado. Mis tacones se encontraban desparramados y una chamarra que no reconocía como mía se encontraba sobre el vestido.  Sin querer volteé hacia donde el espejo y lo que vi no fue de mi agrado. ¿Qué rayos le pasó a mi rostro?

Otra vida fuera de la rutinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora