31. Usas protección.

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– ¡No lo vuelvo a hacer, de verdad que no lo vuelvo a hacer! –Me encontraba tirada en el sillón de la sala de Kyle sobando mi estómago, mientras en la televisión pasaban los créditos de la película y Kyle estaba riéndose de mí.

– ¿Hasta cuándo vas a dejar de ser tan testaruda y hacerme caso? Era de esperarse que, después de como comiste pues estés tan adolorida como lo estás ahora. Y más a parte agregas más dulce a lo que ya estabas comiendo.

–Me duele demasiado el estómago como que para que ahora tú me estés regañando, mejor cállate Kyle, enserio.  ¿No tendrás una pastilla? Necesito algo que me quite el dolor pero ya.

Kyle negó con la cabeza mientras se levantaba para ir a su cocina a buscar la dichosa pastilla. Lo seguí con mi mirada hasta que se internó en la cocina, y yo volví mi cabeza al respaldo del sillón, mientras mi estómago me torturaba de tal manera.

Después de habernos terminado de secar, Kyle fue al cuarto de su mamá a buscarme una pantalonera y alguna playera para poder dejar que mi ropa se secara y estuviera lista para cuando yo necesitara volver. No volvimos a hablar de nuestro beso en la calle, pero sonreíamos idiotizados cuando nos quedábamos mirando por demasiado tiempo. Y yo de acordarme me daba un no sé qué en la columna.

Sus padres no se habían reportado y mi mamá sólo se había asegurado que después de la lluvia que calló pues nosotros estuviéramos seguros.

Habíamos acomodado el pote de helado y el pastel en la mesa con todo lo que íbamos a necesitar para no tener ninguna necesidad de levantarnos y disfrutar de las películas. El pastel estuvo más rico de lo que imaginaba, y gracias a que comí mucho y más a parte le estuve poniendo bolas de nieve a cada rebanada, ahora sentía pero revuelto el estómago.  Por supuesto que Kyle me estuvo advirtiendo de las consecuencias con cada trozo que yo cogía, pero era imposible que yo dejara de comer. Comer siempre ha sido mi debilidad, difícil estaría que yo quisiera dejar de hacerlo.

–Aquí tienes–. Apareció Kyle tendiéndome la pastilla y un vaso con agua.

–Muchas gracias, ¿Por qué no me quitaste el pastel si viste que estaba comiendo demasiado? –Me puse a reclamarle después de que me tragué la pastilla, que por cierto estaba horrible.

Kyle tomó asiento a mi lado y se puso cómodo, seleccionando la próxima película. –Quitarte a ti la comida conlleva a la próxima guerra mundial, y no gracias, así estoy muy bien.

–No exageres. No es para tanto.

Kyle volvió su mirada hacia mí, de esas que se pueden interpretar con un “¿segura de lo que dices?” y volvió a mirar al televisor.

Puse los ojos en blanco y me dispuse a ver por la ventana, donde aún seguía lloviendo de una manera violenta. ¿A qué hora pararía? Yo tenía que regresar a mi casa y el agua no paraba. Y no era discutible que yo me fuera a quedar aquí en su casa, claro que no.

– ¿En qué piensas? –Me sacó Kyle de mis pensamientos. Sin mirarlo le contesté.

–Aún está lloviendo muy fuerte. ¿A qué hora se irá a parar? Yo debo volver a mi casa. –Dije, al mismo tiempo que hacia una mueca.

–Tranquila, si no se para pues te quedas aquí. Duermes en mi habitación.

Rápidamente volví mi mirada hacia él, ¿En su cuarto? ¿Y él donde dormiría? ¿También en su cuarto? El al verme pareció ver las preguntas en mi cabeza porque rápidamente me agregó:

–Y yo dormiré en la sala, este sillón es muy cómodo. Por cierto.

–No pienso quitarte tu cama. Esperemos mejor a que se pare el agua.

–No me estás quitando nada. Y ya te dije, en dado caso de que no se pare la lluvia pues te quedas a dormir en mi cuarto y yo me quedo en la sala. Además mañana es sábado, no tenemos por qué levantarnos temprano.

Después de eso no volví a discutir nada, al final de cuentas él tenía razón y aunque no me pareciera mucho la idea de quedarme en su casa, tampoco me agradaba tener que hacerlo salir con el tiempo como estaba sólo por irme a llevar. Si la lluvia no paraba pues le avisaría a mi mamá, bueno, le pediría permiso y esa sería una manera de que yo estuviera más tranquila. Además, ¿Qué podía pasar?

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La lluvia anoche no había parado, los papás de Kyle recalaron todos mojados y su mamá insistió en que era mejor que me quedara. Entonces llamamos a mamá para pedirle permiso, y la mamá de Kyle le aseguró que todo estaría bien, también le dijo como dormiríamos y que mañana a primera hora yo le marcaría para asegurarle que había dormido bien.

La cama de Kyle estaba muy cómoda, pero no más que la mía. Eso seguro. 

En cuanto me levanté le mandé mensaje a mi mamá para decirle que había amanecido bien, que todo estaba bien y que en un rato iba a mi casa, sólo me contestó que me anduviera con mucho cuidado y que me portara bien.

En estos momentos nos encontrábamos Kyle y yo en su cuarto esperando a que nos llamaran para el desayuno, mientras nosotros nos encontrábamos hablando de cosas cualquiera, como siempre lo hacíamos. Si algo teníamos era que, hasta en silencio estábamos cómodos, y estar en silencio solía ser incómodo.

Mi celular comenzó a sonar en el buró, y era Mariele quien llamaba.

– ¿Hola? –Tomé la llamada mientras ponía el altavoz.

–Leyla, hola. ¿Qué haces en casa de Kyle? ¿No me digas que ustedes dos ya…?

– ¡Mariele! Tengo el altavoz puesto, y él te está escuchando, y no, no pasó nada malo, ¿Por quienes nos tomas?

A mi lado Kyle comenzó a reírse de las ocurrencias de Mariele, ¿En qué concepto nos tenía? Le di un codazo para que se callara y Mariele siguiera hablando.

– ¿Y yo cómo iba a saber? Todo puede pasar… bueno, en fin. ¡¿Nos vamos de antro?!

– ¿Estás loca? Somos menores de edad, Mariele. Dudo que nos dejen entrar.

–Diez Kilos de maquillaje tienen su magia.  En cuanto a Esteban y Kyle, si se ven bien ancianos, claro que los dejan pasar. ¿Qué opinan?

– ¡Oye! –Reclamó Kyle a mi lado. –No nos vemos tan mayores.

–Lo suficiente como para que los dejen pasar.

Kyle sonrió convencido ante esa idea, pero yo me encontraba reacia a ir, ¿Qué pasaba si nos descubrían? A mí me daba miedo que nos pudieran descubrir y nos fueran a decir algo, pero ellos se veían tan convencidos.

–No lo sé, la verdad es que sí me da miedo ir. ¿Y si nos descubren?

–Si nos descubren, simplemente nos vamos de ahí y ya. ¿Cuál problema? –Esta vez intervino Kyle.

–Sí, anda di que sí, por favor Leyla, di que sí. –Rogó del otro lado de la línea Mariele.

¿Qué podía salir mal? Ellos tenían razón. Además, maquilladas en exceso puede que nadie se diera cuenta que somos menores de edad.

–Bien, bien. Ustedes tienen razón, ¿Cuándo iremos?

–Por supuesto que hoy, ya le dije a Esteban y está de acuerdo. Paso a tu casa como a las seis para arreglarnos, hasta ahorita. Y Kyle, usas protección.

Y antes de que pudiera decir algo, Mariele ya había cortado la llamada. Me volví hacia Kyle y lo vi riéndose.

– ¿Qué es lo gracioso?

–Mariele es una loca. –Me miró y luego volvió a esbozar una sonrisa. –Tenemos un pequeño problema.

Lo miré ceñuda. – ¿Cuál es el problema?

–Ya no tengo protección.–Puse una cara donde claro decía que no entendía de qué hablaba. –Mi caja de preservativos está vacía. Creo que tendré que ir a la farmacia a abastecerme. ¿Cuántas cajas nos harán falta? ¿Nos alcanza con una?

Abrí y cerré la boca buscando algo inteligente que decir, pero no salió nada. Kyle soltó una risotada, de seguro por la cara que yo estaba poniendo. Tomé un cojín que estaba tras de mí y lo golpeé en la cara. – ¡Idiota! 

Otra vida fuera de la rutinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora