Durante todo el trayecto del estacionamiento del instituto hasta la casa de Harry -que por cierto era muy corto- estuvimos cantando algunas canciones que pasaban por la radio para poder sacarme el nerviosismo de ser la primera en comprobar el manejo de él.
Estacionó frente a un portón de pequeña estatura de metal negro que se comenzó a abrir lentamente dejándome ver, en la parte de adentro, una mansión. Me quedé embobada mirando aquella maravilla. Por un instante creí haber vuelto a Newport y ver el barrio de "Los Azules", un lugar en mi país donde vivían los de más alta fortuna, pero no. Estaba viendo la mansión Styles.
—No ha estado tan mal ¿No?
Harry se desabrochó su cinturón de seguridad al igual que yo luego de haber caído a la realidad. Asentí sorprendida mientras intenté abrir la puerta, pero se escucharon las trabas de las puertas bajarse.
—¿No me dejarás bajarme ahora? ¿Es un secuestro o algo por el estilo?
Lo miré dudosa.
—No digas tonterías, déjame ser un caballero, princesa.
Me guiñó un ojo mientras sonreía. Las trabas volvieron a subirse y Harry se bajó del auto junto a su mochila.
Abrió mi puerta y yo bajé sin dejar de mirar aquella preciosa casa. Dos escaleras recorrían un pequeño pedazo de tierra que tenía una fuente. La casa estaba llena de faroles iluminando el jardín delantero.
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—Wow.
Fue lo único que pude pronunciar al bajarme. Harry rió.
—Eres una princesa, no debe ser nuevo para ti ¿o sí? —dijo mientras una sonrisa aparecía por su rostro.
Tal vez él tenía razón sin saberlo. Para mi aquellas casas no eran nada nuevo, pero simplemente el lujo me hacía perder la razón.
—Soy una campesina, Styles, lo siento.
Me encogí de hombros.
—El sapo se transforma en príncipe, ¿Por qué la campesina no se transforma en princesa?
Me agarró de la mano y me guió hasta la puerta principal de la mansión. Torció la manija y la entrada de madera se abrió. Me dejó ver un enorme vestíbulo lleno de luces y una gran escalera con dos caminos. A la derecha había una gran abertura mostrándome unos sillones y a la derecha había otra abertura mostrando una larga mesa. A los costados de la escalera había unas sillas con mesas pequeñas y unos floreros decorativos. En mi interior sabía que esos lugares no eran muy utilizados.
—¡Mery! Llegué —gritó Harry mientras soltaba mi mano y comenzaba a caminar por un pasillo al lado derecho de la gran escalera—. Sígueme. —Me susurró y de inmediato se situé a su lado—. ¿Mery?
