El despertador de mi cuarto me anuncia que es hora de levantarme, asomo perezosamente mis ojos a través de las sábanas para mirar hacia la ventana y darme cuenta de que está lloviznando y que el frío es demencial. Sé que debo levantarme, debo trabajar y así tener dinero para todas las responsabilidades de adulto de las cuales nadie te advierte antes de tu mayoría de edad, pero en la comodidad y calor de mi cama, pasan los milisegundos de reflexión que tengo a diario pensando en cuáles serían las consecuencias de quedarme acostada y dejar tirada todas las actividades del día, y al igual que siempre, llego a la conclusión de que no vale la pena y termino levantándome.Lo primero que hago en el día sagradamente, es mirar mi celular a la espera de un mensaje de buenos días de Max, mi mejor amigo, novio, confidente y amor de mi vida. Es increíble la manera que una sola persona puede hacerte sentir tantas cosas aún después de tanto tiempo de estar juntos.
Max es mi mejor amigo de la infancia, crecimos en el mismo edificio, él en el piso octavo y yo en el quinto, nos conocimos cuando yo tenía ocho años, una vecina del sexto piso cuida niños, y nuestras madres nos dejaban con ella, tanto mi madre como la de Max, son madres solteras; mi padre murió cuando yo tenía dos años en un accidente y el padre de Max los abandonó incluso antes de que él pudiera compartir momentos y crear recuerdos con él. Nos hicimos amigos muy rápido, ya que él tenía diez años y éramos los mayores que la señora Willis cuidaba, siempre jugábamos juntos mientras llegaba la hora de llegada de nuestras madres y cada uno volvía a su apartamento.
Max solía estudiar en un colegio retirado de nuestro hogar, pues solo allí su madre había conseguido un cupo, pero cuando tenía trece años y estaba en bachillerato, logró entrar en el colegio que queda a cinco cuadras del edificio, el mismo donde yo estudiaba, nuestra amistad fue creciendo y fuimos forjando una confianza mayor a la de cualquier par de adolescentes.
En mi cumpleaños número quince, mi madre ofreció una reunión familiar y con los amigos más cercanos (nosotros somos de clase media y las fiestas caras no eran una opción), Max me regaló una hermosa cadena de plata con un pequeño dije con forma de lobito.
—Los lobos representan la familia —dijo al tiempo que yo levantaba mi cabello y el con delicadeza abrochaba la cadena—. Se protegen unos a otros. Son leales y su unión los hace fuertes.
—Gracias, Max —repuse al borde de las lagrimas.
Soy de esas personas que lloran por todo, no porque sea alguien débil, sino que mis emociones son susceptibles a salir a la superficie al menor gesto, pienso que una lágrima es un sentimiento tan fuerte que ya no cupo en el corazón y tuvo que liberarse por medio de los ojos, ya sean lagrimas de felicidad, tristeza, amor o miedo; solo se dan cuando el cuerpo no sabe donde meter tanta tensión.
Ese detalle de Max significó mucho más para mí de lo que yo pensé que él suponía, y sonará cliché en toda regla, pero sí, me había enamorado de mi mejor amigo, sus muestras constantes de cariño me habían hecho sentirme atraída hacia él hace mucho, había veces que él hacia cosas que me hacían pensar que el sentimiento era mutuo, pero nunca supe nada con certeza hasta ese día.
—Emily... —empezó nervioso. En ese momento estábamos en el balcón de mi apartamento, toda la familia, incluyendo primitos pequeños inquietos y tías estruja-cachetes, estaban en la sala charlando animadamente de temas de la vida que a adolescentes como nosotros no nos interesan—. Eres mi mejor amiga desde hace siete años, eres muy especial para mí, con tu alegría contagiosa y tu espíritu rebelde y la vez delicado.
La luna estaba llena esa noche y su luz alumbraba las copas de los árboles lindantes a mi balcón. Los ojos de Max, negros como el carbón, tenían un brillo más especial (o eso me pareció) de lo normal. Cada palabra que pronunciaba era como una hermosa melodía que me llenaba el alma de luz y alegría. Él siempre tuvo ese efecto en mi, lograba sacar una sonrisa aún en mis momentos más nefastos.
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Destino del corazón © •|TERMINADA|•
RomansaLa vida de Emily Blancquarts parece estar muy bien planeada, tiene un amor perfecto con su novio de hace cinco años Max y pronto empezará su carrera como fotógrafa. Tiene una madre, una mejor amiga y un hermano que la aman, pero su vida dará un giro...