Capitulo 25: Todo me vale

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Esas pocas palabras, aún sin que me explique su significado me llenan de pánico.

La misma psicosis o locura hacen que el día incluso vea menos soleado. O realmente está oscureciendo, no lo sé.
Un perro callejero pasa tranquilamente por nuestro lado y ambos lo miramos pasar como si su insulso andar fuera la cosa más interesante del mundo. A lo lejos se oyen voces y gritos de los niños que visitan el arenero y las risas de sus madres charlando entre ellas mientras los vigilan a una distancia corta.

Presiento lo que va a decir; lo que sucedió en casa de Vega lo asustó y todo plan que supongo que tenía en cuanto a un nosotros, estoy casi segura de que se fué por el drenaje por ese incidente.

—¿Qué? —pregunto con temor.

Se queda callado unos segundos y su silencio me traspasa como una navaja a través del corazón.

—No podemos seguir con esto —noto el nudo en su garganta. Toma aire para aclararse y continúa —, no podemos estar juntos por una magia o lo que sea que nos obliga. Así no es como funciona el amor o... lo que sea que pudiéramos tener. O hubiéramos podido tener.

—¿Abandonarás así no más? —me levanto de la banca y empiezo inconscientemente a alzar la voz— ¿Que pasó con «estaré siempre para ti»? Todo fué falso. Sólo han pasado unas horas desde que lo dijiste ¡y ya lo estás desmintiendo!

Esa frase «Nunca digas nunca o siempre», me ha parecido sin fundamentos desde siempre (valga la redundancia); esas dos palabras son un definitivo, son una cortina espesa y sólida que no dejan lugar a duda en una afirmación o una negación.

Creo que el hecho de que digan que no se deben usar, es por la inseguridad de la veracidad que éstas aplican a dicha premisa. Pero pienso que si las palabras son sinceras en su momento, no hay porqué no usarlas.
Si finalmente resulta que el siempre o en nunca no aplicaron en la situación, bueno, nadie sabe lo que depara el futuro así que no es su culpa que se desmientan así. Y no, no lo estoy justificando.

—No es así princesa, yo... —una lágrima solitaria resbala por su mejilla y él se la limpia con ira— no puedo hacerte esto. Tú tienes razón, tu vida estaba bien y yo solo llegué a complicarla. Es por tu bien. Tienes novio, y lo amas y —cierra los ojos con frustración— él te ama a tí. Lo acabas de comprobar. Yo no me puedo meter en medio.

No sale ningún sonido de mi garganta, al parecer se me cerró la vía por donde sale la voz. Quiero decirle mil cosas, recriminarle, contradecirle, o algo pero todo lo que dice es cierto. Tiene toda la razón.
Esta supuesta magia no lo hizo bien con nosotros, no éramos o no estábamos destinados.

Pero error o no, la tenemos y sea por la misma magia o por voluntad propia, tengo el deseo de luchar por esto. Aún sabiendo la imposibilidad y lo complicado del asunto, no lo quiero dejar ir.
Por fin puedo tomar el aire suficiente para hablar:

—No puedes irte —digo con la voz entrecortada y tan baja que apenas y llega a susurro.

—No me iré a ningún lado —se levanta, se coloca frente a mi y toma mis manos—. Pero no seremos más que vecinos y compañeros de trabajo. Es más fácil así.

—¡A tí se te hace fácil! ¡Tú sí eres importante para mí!

Me suelto bruscamente de su agarre y lo miro con furia. No puedo creer que esté diciendo esto.

Destino del corazón © •|TERMINADA|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora