El aire que se filtraba por las ventanas golpeaba contra mi cuerpo y hacia que me estremeciera cada vez más, pues me encontraba toda mojada y mi ropa se pegaba terriblemente a mí.
– ¿Hasta qué hora dices que van a volver tus padres? –Grité desde la sala de estar, para que Kyle, donde quiera que haya ido por las toallas alcanzara a escucharme.
–Pues… no, no dieron hora, simplemente me mandaron un mensaje diciendo que llegarán tarde, como papá llevó a mamá a cenar porque festejan…–Los intentos que hizo Kyle de recordar fueron nulos, y me miró con una cara de disculpa. –El punto es que vuelven tarde. Toma. –Y me extendió una gran toalla, pero le agradecía completamente, tenía bastante frío.
La razón por la cual ambos nos encontráramos en su sala de estar, empapando un poco la alfombra mientras el agua escurría de nosotros, se debía a la corrida que dimos el día de hoy.
Después de que fue hoy a recogerme, nos fuimos a comer al lugar que él ya me había mencionado. La comida había estado de lo más deliciosa, pero nos quedamos con ganas de seguir comiendo, así que fuimos a su casa para dejar su auto y decidimos caminar, con la excusa de que, de esa forma la comida que habíamos ingerido se nos bajaría y podríamos comer mucho más.
Pude suponer que a los ojos de cualquiera que nos viera, no veíamos como una pareja normal caminando por la acera sin preocupaciones. Lo que ellos no sabían era que entre nosotros, aunque decidimos intentarlo, ni siquiera hemos llegado a formalizar la relación. ¿La razón? Ni idea, esa pregunta hay que hacerla a Kyle.
No es que sea de las personas que dicen que el hombre debe declararse primero que la mujer, porque ahora, en nuestro siglo somos las mujeres quienes toman la delantera en muchas cosas, y en cuestión de relaciones no somos la excepción.
Simplemente que, sí él, quien pidió que nos diéramos una oportunidad no ha querido formalizarla, es porque tal vez tenga algo de duda, y no soy de las personas que les guste ejercer algún tipo de presión sobre la gente, y mucho menos para estas cosas. Digamos que le estoy dando su tiempo. Extraña situación.
El punto es que decidimos tomar como postre un helado, pero al pasar por una pastelería pude observar un pastel de chocolate cubierto con lunetas, se veía tan apetecible, con un poco de glaseado sobre él, que no dudé en proponerle comprar el pastel. Aunque él tenía antojo de comer un cono, y entonces fue ahí que nos encontramos en un gran dilema.
– ¿Y por qué no comemos de ambos? Compramos el pastel, llegamos a un súper y nos llevamos un pote de helado y los combinamos. ¿Qué opinas? –Fue mi propuesta para que no tuviéramos que quedarnos con las ganas de comer algo.
–Me parece buena idea, pero de una vez te aviso que no pienso comprar helado de chocolate, ya que el pastel es de chocolate.
Iba a abrir la boca para replicarle, ¿Pero para qué? Si ya me hacía mucho favor con tan sólo que compráramos el pastel, no me sentía con derecho a reclamar algo, si quiera.
Cerré los ojos para tragarme mi palabrería y simplemente asentí con la cabeza.
Entramos a la tienda y pedimos el pastel que vimos en el aparador. De cerca era mil veces más apetecible, y cuando la señora dijo el precio me arrepentí al instante, sacando disimuladamente dinero de mi bolsa trasera del pantalón para siquiera ayudar a pagarlo, quien se iba a imaginar que semejante pastel iba a costar esa barbaridad.
Al momento en que había estirado la mano para poner la mitad de la cantidad del dinero en el mostrador, Kyle tomó mi muñeca y luego me miró como quien mira a una persona que ha dejado de estar cuerda.
– ¿Qué estás haciendo, Leyla?
– ¿No es evidente? –Kyle enarcó una ceja, dudoso. –Te estoy ayudando a pagar el pastel.
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Otra vida fuera de la rutina
Teen FictionImagina que tienes 17 años de tu vida donde llevas marcando tu rutina y un día parecido a cualquier otro, un proyecto de escuela te hace involucrarte con la persona que es totalmente diferente a ti y es capaz de deshacerse de la vida marcada que tie...