-Capitulo 22-

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La brisa me hace mal a los ojos. Los abro y de repente la lluvia cae encima de mí. Estaba oscuro, no podía ver nada. Camino por el pasto hasta incorporarme en la carretera, noto que dos faroles empiezan a acercarse a mí, hago señas para que se detenga pero este pierde el control, choca contra el guardarail y caen al río.

_No_ grito, corriendo hacia ellos.

El auto estaba de cabeza, al parecer aquellas personas estaban sin vida, este río tenía poca profundidad de agua, el golpe los había noqueado, de un segundo a otro este explota en llamas, trato de alejarme pero me resbalo y las llamas me abrazan hasta desintegrarme.

Pego un salto, no podía ver nada, seguía enredado a mis sábanas, en el piso. Todo estaba tal cual lo había dejado, mi cama desordenada, la caja en el suelo y las fotografías por todos lados. Llego hasta mi teléfono y reviso la hora. 8.30 pm. Consigo reincorporarme, me pongo mis pantuflas, llego hasta mi puerta, la destrabo y me decido a enfrentar los siguientes obstáculos.

Me siento en la mesa, mis papás me estaban esperando hace unos minutos, mi mamá deja una bandeja de supremas en la mesa y se sienta. La televisión estaba apagada, ellos no hablaban, no había una sola alma en la calle. Esto era peor que una pesadilla. Me dejo llevar por el cristal del vaso y dejo que mis lágrimas recorran todo mi rostro. Mi cabeza cae sobre la mesa y mi llanto llama la atención de todo el barrio.

_Tranquilo hijo_ me dice ella, apoyando su mano en mi espalda.

Me reincorporo y la abrazo, sin soltarla.

_Te amo_ apoyando mi cabeza en su hombro. _Sos la mejor mamá del mundo y siempre lo vas a ser_.

_Vos sos el mejor regalo que el mundo me dio_ emocionada.

_Te amo papá_ después de que se acercara. _Gracias por todo lo que hicieron por mí_.

_Sos un excelente hijo_ responde él. _No hay persona más valiente y fuerte que vos_.

Los tres, juntos, para siempre. Esta noche mejora con una sonrisa, con la de cada uno de nosotros. Cenamos sin ninguna interrupción hasta que decido empezar con las preguntas.

_ ¿Hay algo más que tenga que saber? _.

Mi mamá mira a mi papá y el asiente con la cabeza.

_Sobre tus papás biológicos_ después de limpiar su boca con la servilleta. _Lo único que sabemos y nos contaros es que tuvieron un accidente de auto. No se sabe nada de ellos_.

_Entonces murieron_ en voz baja.

_ ¿Cómo? _confundida.

_Tuve un sueño, estaba en una carretera y llovía_ les cuento. _Un auto perdió el control y cayó a lo profundo. Estoy seguro que son ellos_.

_No sabemos si es real_ tomándome las manos.

_Todavía tengo mis dudas_ serio.

_Tengo una idea_ tratando de levantarme el ánimo. _ ¿Y si me comunico con el orfanato? _.

_ ¿Enserio? _dibujando una sonrisa.

_Tengo los papeles de adopción_ comenta. _Te prometo que los voy a buscar y vamos a ir_.

_Gracias_ apretando sus manos. _Enserio. Quiero ir ahí_.

_Lo sabemos hijo_ me dice mi papá. _Te vamos a ayudar con tus preguntas_.

Lo manejaba bastante bien y lograba que ellos no se dieran cuenta, tenía un nudo en la garganta, quería explotar y desgarrar cada tela, cada muro de esta casa. Los amaba con toda mi vida y aceptaba todo esto. Sé que es difícil para ellos, pero ahora tienen que entender que es difícil para mí, llevar adelante esto. Lo primero que se me viene a la cabeza son mis amigos, no quería contárselos por el momento.

Es raro pensar que toda tu vida fuiste criado por las personas que desayunan, almuerzan, meriendan y cenan el tu misma mesa. Todo era diferente, pero la pregunta que daba vueltas en mi cabeza era: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? Lo único que sabía hasta ahora y que podía quedarme tranquilo por eso, era que mi nombre, Franco Rodríguez, siempre lo fue.

_ ¿Cuándo vas a ver a Silvia? _preguntó mi mamá.

_Estoy seguro que mañana_ pensante.

Necesitaba hablar con ella, verla. No precisaba que me escuchara, sabía en la situación que estaba, con verla y conversar un rato era suficiente para mí. Notaba como a veces ella me miraba raro, como si lo sabía o se lo veía venir. A veces se me ponía en la cabeza que su psicología se le iba de las manos y empezaba a sentir lo que podía llegar a pasarme. Como si supiera que era lo que estaba por venir.

Lo sabía, aunque mi mamá me lo haya dicho. Mi abuela siempre quiso decirme la verdad, estaba en contra de este secreto y siempre quiso hacerlo cuando yo era chico. Gracias abuela, se lo mucho que me amaste y te prometo que estés donde estés que donde haya otra vos, nadie te va a reemplazar. Vos siempre vas a ser mi abuela Rita, la que me llevaba andar en bicicleta y caía conmigo, la que me llevaba a la plaza. La me cumplió todos mis caprichos y nunca se rindió.

SIN SALIDA 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora