14. Celos.

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Nunca he negado que para mí lo mejor que puede pasar es dormir, siempre y cuando esté cómoda y no sienta ninguna punzada en ninguna parte de mi cuerpo, como lo estoy sintiendo ahora en mi cuello y en mis piernas, sin pasar que está haciendo un frío tremendo, la buena noticia es que no está igual de frío a como estaba anoche.

Abrí los ojos rápido y en un intento de querer calmar mis dolores me quise levantar pero seguía sujeta. Subí mis ojos porque no podía mover la cabeza y es que Kyle seguía con su cabeza sobre la mía, sus piernas estaban en su mayor peso sobre las mías y sus manos no se habían movido de su lugar. Él sí que parecía cómodo, claro.

–¡Kyle!, Vamos, levántate. Mi cuello me duele muchísimo. –Le comencé a decir mientras me removía entre sus brazos. –Vamos Kyle, mi cuello me duele a montones.

–Hmmm….

–Kyle, ¡le-van-ta-te!

No vi cuando abrió los ojos pero sí como se comenzó a mover entre las cobijas sin saber cómo es que había llegado ahí.

Levantó la cabeza–Gracias a diós–y me miró, primero se veían sus facciones de desconcierto, se soltó de mi cadera y desenredó sus piernas. Cuando hizo eso yo giré sobre mi espalda quedando boca arriba, sintiendo como mi cuello sentía algo plano y cómodo otra vez.

–¿Qué pasó, Leyla?

–Que dormiste encima de mí, Kyle. Enserio pesas. –Comencé a masajear mi cuello mientras estiraba las piernas y las doblaba. –Estabas tan borracho que así te dormiste y es bien difícil moverte. –Dije quejumbrosa.

–Yo…yo lo siento… es que… –miró el rollo de sábanas donde habíamos dormido y luego me miró a mí, pero seguía desconcertado. –No…no fue mi intención hacerte daño Leyla, lo juro. De verdad yo…yo no recuerdo nada, ¿Qué te duele?

–¿La verdad? Todo.

Kyle se acercó a mi mientras me ayudaba a sentarme y luego se puso tras de mí ayudándome con mi cuello, sus manos estaban calientitas al igual que las mías así que mi cuello no lo resintió. Él dio un largo suspiro antes de que se decidiera a hablar.

 –Leyla, enserio lo siento tanto, no quería que durmieras mal, ni que estuvieras incómoda, y menos sabiendo que es por mi culpa, lo siento tanto, yo…

–Ya, Kyle. Está bien, me duele el cuello y eso pero vamos que tú también estabas en tus peores apogeos, pero ya que salí peor que ustedes, yo me librare de recoger.

Kyle soltó una leve carcajada. –¿Eso es un castigo?

–Definitivamente lo es. A parte, creo que te toca hacer el desayuno, yo iré a recostarme un poco para ver si se me pasa el dolor del cuello, ¿Qué tal tu resaca?

Kyle paró de masajearme el cuello para sentarse frente a mí. –Ni me acordaba de ella, por lo visto dormí muy cómodo. Aunque…–se toca por un momento la frente y luego me mira. –Creo que los dolores se empiezan a hacer presentes.

–Bueno, si así amaneciste tú, no quiero ni saber cómo van a andar los demás, que ni han despertado, ¿Les dejarás dormir mucho?

–No mucho, no quedó mucha comida y no vamos a resistir hasta la tarde, nos vamos a tener que marchar en cuanto desayunemos. Veremos también en qué condiciones se despierta Max para ver si se puede llevar el carro.

–Si no llega a poder, creo que me lo puedo llevar yo.

–¿Estás segura?

–Claro. –Le di un guiño y el solo soltó una pequeña risa. –Bueno Kyle, entonces me despiertas junto con los demás para ver como amanecieron. –Me levanté para dirigirme a la casa de campaña donde se había metido Mariele anoche. –Hasta horita.

Otra vida fuera de la rutinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora