Capitulo 30: Siempre estaré para tí

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Después de subir cinco pisos a toda prisa, llego con la lengua afuera y con el corazón a punto de salirse por el esfuerzo. Debo hacer más ejercicio. Y seguido.

Abro la puerta de la azotea y entro, coloco mis manos en las rodillas y me agacho ligeramente tratando de relajar un poco la respiración y dejando que el aire entre a mis pulmones.

Es la primera vez que golpeo a un chico pero si soy sincera, no me arrepiento; él se lo merece.

Si de verdad no quiere hacerme sufrir ¿porqué hace esas cosas? Él no puede solo esperar que con un beso las cosas se solucionen, así no es la vida real. Las cosas son más complicadas que eso.

Como nunca antes lo había hecho, me recuesto en el concreto con las piernas y los brazos desparramados en él y cerrando los ojos por el brillante sol que cae sobre mi cara. No quiero pensar en nada, ni en nadie. Todo se enreda: Max, Denny, el loco, la magia; cada parte de mis pensamientos, parecen ser un ingrediente más para el cóctel perfecto de la locura.

Tal vez han pasado unos veinte minutos o cinco, no sabría decir, cuando escucho la voz de Max.

—Emily... —se agacha a mi lado y toma mi cara con ambas manos, cerciorándose de que estoy consciente.

Sin abrir los ojos, pongo mis manos sobre las suyas, tomo una y le doy un beso.

—Estoy bien —susurro sin soltar sus manos.

Su contacto es todo lo que necesito, el tranquilizante perfecto.

—¿Qué haces aquí?

—Quería pensar —respondo sentándome en el piso—, estar aquí me gusta. Es como un lugar seguro.

Miro sus ojos y veo compasión en ellos; le duele verme así. He sido egoísta y no he pensado que mis estupideces no solo me afectan a mí, a él también y a Denny probablemente también.

Las personas tendemos a hundirnos en el hueco del dolor propio, sin ver que de ese agujero, salen tubos que se conectan al corazón de otras personas y que parte de la oscuridad se va por esos tubos y llegan directamente a ellos.

—Lo siento —le digo—, no quería preocuparte.

—No debes disculparte, amor —objeta—, pasaste por un mal momento —mira mis manos y mis muñecas que aún están unidas con las suyas y que ahora inexplicablemente están sanas a comparación de hace un par de horas—. ¿Cómo...?

—No preguntes —respondo con un pesado suspiro.

—Otra cosa inexplicable con el vecino, ¿verdad? —cuestiona con tristeza en sus ojos.

Sólo asiento como respuesta y él no réplica nada. Me ayuda a levantarme y una vez los dos de pie, susurra:

—Emily... —calla, reconsiderando en su mente las palabras que quiere decir. Sé que quiere saber o preguntar algo respecto al vecino o a mi relación con él, pero realmente espero que no lo haga. No quiero dañar las cosas con él y menos mentirle. Parece arrepentirse de lo que va a decir y cambia sus palabras—, te amo.

—También te amo, Max —respondo.

Toma mi mano y se dispone a bajar, pero apreto la suya haciendo que se detenga; él voltea extrañado y yo lo tironeo hacia mí y lo abrazó por la cintura. Lo aferro con todas mis fuerzas y hundo mi nariz en su cuello; él me abraza por los hombros y acaricia mi cabello, suspira fuertemente y me besa la frente.

—Te necesito —susurro—, hoy y siempre te voy a necesitar.

—Siempre estaré para tí —me separa un poco y toma mi cadena en sus dedos—, igual que los últimos doce años, Emily —desvía la mirada y toma una gran bocanada de aire antes de agregar:—. Pase lo que pase entre tú y yo, sea lo que sea que la vida nos depare y estemos juntos de cualquier manera que Dios disponga, estaré para tí, cuidándote, apoyándote y si es posible amándote...

Destino del corazón © •|TERMINADA|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora