—¿Ves que eres una basura? —preguntó echándome en cara la peor cosa que imaginaba—. Eres un desastre, Ariane.
—¿Qué quieres? ¿Hacerme daño? —pregunté cansada de todos los insultos que había escuchado aquel día—. ¿Es eso lo que quieres?
—Quiero que me dejes en paz, a mi y a Zoë.
Y salió de la habitación completamente enfadado.
Me di la vuelta y tiré todo lo que estaba encima del escritorio. El florero que había terminó en el suelo hecho mil pedazos. Había vidrios por todos lados y uno logró rozarme la pierna haciendo que un fino hilo de sangre saliera.
Me dirigí al baño, pero al pasar por la ventana que daba al patio trasero me quedé viendo una escena de película. Zoë estaba bajo la nieve llorando mientras que Miles la abrazaba. Abrí despacio la ventana haciendo que una ola de frío me erizara la piel e hiciera volar mi cabello. Escuché la voz de Miles.
—Tenías razón sobre Ariane, siento no haberte escuchado.
Mis manos se transformaron en puños.
—Yo también caí en su trampa.
¿Trampa de qué? Por favor, que rabia que me daba todo esto. Sentí que me estaba hundiendo en la misma mierda y nadie quería ayudarme.
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—¡Princesa! —Al escuchar su llamado, cerré el casillero y comencé a caminar más rápido. No quería verle, ni hablarle, ni sentirlo cerca. No quería saber nada que tuviera que ver con él—. ¿Qué sucede? Espera.
Me agarró del brazo y me detuvo. Por dentro agradecí que el pasillo de los casilleros estuviera desierto siempre.
—Déjame. —Intenté soltarme, pero él me sostuvo más fuerte—. Me lastimas.
—Y tú a mi —dijo mientras me soltaba. Harry parecía intentar decir algo, pero no podía—. ¿Por qué me evitas? ¿No has visto mis mensajes o ya ni siquiera quieres contestarlos?
—Sólo aléjate —pedí mientras comenzaba a caminar nuevamente.
Harry me agarró otra vez del brazo.
—No sé qué hice para que estés así, pero sólo lee esto.
Volvió a soltarme y me entregó una especie de libro. Al prestar más atención comprobé que era el diario escolar. ¿Cómo lo había olvidado? Hoy era lunes.
Me mostró la portada. Mis ojos se abrieron como plato y sentí un escalofrío helado recorrer mi espalda. Arrugué el papel entre mis manos mientras leía una y otra vez lo que estaba impreso en aquella hoja de papel.
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Iba caminando por los pasillos completamente furiosa, pero no debía perder los estribos. Si me enojaba, perdería. Aquel periódico escolar estaba en las manos de todos los estudiantes que me miraban mientras caminaba frente a ellos. Susurros se escuchaban mientras me veían pasar. Seguí caminando y entré al taller de fotografía.
