•3•

2.7K 122 12
                                    

Había logrado dormirme muy avanzada la noche. Descansar en otra cama que no fuera la mía me resultaba incómodo, aunque notaba que aquel colchón era nuevo y muy suave.

Pensaba en que, quisiera o no, comenzaría una nueva vida lejos de mi familia y cultura, para adentrarme en un mundo completamente diferente del que no tenía ninguna noción.

-Ariane -un susurró comenzaba a despertarme. Abrí mis ojos levemente y miré de dónde provenía el sonido-. Soy Margot, debes de ir al instituto.

Me estiré un poco y me senté en la cama un poco perdida. A veces me tomaba bastante tiempo entender lo que me decían apenas me despertaba.

-Eh, claro...

-Llegó esto hace un rato, es tu nuevo documento. -Margot me extendió su mano para darme una pequeña libreta-. Y te traje ropa de mi hija que deja cuando viene a pasar vacaciones aquí. Creí que la vestimenta que trajo de su hogar no iba a ser muy acorde a Holmes Chapel.

Dejó en la cama una sudadera negra completamente y unos jeans que parecían gastados ¿No había nada mejor? Unas zapatillas negras adornaban mi suelo.

-Gracias -susurré aún sin levantarme de la cama.

-No es demasiado, pero si quieres cuando regreses del instituto vamos de compras. Aquí tienes una mochila con las cosas necesarias. Cámbiate y baja que he preparado el desayuno.

Margot salió del cuarto tarareando una canción.

Me paré de la cama y me dirigí al baño para darme una pequeña ducha.

Me saqué el camisón que Margot me había dado. No era de seda, pero se asemejaba demasiado.

El agua caliente recorría mi cuerpo. Era la mejor forma de tranquilizarme. Cerré los ojos disfrutando del momento y a la vez para pensar en qué me depararía el día de hoy.

Al salir me puse la ropa que me habían dejado. Me miré en el espejo de la habitación. Esos pantalones rasgados eran un desastre, pero además de eso, no me quedaba tan mal. Dejé mi cabello oscuro mojado caer por mis hombros.

Estaba nerviosa, muy nerviosa. Jamás había ido a un instituto ni socializado con gente fuera de mi palacio. ¿Cómo serían los adolescentes de aquí? Me habían criado en cautiverio, explicándome que todo lo exterior era diferente a mi y que jamás debía ser como ellos, no porque resultara malo, sino porque no era mi destino.

Yo tenía un protocolo que seguir, ellos vivían libremente. Que aterrador.

¿Cómo podían estar tan normales sabiendo que no saben nada del futuro?

Yo tenía una idea muy clara en mi mente y esa era que yo sería reina de mi país. Gobernaría a mi pueblo y dejaría descendientes que también tomarían la corona cuando muriera. Así era nuestra vida. Así era mi vida.

Cuando dejé de mirarme al espejo bajé por la escalera.

-Buenos días, Ariane -saludó Javier que leía el diario mientras tomaba algo en su taza.

-Buenos días.

Sonreí y me senté erguida en la silla esperando mi desayuno. La televisión en el salón estaba prendida y escuchaba el noticiero. Parecía que hoy el día estaría más frío que ayer.

-¿Qué quieres para desayunar? -preguntó Margot con una taza en sus manos.

-Algún té inglés, por favor.

-No tenemos té, a Javier no le gusta.

-Entonces, algo con jengibre estaría bien.

-Tampoco hay jengibre.

Princesa || h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora