5. La fiesta.

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Minutos después de seguir manejando en completo silencio por fin llegamos a la fiesta. Aparcamos un poco alejados ya que la calle estaba llena de carros, por ambos lados de la calle y una cuadra más atrás. Tuvimos que bajarnos y avanzar caminando, nuevamente en silencio. Esto ya se estaba poniendo algo incómodo, no sabía que podía preguntarle para que quitara esa cara de pánico, parecía que había cometido el peor pecado del mundo. Un poco antes de llegar, me aclaré la garganta para sacarla de sus pensamientos y cuando ésta me miró, pregunté lo más despreocupado que pude:

-Y entonces Leyla, ¿Eres buena besando?

-¿Q-qué?- Preguntó con un tono teñido de pánico, cuando la vi de reojo vi que tenía su rostro alterado, pues claro, la tomé por sorpresa. Y claro, como me encanta meter más el dedo en la llaga, pues que me detenía.

-¿Pues que si eres buena dando besos? Ya sabes, franceses, de pico, pues todos esos, ¿No los conoces?- Pregunté pícaro.

-¡NO!- Contestó temerosa.

Me paré en seco. Esta Leyla es más inocente de lo que uno puede imaginar. No ha dado un beso. Retomé la compostura antes de que se diera cuenta.

-Pues, qué inocente eres Leyla.

-¿Inocente por no haber besado ya?, Kyle, enserio estás mal de la cabeza.

-Como quieras, eres una inocente, ya dije.

-¡Ay!, eres, eres, eres un… -Y en lugar de darme un mal apodo, cerró su puño y me dio en el hombro, wow, tenía mucha fuerza.

-¡Auch! Tienes fuerza enana, pero eso no quita que seas una inocente.

-Oh cállate Kyle, tu que sabes.

Y otra vez en silencio, Leyla es capaz de volverte loco con su simple actitud, no necesitaba hacer nada más. 

Continuamos caminando hasta que nos encontrábamos ya en el porche, se podía escuchar perfectamente el ruido de la gran fiesta que había allá adentro. Esto sí que era una verdadera fiesta.

Sentí como Leyla se iba haciendo unos pasos atrás de la puerta, así que la tomé de la mano fuerte y con una gran sonrisa abrí la puerta de la casa. La música resonó en mis oídos y el alboroto estaba mejor que nunca, empezaría a calificarla como una de las mejores fiestas a las que he asistido hasta hoy. Chicos tomando, bailando, platicando, o simplemente estaban en lo suyo. Cuando voltee mi cabeza hacia Leyla tenía los ojos más grandes que de costumbre y la quijada casi cayéndose. No literalmente, por supuesto.

Sin querer esperar un momento más, la jalé conmigo hasta estar adentro de la casa, y por supuesto nuestro anfitrión nos recibió con un caluroso saludo y se sorprendió al ver frente a él a nadie más y nadie menos que a Leyla. Ella saludó y nos adentramos a la casa.

Leyla iba completamente sorprendida, parecía que nunca había visto nada así. Digamos que nos encontrábamos en una de las casas más grandes de la colonia, esta contaba con tres pisos. La primera planta consistía en una gran sala de estar, la cocina, el comedor, y algunos baños. En la segunda estaban todos los cuartos, incluyendo los de la familia e invitados. Y en la tercera consistía en un gran salón de entretenimiento, juegos, gran televisión, y cosas así.

Entre más avanzábamos nos encontrábamos cada vez con más gente. Algunos estaban ya tomados mientras que otros bailaban al ritmo del gran sonido que había en la sala. Conduje a Leyla a la improvisada barra, y cada paso que dábamos sentía como Leyla me apretaba más la mano y se pegaba más a mi.

Me incliné a su oído para poderle hablar:

–Leyla tranquila, no te pienso soltar para nada.

Otra vida fuera de la rutinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora