Capítulo 8: La Despedida. Parte 2

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El ambiente está saturado de distintos sonidos que se mezclan entre sí, desde la jaula de las aves con sus hermosos cantos hasta el hogar de los monos con sus aullidos tan peculiares.

Siempre he querido venir a conocer el zoológico, queda sólo a unos veinte minutos de Brightown, es increíble que viviendo toda la vida tan cerca, nunca lo hayamos visitado.

A Max le gustan mucho los animales y al igual que yo, los considera lo más hermoso de la naturaleza; por eso es difícil decir quién está disfrutando más la visita.

—¿Crees que hoy podamos ver a los pingüinos? —pregunta con un brillo en sus ojos cual niño hablando de un juguete nuevo.

—No sé, creo que su estación está cerrada porque uno de ellos está enfermo. Al menos eso leí en el periódico.

Nos maravillamos con cada parte que recorremos del zoológico, hay un león hermoso cuya melena majestuosa se mece con el viento y su rugido llega hasta los lugares más recónditos del parque. Es magnífico. Nos abstuvimos de entrar a la cueva de los reptiles, les tengo pavor, Max se burla, pues dice que no me harán daño, pero no me fío igualmente.

Hoy es el último día que Max estará acá antes de irse a la capital, iremos a su casa en la tarde y terminaremos de empacar sus cosas. Ayer no nos quedó tiempo de hacerlo.

Llamé a mi trabajo y dije que estaba enferma para no ir hoy. Sé que mi trabajo está en la cuerda floja por mi desconcentración reciente, pero no podía desperdiciar este dia; igual, dentro de poco dejaré de trabajar allí.

Llegamos a la parte donde tienen a los pingüinos y ¡Está abierta!, al parecer Gloria, la pingüina enferma, ya está bien.

Entramos a su hábitat y están en medio de una presentación.

"Los pingüinos son una de las criaturas más leales y fieles del reino animal. Cuando los machos encuentran a su pareja, buscan la roca más hermosa que puedan ofrecerle como señal de su amor y compromiso. Si su pareja muere, no vuelven a buscar otra. Su alimentación es a base de..."

Seguimos escuchando lo que dice el encargado mientras buscamos una buena posición para acomodarnos.
Todo el tiempo, Max me ha tenido agarrada por la cintura; como si no quisiera soltarme jamas.

Estos pequeños detalles de parte de Max, son los que hicieron que me enamorara de él.
Su manera de tomar mi mano, de abrazarme, la forma en que mira a mis ojos y pareciera que viera mi alma, sus besos repentinos en el momento más adecuado. Todos y cada uno de esos momentos los almaceno en lo profundo de mi corazón, y hacen que mi amor por él crezca cada día mas.

El amor es como una bolita de nieve, empieza pequeña cuando la tomas en la mano, formada de pequeños copos, cada uno diferente y hermoso en su singularidad, y si la pones a correr en la dirección correcta, crece y crece hasta el punto de ser incontenible.

Después de ver los delfines, el tigre y el acuario, decidimos volver a la ciudad.
Vamos al centro comercial para almorzar allí.

El restaurante es bonito, no es ni pequeño ni grande. Después de pasar la puerta, pisamos un suelo de cerámica azul muy brillante, al fondo está la barra para hacer el pedido.

El restaurante está en el último piso, en el extremo del centro comercial y sus paredes son ventanales por donde se ve gran parte de la ciudad. Voy a tomar la mesa de la esquina, la que, en mi opinión tiene la mejor vista, y Max va a ordenar. Yo pido una lasagna y Max ordena un plato de pasta con una salsa extraña que a él le encanta.

Destino del corazón © •|TERMINADA|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora