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Habían pasado cinco días de aquel encuentro entre Harry y Emilse. En el instituto no tenía clases ya que nos habían dado una vacaciones hasta la semana entrante, entonces las posibilidades de ver a al chico de los ojos color verde esmeralda eran... mínimas.

Sus mensajes llegaban a mi celular e intentaba contestar lo más cortante posible. Realmente no quería tener más comunicación con él y no porque no lo quería, a decir verdad, lo comenzaba a querer, pero no quería que me terminara odiando por mentirle.

Tenía que mantener mi identidad en secreto sino mi vida y la de mi familia sería expuesta y estaría en peligro, probablemente perdería a Nata y tal vez a Harry.

—¿Y tu amigo? —preguntó Emilse mientras comíamos.

Margot y Javier miraron atentos a su hija.

—¿Qué amigo? —dije haciéndome la desentendida mientras mis mejillas se sonrojaban.

—Harry. —Miré fijamente a Molly que había susurrado el nombre—. ¿Qué? —dijo inocentemente, rodeé los ojos.

—No lo sé, hace tiempo no hablo con él.

—Deberías hablar con él y que vuelva a jugar con nosotros —aconsejó Dorian mientras comía un pedazo de carne—. Me caía bien.

—Sí, Ariane —afirmó Emilse quien parecía querer hacerme sentir nerviosa—. A todos nos caía bien.

—Ni siquiera hablaste con él. —La miré desafiante. Ella sonrió satisfecha—. Si me permiten, me iré a la habitación.

Todos asintieron en silencio y a penas traspasé la puerta de la cocina los murmullos se hicieron presentes.

—¿Por qué te comportas así con ella?

Escuché la voz de Erick.

—¿Tú también? —preguntó asqueada Emilse—. Todos en esta familia están locos. Ni siquiera la conocen y todos la defienden.

—No dejaremos que te comportes de esa manera infantil.

La voz de Tiffany se hizo presente.

Emilse comenzó a chillar, Mattew intentó calmarla y la historia de los siete días anteriores se repetía. Subí las escaleras y me acomodé en mi cama. Tal vez Emilse tenía razón. Es decir, Margot y Javier no me conocían de nada sin embargo decidieron hospedarme en su casa, meterme en su familia, darme una habitación y sentarme en su mesa, y ni siquiera sabían el por qué. Nadie sabía el por qué de mi estadía en esta aburrida y monótona ciudad. Mi cabeza comenzó a dar vueltas, millones de vueltas. Casi dos semanas, ya me estaba cansando y eso que aún me faltaban seguramente meses para salir de este lugar.

Extrañaba mi mundo, mi reino, mi familia, podía decir que hasta comenzaba a extrañar a Harry.

Agarré mi móvil y decidí llamar a Eliot.

—Hola —dije al escuchar como atendían la llamada del otro lado.

—¡Alteza! Tanto tiempo.

Sonreí al escuchar la voz del mayordomo de la familia real. Debería de estar enfadada con él por mentirme y ocultarme la verdad, pero él era como mi mejor amigo.

Eliot había sido un simple empleado en el palacio cuando mi padre se había casado con mi madre. Mientras los años pasaban Eliot mantuvo una estrecha relación de amistad con el Rey, dándole así el puesto del sirviente principal y mejor amigo. Desde que nací él cumplía todos mis caprichos de niña malcriada hasta que comenzó a enseñarme algunos modales -nada que ver con protocolos-, tenía que saber compartir, respetar a los adultos y a mis pares, entre otras cosas que una niña de cinco años debe saber antes de ser una princesa.

Princesa || h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora