Capítulo 29: No juegues conmigo

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—No es fácil de explicar —digo una vez Max me cuenta qué sucedió y espera mi explicación.

Un silencio se alza entre nosotros mientras yo asimilo los actos que me relató. No es sencillo de entender la manera en que pasó lo que pasó, pero gracias al cielo ocurrió, de no haber sido así no quiero ni pensar hasta donde hubiera llegado. Siempre supe que Kellan estaba loco pero no pensé realmente que se atrevería a llegar a ese extremo.

Recordar su asqueroso aliento en mi cuello, me estremece y llevo mis manos a mis muñecas, éstas están rojas y duelen un montón, la cuerda esa me maltrató la piel y me dejará un buen moretón.

Se me aguan los ojos con el recuerdo, es el momento más temible de toda mi pacífica vida. Uno siempre piensa que esa clase de cosas no le pasarán a uno y cuando pasa es algo inimaginable. Max nota mi malestar y me aferra más a él bajo las cobijas.

—Está bien —suspira—, no me digas; no sé que es pero te salvó de algo peor esta noche. Así que estoy agradecido.

—Gracias —respondo—, sé que no es fácil para tí.

No dice más y se dedica a acariciar mi cabello, quedo dormida en pocos minutos con el tranquilizante aroma que emana de su piel. Con él me siento en mi hogar.

Me despierto alrededor de las once, por obvias razones, hoy no voy al instituto; debo ir a dar mi declaración. Me quedo en la cama sin moverme, sólo mirando el techo tratando de no recordar los hechos de anoche.
Percibo un movimiento en la puerta y Max entra con una bandeja de comida y con una sonrisa en sus labios.

—Buenos días —saluda.

—Hola, amor —sonrío.

Pone la bandeja en mis piernas y se sienta a mi lado.

—¿Cómo estás? —cuestiona.

—He estado mejor —replico cabizbaja—, me duele el cuerpo.

—Debemos ir a la comisaría, sé que es difícil pero...

—No. Nada de difícil; ese tipo debe estar tras las rejas por mucho tiempo.

Asiente. Me como las tostadas, tomo el jugo de mora (mi favorito), y me levanto de la cama. Me dirijo a la ducha y mi aspecto me da tristeza; tengo unos manchones bajo los ojos del poco maquillaje que llevaba ayer, estoy supremamente despeinada; en mis brazos y mis piernas empiezan a aparecer ligeros hematomas que sé que se pondrán de color negro en unos días. El agua caliente me desentume los músculos y a la vez me recalca el dolor. No sé en qué momento, las lágrimas empiezan a salir y los sollozos se hacen cada vez más fuertes; ese rostro encima mío mientras me lamía el cuello, me atormenta, su imagen no se borra de mi pensamiento y todo el terror y el asco me atacan completamente.

Escucho unos toques en la puerta pero en realidad no reacciono a ellos, estoy como en un estado de shock tardío. Lentamente me deslizo por el piso y termino acurrucada en el piso mientras el agua me golpea la espalda. Escucho la puerta abrirse y la voz de Max aparece entre el vaho del agua:

—¿Cariño? —al no obtener respuesta, abre la puerta de la ducha.

Al bajar su mirada, apaga la llave, se quita los zapatos y entra; se agacha y coloca una toalla encima mío.

—Amor, levántate —suplica, pero mi mente no responde a nada.

Me ayuda a levantar, me pasa el brazo por la cintura y me tapa con la toalla, gotas caen de mi cuerpo mojando todo a su paso y a él también. No dice nada, me lleva a la habitación y con delicadeza me deposita en la cama. Toma otra toalla del cajón de mi armario y apretando los labios, me seca; pasa suavemente por cada parte de mi cuerpo secando hasta la última gota. Mis lágrimas no cesan y mi mirada está perdida en el infinito.

Destino del corazón © •|TERMINADA|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora