25. Esos sentimientos.

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Yo sabía que tenía una plática pendiente con Max, y aún seguía mirándome en el espejo cada mañana practicando un discurso que fuera sincero en cuanto a mis sentimientos pero sin notarme grosera o hiriente porque si algo había en mi carácter era que a veces, muy rara pero cierta vez, me daba por hablar y hablar, y decir y decir para después terminar pronunciando verdades hirientes, de esas que después de que tu mente pasara esas palabras y las asimilara quedaras con cara de ¿Enserio dijiste eso?

Pero seguía descartando ideas. Había pasado ya una semana desde la confesión de Kyle. Una semana en la que le había dicho a Esteban “hablaré con Max”, una semana en la que Mariele me aniquilaba con la mirada por haber sido la segunda en enterarse de los sentimientos de Kyle por mí, aunque claro que después de que se hubiera enterado me cantó el “Yo ya sabía” y muchos “te lo dije”.

También en esa semana, el piojo oxigenado no se volvió a aparecer en nuestra mesa y yo no podía creer que Kyle ya hubiera dado ese paso y yo seguía con el peso de la conciencia que a veces había hasta pensado en no salir de mi cama por miedo a soltar todo de una manera poco coherente, y tengo que admitir que tenía mucho miedo, miedo de lastimar a Max. Él no merecía esto y yo me sentía como la peor persona del mundo.

Kyle cumpliría años mañana y como quería festejar ser mayor de edad ya, ofreció una fiesta en su casa.

Cuando me preguntó si iría, dudé un poco y desde entonces no me había dejado de mandar mensajes. Los primeros eran suplicantes “Tienes que venir a la fiesta Leyla, por favor”. Y similares.

Los segundos iban corriendo por una amenaza “Si no vienes Leyla, iré a tu casa y te sacaré de ahí hasta en pijamas”.  Y bueno, el de ayer y hoy sólo se limitaron a un “Te espero una hora antes, tienes que ser la primera en venir”.

No podía creer que a estas horas de la mañana, ni siquiera Max había pasado por mí para ir al colegio y Kyle ya estaba fregando el alma con sus mensajes mañaneros. Tenía suerte de que no fuera en fin de semana que recibiera los mensajes o estaría muerto –Y no literalmente-.

Mi semana estaba concluyendo y se estaba haciendo muy pesada a consecuencia del tema que tenía pendiente con Max. No me atrevía a mirarlo a los ojos sin pensar en la conversación que había tenido con Kyle, como si Max no estuviera conmigo, como si sólo hubiéramos sido él y yo.

Max acababa de llegar por mí. Lo saludé como siempre y durante el camino nos fuimos hablando de cosas sin sentido, aunque las pláticas sonaran igual, no era igual ya.  ¿Acaso no sería más sencillo si Max decidiera terminar conmigo?, Sí, sí lo era. El problema estaba en que yo no sabía darle un motivo aparente para que él quisiera tomar esa decisión, pero también sé que si lo hiciera me dolería demasiado.

Y no me dolería porque el amor de mi vida me estuviera dejando –Que ese sería el menor motivo, desgraciadamente.- el punto estaba en que me dolería porque había decepcionado a alguien que había gastado su tiempo en mí. Y creo que lo había desperdiciado completamente.

–¿Por qué razón te encuentro tan extraña Leyla? –La voz de Max interrumpió mis pensamientos llenos de tortura.

–¿A mí? ¿Razón? ¿Extraña? Yo… yo estoy muy bien Max. –Traté de darle mi mejor sonrisa.

Max ya se había adentrado en el estacionamiento de la escuela y yo estaba muy distraída, es más, el transcurso había sido demasiado rápido para mí, y eso que generalmente tardábamos como 20 minutos en llegar.

–Leyla…–Max tomó mi mano, pude sentir su calor a través de la mía y recordé lo mucho que me emocionaba sentir su mirada en mí mientras nuestras manos estaban unidas ¿Qué había cambiado tanto? –Creo qué… hay algo que anda mal aquí… –Y nuevamente clavó su mirada en mí.

Otra vida fuera de la rutinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora