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  El domingo había sido un día muy productivo para mi. Con Margot y Javier habíamos ido al centro comercial a comprar cosas para mi habitación.

No sabía cuánto tiempo me quedaría allí, pero esa recámara era la depresión absoluta. Pinté el cuarto con la ayuda de Miles de un celeste pastel. Corrimos todos los muebles y papeles pegados en la pared para poder pintar mejor.

—Necesito tu ayuda —dije provocando que Miles me mirara rápidamente y se acercara a mi—. Tengo que correr el armario. —Él se colocó a mi lado y empujó junto a mi para mover el mueble a un costado de la habitación—. Gracias.

Sequé los cabellos que molestaban mi cara para sonreír levemente.

—Necesitaré una escalera para pintar allí arriba. —Me indicó con el dedo la parte superior de la habitación—. No sé dónde podré conseguir una.

—Ahora le pregunto a Javier, debe tener una en el garaje. —Miles asintió—. Gracias, en serio.

—No hay problema, me gusta ayudarte.

Me dedicó una sonrisa y por primera vez sentí una especie de movimiento en mi interior, como un pequeño pájaro que quería escapar de su jaula.

—Debo recompensarte de alguna manera —dije casi en un susurro sintiéndome extraña por esa sensación. Él mordió su labio inferior mientras seguía sonriendo.

—Tengo varias ideas. —Comenzó a acercarse a mi. Sus ojos cafés no se separaban de los míos. Comenzaba a ponerme nerviosa, el pájaro parecía revolotear más deprisa—. Y espero que estés dispuesta a dármelo.

—¿Dar... darte qué?

Mi corazón palpitaba rápidamente. Era una situación parecida a la que había vivido con Harry en la fiesta, pero esa vez no me sentí molesta, ni enfadada... Podía decirse que me agradaba.

—Un beso.

Miré sus ojos una última vez para luego mirar sus labios. Nunca había besado a nadie, jamás y por más lindo que fuera Miles no me sentía del todo preparada. Él se acercó a mi y en el momento que iba a depositar sus labios en los míos, moví mi cabeza haciendo que el beso cayera en mi mejilla.

—Eh, eso es trampa —se quejó haciéndose el ofendido.

—Tú dijiste un beso, pero nunca el lugar.

Me miró con una sonrisa muy divertida. Sus ojos se iluminaron.

—Eres muy inteligente, pero no lo suficiente rápida.

—¿Qué? —pregunté extrañada y mientras las palabras salían de mi boca, él agarró su pincel lleno de pintura celeste y lo pasó por mi mejilla—. ¿Qué haces? —pregunté tocando mi mejilla y sintiendo el frío del líquido.

—Por tramposa. —Rió a carcajadas. ¿Quería jugar? Entonces iba a jugar. Metí mi pincel en el bote de pintura, mientras él reía le pinté la frente—. ¡Hey! —Ahora la que reía era yo—. Prepárate.

Metió su brocha en el bote de pintura. Yo comencé a correr en la pequeña habitación intentando salir de su alcance. Gotas de pintura caían en el piso, en el mueble, en los plásticos que había puesto para cubrir algunos artefactos. Me subí a la cama y me alojé contra la cabecera de la cama, pegándome contra la pared.

—Creo que estás atrapada.

Miles se subió también a la cama haciendo que gotas de cielo cayeran en el plástico. Mi respiración era agitada. Él comenzó a acercarse hacia mi lentamente y cuando estaba apunto de mancharme el mentón la puerta se abrió.

Princesa || h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora