-Capitulo 17-

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-Ezequiel-

Abríamos las cajas, sacábamos todo lo que había adentro, lo limpiábamos y lo acomodábamos. Esos eran nuestros nuevos movimientos repetitivos, además de preguntar dónde y cómo iba. El fin de semana lo pasamos bastante ocupado con mi papá, era acomodar la casa nueva, que por cierto era mejor que la que dejamos en Buenos Aires.

_Nada mal_ sonriente.

_ ¿Queres ir a ver tu cuarto? _me pregunta mi papá, sin poder ocultar su felicidad.

_No_ irónico.

_ ¿Seguro? _entre risas.

Córdoba nos había recibido con los brazos abiertos, la gente era cálida y muy amable. Nuestra nueva etapa comenzaba de la mejor manera.

Hoy era mi primer día de clases, nada más que empezar la semana desde cero. Siempre fui de esas personas que estaba feliz e interesado de probar cosas nuevas, pero eso no significaba que me haya gustado la idea de mudarnos. Estar en otro colegio, hacer nuevos amigos, no me ponía nervioso, pero si le tenía miedo a algo. Al olvido.

Preparado, con el nuevo y mejorado uniforme, desayuno. Era extraño tener mi habitación en un segundo piso, cuando siempre mi casa fue de un piso completo. Mi papá leía el diario, a la vieja escuela mientras tomaba su café. Yo estaba sentado en mi celular, revisando mis redes sociales, viendo fotos mientras terminaba mi almuerzo. Lo más raro era que en Buenos Aires iba al colegio a la mañana y ahora, en Córdoba, iba a la tarde.

El colegio quedaba lejos de mi casa, recuerdo que en mi vieja casa viajaba en colectivo pero quedaba mucho más ceca. Mientras mi tío continuaba el arreglo de nuestro auto en Buenos Aires, mi papá y yo nos transportábamos en taxi o colectivo. Este se detiene y baja conmigo en la puerta del colegio. La portería era mucho más nueva que la de mi colegio anterior.

_Bueno_ me dice mi papá. _Suerte hijo_.

_Gracias, por todo esto_ un poco tenso. _Sé que es lo mejor para nosotros y lo valoro mucho_.

_Espero que empecemos a entendernos_ sincero. _Todo va a salir bien_.

Mientras el caminaba hasta el taxi para irse al trabajo, toco el timbre y entro al colegio. La portera me observaba con extrañez, antes de poder dirigirme a los salones me detiene.

_No te había visto antes_ curiosa.

_Perdón_ confundido. _Soy nuevo, este es mi primer día_.

_Ezequiel, ¿no?_ observando una lista.

_Soy yo_ con una leve sonrisa.

_Ahora viene una preceptora que te va a acompañar_ sonriente. _Buena suerte_.

_Gracias_.

La preceptora me había llevado a un pequeño recorrido en la nueva escuela, para que me empiece a familiarizar con todo y no tenga problema en ubicarme. Los baños eran diferentes, más nuevos, todo distinto. El patio era mucho más grande y de un buen color. El kiosco se veía prometedor, nueva vendedora, nuevas golosinas. En el comedor había muchas más mesas y sillas cómodas pero lo que más me interesaba era un papel que decía "Menú del día" Cada día que almorzáramos en el colegio, había un menú diferente.

_Los baños, el patio, el kiosco, el comedor, la dirección_ empieza a enumerar. _Creo que estamos listos_.

_Perfecto_.

_Creo que no tenemos más tiempo_ observando su reloj. _Vamos a tu salón_.

En el último piso, en donde había una placa mediana la cual se titulaba "Secundaria Superior" estaba mi nueva clase. Después de subir las escaleras caminamos para este, Anabela, la preceptora, golpea la puerta y al recibir la orden entramos.

_Buenos días_ los saluda. _Les quiero presentar a su nuevo compañero. El es Ezequiel_.

_Hola_ tenso, esbozando una sonrisa.

_Bienvenido Ezequiel_ me saluda la profesora, con su libro en mano. _Espero que lo hagan sentir cómodo_.

Anabela se retira y me quedo solo. Trago saliva y el ruido de mi garganta es lo único que se escucha, lo único que yo podía escuchar. La profesora me indica donde sentarme, cerca de ella, mientras me acomodaba sentía como todos me miraban y murmuraban. Algo que nunca había sentido antes.

_Bueno Ezequiel_ empieza a decirme la profesora. _Me presento, yo soy Mercedes_.

No sabía que decir, así que sonrío y asiento.

_Me gustaría escucharte, si te queres presentar_ comenta. _ ¿Qué te parece? _.

_Está bien_ poniéndome de pie. _Vivo en Buenos Aires desde que nací, y ahora me mude con mi papá a Córdoba. Eso es todo, creo_.

Algunas personas levantan sus manos. Preguntas, no quería responderlas.

_ ¿Sí? _tenso.

_ ¿Por qué te mudaste? _me pregunta una chica.

_Mi papá tuvo una propuesta de trabajo_ sincero.

_ ¿Dejaste amigos en Buenos Aires? _pregunta otro.

_Muchos_ tenso.

_ ¿Tu mamá los acompañó? _pregunta un chico, que no me había sacado la mirada de encima desde que había entrado.

_Mis papás están separados_ mirándolo a los ojos, encontrando algo nuevo. _Desde que soy chico_.

Una ola enorme de silencio golpeó el edificio, nadie hablaba. Ni siquiera murmuraban.

_Bueno_ suelta la profesora. _Mejor nos ponemos a trabajar. Ezequiel, cualquier duda que tengas me podes aviar_.

_Gracias_.

Nuevo comienzo, mismos problemas. No creo que mi mamá esté enterada de que estoy en Córdoba, cada vez más lejos de ella. Pero aunque le tuviese miedo al olvido sabía que a ella nunca la iba olvidar.

Me había tenido nueve meses dentro de ella, me había alimentado, cuidado y vestido durante toda mi infancia. La vida se dividió en dos, ella tomó su camino, mi papá tomo el suyo y ese día mi corazón se dividió. Desde pequeño no lo entendía pero ahora con la edad suficiente me empezaba a dar cuenta de que ella nunca había tenido la culpa.

Siempre se había sacado las ganas conmigo, si no era un insulto, era un golpe. Parecía que le gustaba verme sufrir, cuando no había nadie en el taller también me pegaba, tener que estar arrodillado frente a él y pedirle por favor no era normal. No es tu culpa mamá, nunca lo fue y siempre desconfié de vos.

Me equivoqué. Y Las únicas personas que saben la verdad son mi padre y yo. Nadie me puede ayudar.

SIN SALIDA 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora