Negué con la cabeza indignada mientras la miraba con mucha repugnancia. Emma le había dicho a la madre que quería hablar un momento con Harry y conmigo para dejar en claro que quería lo mejor para ambos y que no tomáramos esto como una venganza.
En algo estaba de acuerdo con ella. Le salía muy bien el papel de actriz.
—¿Qué mierda te sucede en la cabeza, Emma? —preguntó Harry mientras apretaba su mandíbula—. ¿Resulta que ahora soy un abusador?
—Puede ser —respondió—. Déjame decirte que te queda muy bien el papel porque todos se lo creyeron.
—Conseguiste lo que querías, felicitaciones —dije con sarcasmo.
Al final, aquella lista de chicas que la directora había nombrado, fueron muchachas que habían ido una por una a hablar de las cosas que Harry les había hecho y tiraban alguna mentira sobre mi, de que era una manipuladora, hipócrita y hasta que más de una vez las había insultado por estar con Harry. Si supieran lo que le decía a aquel muchacho sobre cómo tratarlas.
—Gracias.
Sonrió de igual manera.
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—Me causas tanto desprecio —comenté.
—Te he dicho que no quiero más problemas, Ariane. ¿Acaso te cuesta entender? —Su ánimo cambió radicalmente. Su madre se había acercado a la ronda—. Madre, no sabes lo difícil que es tratar con gente enferma.
—Lo mismo digo.
Sonreí mirándola.
—Vamos, Emma. —La agarró del hombro—. Y a ustedes dos, aléjense de mi hija o se las verán conmigo.
—Cuando quiera, señora —respondió Harry—. Ah y por cierto, deje de usar aquel vestido salmón, parece un pescado.
La risa de Javier y Dan se hicieron presente a medida que se iban acercando.
—Pues a tu padre le gusta.
Me causó tanto desagrado el simple hecho de que una mujer de unos cuarenta y algo de años discutiera y se pusiera al nivel de uno de dieciocho. La madre de Emma miró a Dan.
—La verdad que lo odio —dijo el señor Styles.
Tanto la mujer como su hija se fueron echando humo por las orejas. Miré a Harry unos segundos y me separé de él.
—Iré a buscar cosas a mi casillero y nos vamos a casa. —Javier asintió y me dejó marchar. Harry me siguió detrás—. Bien, unas bonitas vacaciones —bromeé.
—No te das una idea. —Doblamos por el pasillo hasta llegar a los casilleros—. No sé qué haré con el concurso. En una semana se suponía que era la segunda etapa y... no podré participar —dijo mientras abría el casillero número trece.
