Mis sentimientos hacia Emily no han cambiado y al ella tomar la decisión de irse, vi una pequeña brecha en el velo que ella había levantado entre nosotros. No soy ciego, sé que ya no me ama de la misma manera, que ahora ama al chico del apartamento de al frente y no puedo cambiar eso.
Cuando volví a la capital después de mi última visita, estaba mal, muy mal. Habíamos quedado en pausa pero con el paso de los días, y de manera indirecta, Emily me hizo saber que ya no teníamos nada. Caí de nuevo hasta el fondo, lloré varias noches y no me concentraba en mi trabajo.
De nuevo la depresión. De nuevo el vacío.
Las pocas llamadas que Emily compartía conmigo eran como un halo de luz en la oscuridad, trataba lo más posible de no mostrar mi debilidad en mi voz pero cada vez que colgaba el teléfono, me derrumbaba de nuevo; eso fue por casi diez días.
A mi madre también le oculté todo, ella no sabía que Emily y yo habíamos terminado, se enteró hace un par de días.Camille pasaba por mi habitación y tocaba la puerta, una, dos, tres veces y yo no respondía. Sabía que ella iba con buenas intenciones pero no quería que me hiciera hablar del tema, eso sería peor. El hijo de mi tía, Julián, también pasaba con la intención de que jugáramos algún videojuego, su madre se lo pedía y él lo hacía con la mejor voluntad, pero yo tampoco cedía.
Una tarde al llegar del trabajo, Camille estaba en la casa esperándome.
—Hola, Max.
—Hola, Camille —ella nunca estaba a esa hora, estaba estudiando—. ¿Qué haces aquí?
—Quería hablar contigo —al no obtener respuesta, continuó—. Quería saber cómo estabas.
No dije nada, bajé la mirada y sin haberlo previsto, ella se acercó y me abrazó. Es bastante más baja que yo y su cabello me llegaba a los hombros. Me resistí un poco a esa muestra de apoyo pero finalmente correspondí y apoyé mi cabeza en la suya.
—No debes rendirte —susurró aún pegada a mi pecho—. No te hundas en la miseria. Si necesitas una amiga o un paño de lágrimas, estamos a unas puertas de distancia.
El nudo en la garganta me obligó a callar cualquier respuesta que quisiera brindarle, solo asentí aún cuando ella no me veía. Después de un par de minutos, se separó, subió su mano a mi mejilla y me miró con dulzura; no dijo nada más y se alejó.
Ese día empecé a sentirme un poco mejor, Emily no salía de mi mente en ningún momento, pero me repetía insistentemente que solo quería su felicidad y que si no era a mi lado, igual la iba a apoyar.
El amor se puede manifestar de mil maneras y en mi opinión, ver felicidad en los ojos de la persona amada es la única recompensa que se puede perseguir, aún cuando no sea de la manera que uno quiere.
Solo quiero que ella sea feliz, por eso no reproché nada cuando me dijo de sus planes de ir a la capital; no sé qué hizo que lo hiciera, pero quizás es un comienzo aunque no me quito nunca de la cabeza la posibilidad de que nada pase.
Esa posibilidad se hace más fuerte en mi mente cuando veo como el chico llega y la detiene, le susurra algo y la aleja del taxi. No puedo evitar mirar pero no escucho lo que dicen; decido no intervenir, si ella quiere o no irse, debe hacerlo completamente segura.
Sin embargo verlos hablando y con obvias expresiones de tristeza me pone ansioso y celoso, sí, muy celoso porque aún la amo y quiero que se vaya conmigo.El taxista mira por el retrovisor esperándo que le diga algo de porqué no nos hemos ido.
—En un minuto —digo a la pregunta que no ha formulado.
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Destino del corazón © •|TERMINADA|•
RomansaLa vida de Emily Blancquarts parece estar muy bien planeada, tiene un amor perfecto con su novio de hace cinco años Max y pronto empezará su carrera como fotógrafa. Tiene una madre, una mejor amiga y un hermano que la aman, pero su vida dará un giro...