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 —¿Cómo te fue el día de hoy?

Estaba en mi habitación con Margot. Me había comprado unas cortinas nuevas y las estaba colocando. Yo estaba sentada en mi cama con algunas hojas esparcidas por esta, tenía que hacer tarea.

—Bien, mejor que ayer.

Hice una mueca.

—No te preocupes, querida. Todo estará bien. —Asentí levemente—. ¿Hay algo más?

—Además de que sigo sorprendida por el hecho de que me encuentre en este lugar y no en un palacio, y que el autobús escolar no resultó tan divertido como esperaba. —Tomé aire—. Sí, pasan mucha cosas.

—¿Me quieres contar? 

Margot se bajó de la silla en la que estaba subida, la colocó en el escritorio no sin antes limpiar un poco y sentarse frente mío.

Margot sería mi tía abuela aquí, sería mi confidente. Mi madre no me había llamado ni una sola vez en dos días, mi padre tampoco y yo tampoco quería molestar.

Tomé aire y decidí contarle a Margot lo que pasaba por mi cabeza.

—Tengo miedo a no poder adaptarme a este mundo.

Margot intentó sonreír para tranquilizarme, pero le salió una mueca.

—Sabía que me dirías eso. Sé que no es fácil, Ariane, pero llevas casi tres días aquí, tiempo al tiempo. 

—Hay algo más.

—Dime.

—Un chico. —Margot sonrió pícaramente y no pude evitar reír—. No, no, no. Es bonito, pero no me gusta. Sólo que, trata muy mal a las mujeres. 

—Eso es típico en chicos de su edad, Ariane.

—Lo sé, es que en el palacio eso no se ve y me preocupa. No me gusta ver luego a las damas llorando. No debería ser normal en ningún lugar. —Agarré mi lápiz y comencé a darle vueltas en mi mano—. Y hay una chica, con la que parece realmente querer ser mi amiga, pero se enojó porque intentaba ayudar a «una imbécil».

—¿Y es realmente una imbécil? 

—No lo sé, no la conozco. Sólo no me gustó verla llorar.

—Ariane, como una vieja y que ha vivido lo suficiente, puedo decirte que te dejes llevar por tu corazón, no por lo que dicen los demás. Si sentiste que debías ayudar a esa chica y lo hiciste, y te sentiste bien con eso, es lo que vale. Qué más da si es una imbécil, fuiste una buena persona y eso nadie lo va a poder cambiar.

Aquellas palabras me dejaron pensando. Margot tenía razón, nadie podía decirme qué hacer.

—Gracias. —Sonreí—. Realmente muchas gracias.

—No hay de qué. —Margot sonrió y se levantó de la cama—. Terminas de hacer tus tareas y bajas a ayudarme a cocinar ¿Quieres? —Asentí—. Perfecto, te veo abajo.

👑👑👑

—Hola, querida. —Javier apareció por la puerta y saludó a Margot con un pequeño beso en los labios—. ¿Cómo se encuentran? ¿Trabajando?

—Sí, estábamos cocinando.

—Eso es genial. —Dejó su chaqueta en un perchero cerca de la puerta de la cocina. El sonido del teléfono móvil se hizo presente y fue rápidamente a atenderlo—. ¿Hola?... ¡Erick!

Margot gritó de felicidad y se acercó a Javier.

—¡Ponlo en altavoz! —Javier tocó rápidamente un botón y escuché una voz bastante varonil. No sabía quién era, pero alguien muy importante para mis «tíos»—. ¡Erick! ¿Cómo estás, hijo?

Princesa || h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora